Madrastras, las verdaderas víctimas de los cuentos clásicos

Madrastras, las verdaderas víctimas de los cuentos clásicos
Fecha de publicación: 
21 Junio 2017
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Pensemos solo en las narraciones compiladas por los Hermanos Grimm. Al vuelo, recuerdo a la retorcida bruja de Blanca Nieves y la cínica madrastra de Cenicienta.

Desde principios del Siglo diecinueve los niños del mundo crecen escuchando estos ejemplos negativos, encima los dibujos animados y hasta el cine se han encargado de ponerle colores, voces, imagen y sonido a estos funestos personajes ¿cómo quedan entonces los niños cuando papi les presenta a su nueva esposa?

“Todas las madrastras son malas”, me aseguró ayer una vecina que, ella misma, fue la mejor del mundo cuando le tocó asumir ese roll: “pero es que yo nunca fui madrastra, esa palabrita no me gusta, yo traté siempre de que la niña de mi esposo no viera en mí lo que yo en la esposa de mi padre, así que en los más de diez años en que casi convivimos traté de colaborar con su mamá y no de suplantarla por momentos y en cuanto a ella, pues me fui haciendo su amiga”.

Ciertamente el término ya suena, cuando menos, sospechoso de maldad y muchos, como mi vecina, prefieren no emplearlo, sin embargo, tampoco parece saludable ese rechazo desde el prejuicio ancestral a una relación que varía, como todas, de unos a otros seres humanos: “Mi madrastra me adora”, asegura Lean, un niño de diez años y agrega: “ella y mi mamá se llevan bien, desde que yo era muy chiquito mi papá y mi madrastra viven juntos y yo no tengo ninguna queja de cómo me ha tratado, a veces creo que se ocupa de mí más que él”.

La experiencia de Lean no  es la de los cuentos de los hermanos Grimm, pero hay un detalle, parece no haber experimentado conflictos ni predisposiciones por parte de su mamá y ese es otro punto importante, en opinión de Nancy, una madrastra a la que se lo han puesto difícil: “Imagínate, el niño de mi marido es bueno, pero viene instruido, es como si me vigilara, repite todo lo que yo digo, no le gusta la comida que cocino y si hay algún inconveniente entre su papá y yo, enseguida lo ves con el celular informando a la madre, a veces las mujeres nos comportamos más como ex esposas resentidas que como madres que quieren lo mejor para sus hijos”.

La mayoría de las veces, cuando hay una separación, los hijos se quedan con la madre y es el padrastro al que le toca compartir la crianza de los frutos del matrimonio anterior, pero no faltan casos en los que sucede al revés y, como Cenicienta, alguna niña tiene que convivir con su benévola o maléfica madrastra, entonces los retos son mayores aún.

Las familias reconstituidas son una realidad cotidiana y, sin ser ingenuos, que hay de todo, no es justo que la pésima reputación generada por los cuentos de hadas, las ponga en desventaja desde el comienzo, basta el sentido común para saber que no son las madrastras o los padrastros como concepto lo que es bueno o malo, sino los seres humanos a quienes les toca interpretar ese papel en la vida real.

Desde la práctica nos llegan algunos consejos sobre cómo desmitificar a estas figuras y construir familias más armónicas, una de ellas es reconocer cada cual los espacios que le corresponde asumir, así lo explica Mirta: "Yo tengo una relación maravillosa con la hija de mi esposo, a veces me cuesta encontrar el papel en el que me encuentro yo con relación a Dianita, pues soy la pareja de su padre, pero ella tiene una madre y son sus padres los que toman las decisiones importantes de su vida. Cuando se constituye una familia con hijos de matrimonios anteriores es necesario que haya mucho diálogo y comunicación dentro de la pareja para que las diferencias no deriven en malos entendidos".

Mirta también tiene dos hijos contemporáneos con Dianita y asegura que ese es otro gran reto: “A veces discuten entre ellos y es difícil, no sabes cómo afrontarlo, generalmente lo mejor es dejarlos que resuelvan sus diferencias sin una intervención muy autoritaria que puede ser entendida como parcialidad, pero no siempre es posible, también tienes que tener en cuenta respetar las costumbres, porque cada uno llega con un back ground elaborado por la familia anterior y no se puede violentar eso…”

Mi vecina, Lean y Mirta han vivido experiencias que se pueden catalogar como positivas, desafortunadamente no todas tienen esos matices, desde cualquiera de las posiciones la relación con las madrastras o padrastros se pueden volver tóxicas, lo triste es que los más afectados, sea cual sea el culpable, son generalmente los niños, niñas o adolescentes quienes quedan al centro del volcán.

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