La Revolución, los jóvenes y el perenne desafío de sumar

La Revolución, los jóvenes y el perenne desafío de sumar
Fecha de publicación: 
3 Abril 2017
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Sumando ideas. Sumando alegrías. Sumando voluntades. Desde hace largo rato -casi un año, para mayor precisión-, podemos hallar y leer cualquiera de estas frases en afiches, pegatinas, camisetas, spots televisivos y otros soportes de la campaña promocional de la Unión de Jóvenes Comunistas a propósito de este cuatro de abril.
   

No son palabras escogidas al azar ni hilvanadas como slogan o adorno. No se repite el verbo por puro afán de machacar.  Sumando ideas, voluntades, alegrías -y pasión, esfuerzo, realizaciones-, llega y recibe la vanguardia juvenil a este abril de sus 55 primaveras.

   
Nada tiene de extraño. Sumar ha sido la fórmula ganadora desde siempre, incluso antes de nacer, no ya la UJC, sino la Revolución misma, en su concepción como obra colectiva, imposible de construir sin la participación real y consciente del pueblo y de esa protagonista sine qua non de todo cambio que es la juventud.

   
Si miramos atrás y hurgamos, libros, periódicos y hasta alguien de la familia o entre nuestros conocidos nos contarán, por ejemplo, de las Brigadas Juveniles de Trabajo Revolucionario, casi dos años mayores que la UJC (la convocatoria fue hecha pública en mayo de 1960) e hijas de un idéntico propósito de sumar, salvar y ganar, y de la proverbial e infinita confianza de Fidel en los jóvenes.

   
Porque de Fidel fue la idea. ¿Qué hacer con los jóvenes que la Revolución halló sin estudios ni un trabajo fijo? No faltaban quienes los tildaban de marginales, "carne de presidio", pero, ni pensar en abandonarlos a su suerte y, para miles aquella fue -como tantas en todos estos años- una puerta abierta, la oportunidad de descubrirse, probarse y darle un sentido y un destino mejor a sus vidas.

   
Los hasta entonces excluibles y excluidos probaron ser buenos entre los buenos. Las BJTR constituyeron forja de revolucionarios y escuela de cuadros y militantes para la UJC. Los Cinco Picos -como los llamaron y se les recuerda por la proeza de alcanzar cinco veces la cima del Turquino- hicieron historia.

   
No le fallaron a Fidel, como jamás ha fallado la juventud cubana a su Revolución, suya, sí, obra -bien lo ha dicho el General de Ejército Raúl Castro- del sacrificio de todos los jóvenes en todas las épocas que les han tocado vivir y luchar.

   
Debemos asegurar y asegurarnos de que así seguirá siendo. Y me refiero a nosotros, sus mayores, responsables de su formación y destino. De eso va esa continuidad histórica de la que tanto se habla y que no es misión para quién sabe cuándo ni carrera de relevos. El futuro es y se hace y decide ahora, y en el trecho que recorremos juntos, hemos de prepararlos, foguearlos, darles todas las oportunidades de crecer y ponerlos a prueba, sin paternalismos.

   
Mucho se ha dicho y escrito de los mega proyectos Sonando y Bailando en Cuba, pero entre sus aportes y aciertos, me quedo con la imagen de esos muchachos saliendo a "comerse el mundo" cada noche en el teatro Astral, creciendo en cada presentación, luchando en buena lid para hacer realidad su sueño.
   

Malo es cuando sucede como a ese joven camagüeyano, víctima de la burocracia, la pereza y poca visión -no suyas, por supuesto-, y que días atrás, en reunión del Consejo Nacional de la Brigada de Instructores de Arte José Martí, hizo inventario de obstáculos para llevar a su "pedacito" saberes y experiencias ganados en la Misión Cultura Corazón Adentro, en Venezuela.

   
Verdad es, también, que aun cuando hablamos de sumar, a veces terminamos excluyendo. Para una misión importante escogemos al "bueno conocido"; si algo ha de hacerse rápido, acudimos a los que sabemos dispuestos -con los demás se pierde demasiado tiempo explicando-, y al final acaban siendo casi siempre los mismos.

   
Lo peor y más terrible, lo que debemos impedir, es que un joven se deje ganar por el desaliento, que sienta que no lo dejan crecer, que le cortan las alas, que nada hay para él, que no tiene lugar, que no cuenta, sobre todo porque sí que cuentan, todos y cada uno.

   
Hoy más que nunca Cuba precisa de sus jóvenes: de su ímpetu, alegría, talento, emprendimiento, capacidad de entrega, altruismo, rebeldía, su espíritu revolucionario por naturaleza y tan ajeno a los dogmas, el conformismo y la inercia. Necesita, incluso -por qué no-, de su terquedad, impaciencia, temeridad e irreverencia.
   

Dicen algunos que los años gloriosos de la Revolución pasaron, que la epopeya quedó atrás, que estos son otros tiempos. Que me disculpen, pero soy de los que creen que el tiempo joven no muere, como también que en esta y en cualquier época, a los jóvenes hay que saber ganárselos, enamorarlos de un proyecto, conquistarlos.

   
Hace bien la UJC al dedicar la fiesta al Comandante Fidel. Nadie merece más el homenaje. Nadie como él para sumar y unir, salvar y ganar, para "conectar" con los jóvenes, saber pedirles, contagiarles las ganas de hacer, convidarlos a soñar y volar muy alto, y hacerlos sentir gigantes, capaces hasta de lo imposible.

   
De ese excepcional maestro hemos de aprender para, ahora sin él, seguir haciéndolo y sumando -de nuevo el verbo, claro que sí- abriles de juventud y de victoria a la Revolución.

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