JÓVENES CUBANOS: Ariadna y la ruta impuesta por la vida

JÓVENES CUBANOS: Ariadna y la ruta impuesta por la vida
Fecha de publicación: 
6 Agosto 2017
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Ariadna es una joven cubana como otra cualquiera. Nos conocimos en la peña de casino de la Unión Árabe de Cuba y desde entonces, casino mediante, hemos entablado una buena amistad. Confiesa que su primer acercamiento a la actuación fue por embullo.

Hoy, tras 11 años de espectáculos infantiles como parte del dúo de payasos Bolsillito y Travesuras, proyecto en el que Ariadna se involucró por una necesidad económica, confiesa que los niños, su sinceridad y ternura, le han cambiado la personalidad, y que aún anhela interpretar un rol teatral que le estremezca las entrañas y deje al público boquiabierto y aplaudiendo furibundamente al caer el telón…

¿Cómo se te impregnó el bichito del teatro y la actuación? ¿Algún referente familiar?

“Realmente el acercamiento a las artes comenzó por embullo, en la secundaria. Iniciamos en la casa de la cultura de Plaza en artes plásticas, pero era malísima; luego en danza tampoco me fue bien ni me gustó mucho. El grupo se mantuvo y cuando caímos en teatro todos se fueron y yo me quedé, seguí.

Por lo general siempre me gustaron los piquetes. Realmente éramos en mi secundaria Anton Makarenko de hacer las cosas así. De hecho, no poseo tradición familiar alguna, pues mi mamá es ingeniera eléctrica y mi papá ingeniero mecánico, todo muy técnico. Ellos incluso me lo dejaron bien claro: estás escogiendo un camino en el que no te podemos ayudar en casi nada”.

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¿Cómo del embullo pasó a ser algo serio el teatro?

“Al llegar a noveno grado ya llevaba dos años vinculada a la actuación. En la boleta casi nada me motivaba, pero en ese momento se hablaba mucho de la Escuela de Instructores de Arte, proyecto que comenzaba. Entonces hago las pruebas y la cojo en actuación. Era un preuniversitario de cuatro años, con formación versátil, profesores muy buenos y un elevado componente de actuación. Aproveché mucho esa etapa además de que no terminé”.

¿Qué sucedió? ¿Qué curso posterior tomaste?

“No terminé porque el régimen cada vez se tornó más fuerte. El director provenía de la vida militar y le hice rechazo, pues me gustaba salir. Me sentí encerrada y comenzando el cuarto año pedí la baja. Entonces terminé el 12 grado en la facultad.

Simultáneamente me vinculé a un grupo de teatro aficionado auspiciado por la UNEAC y su director Pedro Fernández a su vez me introdujo en Caleidoscopio, un grupo de teatro infantil profesional. Ellos estaban necesitados de personal pero no me podían contratar como actriz porque debías estar evaluado o provenir de una escuela de arte. Yo no cumplía ninguna de las dos condiciones.

Así me emplantillaron y cobré como vestuarista, tampoco era que me interesara mucho el dinero y algo era mejor que nada. La esencia era en mantener el vínculo con las artes y ese crecimiento profesional. Cuando terminé el 12 grado me contratan como actriz, tras tres años. En ese tiempo decido presentarme a las pruebas del ISA y me aprobaron el segundo año que me presenté.

Por lo general uno entra al ISA para titularse y luego trabajar. En mi caso era al revés, yo ya estaba actoralmente vinculada a una compañía, eran tiempos en los que el ISA era un caos, y sentía que no evolucionaba. A la distancia, súmale el hecho de que cada vez había menos profesores que aportaran y… en definitiva, solo hice dos años porque me llegó la evaluación como actriz de teatro en ese lapso”.

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¿Puedes decir que desde ese entonces siempre tuviste un acercamiento a los niños?

“Sí, siempre vinculada al teatro infantil en la escena, siempre hubo ese puente. Yo siempre digo que mi mayor escuela ha sido Caleidoscopio. En seis años me enseñaron mucho de lo que se y me perfeccionaron lo que ya traía de antes. De ahí pasé a La Marabal, que es donde estoy ahora”.

¿Causas de la variación del rumbo hacia la payasita Travesura?

“Hoy tras 11 años entiendo que mi economía fue la razón inicial, pero estoy convencida que no la única. Tenía otras necesidades y un amigo que estudió conmigo en la época de la Escuela de Instructores de Arte me propuso formar un dúo como payaso y le dije que no, que me veía como alguien muy serio y que no daba para eso.

“Pasó el tiempo y hablé con Maikel sobre esa variante, que es comentarista deportivo y montamos un pequeño espectáculo y lo empezamos a hacer. Así surgieron Bolsillito y Travesuras”.

¿Cómo fue en esos inicios el tema de insertarse en el mercado de una actividad que ha proliferado en los últimos años?

