Historias de perros y de humanos: “Murió Lulú”

Historias de perros y de humanos: “Murió Lulú”
Fecha de publicación: 
25 Mayo 2017
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Llegó a la casa y con ella creció la alegría familiar. Acostumbrada a la vida callejera, Lulú no solo apareció con una “barriguita” —y luego cinco perritos—, sino que unos meses después debutó con un padecimiento del que conocimos muy poco hasta el desenlace final.

No voy a enumerar aquí los síntomas, pues no es el propósito de estas líneas, pero quienes sienten amor por los animales sabrán comprender cuánto se sufre con uno enfermo.

La odisea comenzó mientras buscábamos un veterinario. “El de la calzada, está recién operado de catarata”, “la rubia que vive por allá ahora no está trabajando”, “el chiquitico viene, le pega una inyección, y con la misma se va, claro con el dinerito en el bolsillo”, fueron algunas de las frases que por esos días escuchamos de los vecinos.  

A duras penas encontramos uno que luego resultó igual o peor que los demás. Afectado por la bebida —aunque llegaba sobrio— X (vamos a llamarlo así) decía una y otra vez que la perrita lo tenía desconcertado. Comenzó poniéndole un tercio de un suero, “para hidratarla”, después le inyectaba penicilina que en la casa conseguíamos. Así un día tras otro, pero Lulú nunca mejoró.

¿Negociantes médicos o médicos negociantes?  

Muchos son los beneficios que traen las mascotas en la casa, sobre todo para los adultos mayores que permanecen solos una buena parte del día. Perros y gatos son los más comunes, pero no son los únicos.

Todo marcha bien hasta que un día enferman. Entonces, como dije antes, empieza el dilema. Actualmente no solo se trata de encontrar un veterinario bueno, que valga la pena, sino localizar uno, en ocasiones, se hace difícil.

Una colega de oficina —dueña de Corazón, Corbata, Niña y Jennifer, cuatro perritas satas— me contaba que “dio” con Miosotis, una veterinaria profesional que reside cerca del paradero de Playa, al oeste de la capital.

Después de relatarme “cuentos de horror y misterio” sobre el asunto y los avatares para curar a Corazón —con varios diagnósticos— le pregunté cómo había tropezado con esa veterinaria y me contó,  sorprendentemente, que una conocida suya había venido desde la provincia de Matanzas para que le tratara a su mascota. Al final ella la salvó y por eso la recomendaba.

 

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                                       Aquí está Corazón, salvada por el amor de Miosotis.

“Resulta difícil encontrar un veterinario, lo que se dice un profesional en toda la extensión de la palabra”, dijo Andrea, la “madre” de las perritas, luego de expresar un rosario de todo lo que había afrontado hasta llegar a Miosotis: “diagnósticos errados y cobrados, análisis a costos elevados con pagos en CUC y ausencia total de ética profesional”.

La “salvación” llegó tardía

Una larga espera acompañada de sufrimiento de todos en la casa, mientras veíamos sufrir a Lulú me hizo acudir a amistades de antaño, a las cuales no había recurrido hasta ese momento por motivos de lejanía.

Instantes después de un gran aguacero llegó la pareja. Ella mi amiga, él su esposo de toda la vida. En cuanto los vi aparecer les dije: “A pesar de las circunstancias, me alegro mucho de verlos, pero sobre todo a Manuel”, manifesté con absoluta sinceridad.

Le explicamos lo que había padecido Lulú en los últimos días, la miró detenidamente, y en apenas unos minutos sentenció: “Es moquillo canino”. ¿Se hubiera podido salvar?, le pregunté angustiada. “Bueno, a tiempo podría, pero siempre quedan secuelas”, fueron palabras dictadas como una sentencia.

Yo me he quedado apesadumbrada, con cierto sentimiento de culpa. Lulú tuvo asistencia médica, ¡perdón, fue puro interés! El  “veterinario X” no se conmovió ante su cuerpo huesudo, larguirucho, y sus ojitos mustios. No mostró compasión, ni expresó angustia por el dolor ajeno, que era el nuestro.

Manuel, mi amigo, puso fin a su vida con una inyección. Preferí no presenciar la escena, mientras mi corazón se estrujaba de dolor y yo alejaba a mi familia del triste suceso. La historia de Lulú me deja un sabor amargo. ¿Por dónde andan los sentimientos de algunos seres, que se dicen llamar veterinarios?

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