ZONA CRÍTICA: ¡Apague su celular!

ZONA CRÍTICA: ¡Apague su celular!
Fecha de publicación: 
8 Julio 2017
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Parecería obvia la prohibición de usar teléfonos móviles durante los conciertos y funciones en salas de teatro. La mayoría de las veces se explicita antes del comienzo de la presentación. En muchas ocasiones, incluso, se insta a apagar los aparatos, porque el hecho de ponerlos en vibrador también puede molestar: a no pocos espectadores les da por contestar las llamadas, o insisten en salir del teatro para hacerlo, con toda la incomodidad que implica ese acto para el resto del auditorio, para los artistas sobre el escenario.

¿Por qué siguen sonando los móviles en medio de representaciones escénicas? ¿Por qué alguna gente hace caso omiso a las más elementales normas de comportamiento en lugares donde se exige silencio?

Y no son solo los teléfonos. Últimamente hemos sido testigos del incremento de prácticas que hace algunos años eran aisladas. Ahora es normal que la gente entre a una función de ballet con paquetes de pellys, que abran y manipulen el naylon en medio del adagio del segundo acto de El lago de los cisnes, que coman, que dejen el envoltorio al pie del asiento…

Se advierte que no está permitido el uso de cámaras fotográficas o de video, salvo expresa autorización, y cuando menos se espera, se enciende un flash que rompe el efecto de la puesta, que puede desconcentrar al artista o al público.

En plena representación, se conversa como si se estuviera en un parque público. Y no hablamos del comentario puntual, comedido, sino de conversaciones completas. Hasta el punto de que otros espectadores se sienten obligados a mandar a callar y al hacerlo, también hacen ruido.

Algunos llevan niños muy pequeños a las funciones, y son incapaces de lidiar con las naturales reacciones de esos niños. Si un bebé comienza a llorar en medio de un concierto (habría que preguntarse qué hace un bebé en un concierto, pero no nos pongamos demasiado estrictos), la lógica más elemental dicta que la madre o el padre deben salir inmediatamente de la sala. Pero algunos, y esto ya es demasiado, intentan calmarlos sin moverse del asiento. Y si los niños son más grandes, hasta se permiten regañarlos.

Falta disciplina, falta educación, sentido común, cultura. Y falta también rigor por parte de las administraciones de los teatros, que suelen ser demasiado permisivas ante estos hechos. Las regulaciones existen, pero pueden violarse con absoluta impunidad.

¿Por qué? ¿Hasta cuándo?

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