“Comenzamos de forma muy elemental. Ese primer espectáculo tenía 30 minutos, con algunos juegos de participación, pequeños trucos de magia que habíamos comprado, sketch ligeros, acercamiento a los niños... Un poco rústico si lo analizamos ahora y en ese momento lo que hacíamos era cubrir cumpleaños que otros nos cedían y en esos espacios aprovechábamos para repartir tarjetas de nuestro pequeño espectáculo.

“Así, a medida que fuimos adquiriendo economía, fuimos depurando el show, entiéndase mejorando los vestuarios, superándonos con búsqueda de nuevos números, juegos, internet como herramienta. Entonces nos fuimos haciendo de clientela, por recomendación o a través del rumor. Igualmente apoyamos algunas actividades de compañías infantiles”.

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¿De qué se compone la rutina diaria en un día de show?

“La rutina en un día de show comienza con la preparación de todo el andamiaje, velar que no se quede nada. Siempre es muy importante consultar mapas porque en ocasiones son súper lejos los cumpleaños y el transporte está bien difícil.

“Cuando llego me alisto rápido, porque además de que el maquillaje no es tan difícil, hay ligeras diferencias entre el payaso de cumpleaños y el de circo. Este último tiene que tener conocimiento de magia, malabares, acrobacia… nosotros más bien somos más animadores, más comunicadores. Se trata de promover la participación de los pequeños, que estos se involucren y sean protagonistas.

“Vestirme es rápido. Suelo ir con ropa cómoda para en ocasiones vestirme encima. Casi siempre hacemos un cumpleaños con un solo vestuario, solo que en ocasiones tenemos tres o hasta cuatro en un mismo día. Entonces ahí te exiges cambios.

“Actualmente poseemos varios vestuarios, en consonancia con la locación: si el local es climatizado, si es en la playa... así lo adecúo”.

Llevas casi 11 años haciendo estos espectáculos. ¿Cómo lo has podido simultanear con otros roles más serios?

“Es buscar el espacio para cada cosa. A estas alturas los cumpleaños no los tenemos que pensar tanto. Nos salen más fluidos, por el hecho de haber hecho tantos durante este tiempo. Me olvido de los cumpleaños cuando no tengo y me dedico a aprenderme los textos relacionados con la actuación y el teatro. Travesura es un personaje como puede ser cualquier personaje de una obra de teatro. Lo he ido construyendo y domado con los años. Hoy día es fácil, amén de que uno inicia un show y va con una idea preconcebida y este puede variar de repente en dependencia del comportamiento tanto de niños como de adultos. Con niños muy pequeños hay que lograr que entiendan.

“Quizás los payasos o Travesuras me han frenado a la hora de estar en un grupo de teatro de esos que tengan una carga o exigencia mayor, de esos fuertes con régimen de ensayo duro. Siempre he estado en grupos que poseen cierta flexibilidad, aunque me ha pasado que un día he tenido tres cumpleaños y luego una obra en la noche. Las pautas las ha marcado durante este tiempo mi labor como Travesura.

“Algún día tendré que decir suficiente con los payasos y buscar algo que me llene. Hasta ahora, no ha sucedido que me haya encontrado, ni he buscado una oportunidad de mayor envergadura. Lo que sí te puedo asegurar en este punto es que los niños me cautivan y los roles teatrales serios constituyen mi nicho de realización profesional".

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¿Nunca pensaste en terminar los estudios superiores de actuación?

“El ISA no pensé terminarlo, pero el próximo septiembre comienzo en la Universidad la Licenciatura en Turismo. Tengo 30 años, pero siento que tengo energía y motivación para enfrentarlo”.

¿Ese fin económico ha aportado los dividendos que esperabas?

“Al principio cobrábamos 20 cuc para dos personas. Pagábamos un sonidista, más otros gastos como transporte. Con el paso del tiempo aumentamos a 30 y no dependíamos de terceros que nos cedieran sus cumpleaños. En nuestro caso, el audio es un soporte importante dentro del espectáculo que tenemos montado.

“Con ese precio hicimos una clientela mayor, fines de semana de ocho, nueve cumpleaños. Paralelamente mejoramos todo, incluimos títeres, nos hicimos de muñecones. Hoy tenemos una oferta bastante amplia, con parque inflable, rositas o algodón, muñecones. El tiempo de espectáculo se extendió a 45 minutos o una hora, en dependencia de las edades de los infantes.

“Hoy día cobramos 40 cuc y hemos moldeado el producto en todos los sentidos. Pasamos por un proceso de ahorro y sacrificio para hacernos de nuestra propia gama de productos y estableciendo alianzas con el muchacho de los cakes, los sonidistas y el equipo de audio. He tenido la oportunidad de viajar y de comprar otras cosas como las máquinas de algodón y de rositas…”

Se dice fácil 11 años, pero ¿cómo han logrado la química Maykel y tú durante todo este tiempo?

“Lo mejor que tenemos nosotros es que profesionalmente nos complementamos. Su personalidad es muy diferente a la mía: yo soy mucho más cerrada, pero siempre ando buscando ideas. Sufro una transformación total a la hora de trabajar. No paro de bailar y saltar cuando estoy con los niños y esa es la esencia para mí, transmitir esa energía y alegría a los pequeños.

“Antes me sacaban de quicio los niños, ahora me encantan. Lógico, hemos tenido discusiones, discrepancias. Pero luego todo vuelve a la normalidad. El conocernos muy bien como personas ayuda. Creo que muy pocas parejas de payasos sin ser pareja en la vida, han transitado tanto tiempo juntos sin separarse. Nosotros nos llevábamos muy bien, siendo muy amigos, pero en el plano personal esa amistad ha variado. El trabajo ha puesto una especie de barrera”.

¿Qué ha sido lo más importante para ti en todo este tiempo?

“No hay un público más sincero que los niños, tanto en Caleidoscopio como en los cumpleaños. Cuando algo no le agrada te lo dice o lo hace saber por la expresión de su rostro, o sencillamente deja de prestarte atención. He aprendido a mirar, a conocer las reacciones de las personas para quién trabajo. Eso lo he llevado al teatro y se traduce en que he ganado mucho en sensibilidad.

“He mejorado como persona y es un termómetro excelente para crecer, mejorar. Así hemos ido moldeando nuestro espectáculo. Así he ganado como la Ariadna persona, que es lo que considero crucial”.

Histriónicamente, ¿quimeras o anhelos?

“Muchas personas piensan en el cine o la televisión. No descarto esas opciones y quisiera de hecho poder hacer una buena película o dramatizado para poder demostrar. Más que eso me gustaría hacer una obra en la que sintiera que me están sacando todo actoralmente, cuerpo, diálogos, voz, proyección. Por supuesto que me quedara bien y que la ovación final del público parezca interminable. Esa es la mejor señal de que quedaron satisfechos con tu puesta. Roles que estoy consciente que demandarían más tiempo de mí”.

¿Qué hay de distinto entre la Ariadna espectadora y la Ariadna tras bambalinas o disfrazada y maquillada?

“Tras bambalinas es un nervio que tú intentas controlar, pero en lo único que piensas es en que al público le guste. El teatro tiene eso, siempre están los nervios, pero uno nunca tiene la certeza 100% de lo que sucederá, no hay corte. Sales a escena y sueltas esa carga, porque es como una piedra.

“Desde los asientos, pides igualmente que te llene la obra y, de ser así, sientes la necesidad de hacer algo parecido. De las obras que haya visto, me encantó Visiones de la cubanosofía. Me sentí bien por verla y mal por no haber sido yo la que estuviese sobre el tablado. De las que he hecho, una sobre la vida de Ernesto Lecuona. Hice un personaje de una señora mayor que tenía muchos matices y pasaba por muchos incidentes climáticos. Sentí que lo había explotado bien.

“Como Travesura, lo primero es que les guste físicamente, esa reacción inicial es determinante para el resto del espectáculo. Nuestros vestuarios y maquillaje no son muy agresivos, para que ellos no lloren ni ese primer impacto sea tan agresivo. Cuando ellos exclaman, te abrazan, te dan la mano y esas cosas, pues lo demás es más sencillo. Cuando lo veo, me sensibilizo o solidarizo. Siempre desde un prisma analítico. Por lo general, los payasos de cumpleaños son empíricos, no poseen conocimientos de actuación”.

¿Autopreparación?

“El éxito depende de no repetirse excesivamente. Lograr que todo lo que hagamos tenga alguna enseñanza. Por lo general, cuando las personas repiten, hay que renovarse, y eso requiere tiempo”.

¿Otras pasiones de Ariadna?

“Me encanta bailar, fundamentalmente salsa. Disfruto una buena obra de teatro. Me apasiona andar con mis amistades. Donde ellos vayan, en ese ambiente me siento bien”.

¿Te has vizualizado haciéndoles el cumpleaños a tus hijos?

“Me he visualizado tratando de darles un súper cumpleaños, pero no siendo yo parte del espectáculo o actuando”.

Ese ha sido el sendero de Ariadna. Entre tablas, colores, sonrisas y maquillajes. Su amor por los niños ha crecido sobremanera, su visión sobre las cosas ha ganado en agudeza y sensibilidad. En cualquier variante, la actuación y los niños han marcado el curso de su vida. Y confiesa que para bien.

Señal de que más allá de posibles avatares o adversidades, Cuba es un tablado en el que se puede triunfar, sin renunciar a nuestras pasiones o vocación.

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