IV Clásico Mundial de Béisbol: Estados Unidos, a la cuarta, la vencida

IV Clásico Mundial de Béisbol: Estados Unidos, a la cuarta, la vencida
Fecha de publicación: 
23 Marzo 2017
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De antemano el partido final entre Estados Unidos y Puerto Rico cargaba morbo de sobra. Convencido estaba de que millones de cubanos serían puntuales como los ingleses a las nueve de la noche para degustar la batalla entre dominador y dominado, entre la pimienta y la entrega total boricua, versus la profesionalidad y exactitud de los norteños, dueños de la mejor Liga del Mundo, en calidad de anfitriones en el Dodgers Stadium de Los Ángeles.

Máxime cuando ambos elencos habían emergido airosos por la mínima en soberbias semifinales frente a Holanda y Japón, por ese orden.

Con la mesa servida arrancó el desafío y el duelo entre Seth Lugo y Marcus Stroman parecía pintado. Ambos colgaron ceros sucesivos hasta que en el tercer inning, el hombre proa estadounidense Ian Kinsler, desapareció la pelota con Jonathan Lucrey en circulación.

Esas dos anotaciones bastarían, pero la ofensiva de los comandados por Jim Leyland destilaba oficio del primero al noveno, acostumbrados a jugar con acierto milimétrico en situaciones de tensión suprema y hacia el quinto acto hicieron saltar del box a Lugo sin poder sacar outs, luego de 80 envíos y siete ponches.

El bullpen boricua tampoco pudo hacerse justicia y los restantes seis serpentineros utilizados por Edwin Rodríguez, se repartieron otras cuatro anotaciones permitidas, para tornar el choque abierto y el veredicto parecer anticipado, frente a una batería que casi en sau totalidad pegó inatrapables, a excepción de Adam Jones, elemento que da fe de la sobrada calidad de sus hombres libra por libra.

Especialmente porque el derecho Marcus Stroman, después de haber sufrido un revés en la justa, se presentó en tarde noche impecable ante los más de 51 500 espectadores que se dieron cita en el considerado mejor terreno de béisbol de esa nación. Con economía inusitada de lanzamientos y apostando a la buena colocación de sus comandos y un repertorio que incluyó sinker dominante, slider, curva, cambio de velocidad, recta y recta cortada, vio caer uno por uno los maderos de sus contrarios, a tal punto que hasta los albores de la séptima entrada no permitió el primer indiscutible, doble de Ángel Pagán. Anteriormente solo Carlos Beltrán se le había embasado por boleto al derecho de los Azulejos de Toronto quien terminó con récord de 9-10 en su última campaña en la Gran Carpa, ponchó a 163 y en esta oportunidad repartió su dominio a razón de 12 rollings, tres elevados y otros tantos estrucados.

Del resto se encargaría el sólido bullpen “yanqui”, con hombres que fueron llamados de la bolsa de diez serpentineros de reserva para actuar en las instancias decisivas. Se encargaron de establecer el clásico cerrojo, Sam Dyson, el semisubmarino Pet Neshek, y el supersónico Robertson.

Una pincelada sobre el pitcheo abridor norteño: trabajaron para 1.30 limpias en 37 inings sobre la colina de los martirios, su relación ponches-boletos fue de 29-4, y exhibían un Whip respetabilísimo de 0.89 antes del show de Stroman.

Así, con la mayor seriedad y preparación que haya percibido en cuatro ediciones, los estadounidenses finalmente saldaron la deuda con su afición y se hicieron de la corona, para acompañar a Japón y República Dominicana en calidad de monarcas.

Y me refiero a seriedad y preparación, no solo por el hecho de patentar la forma y el rendimiento tanto individual como colectivo de varias de las novenas implicadas, especialmente las cuatro semifinalistas, sino también por la calidad de los partidos disputados, la rivalidad en todo momento, la sed de triunfo de los elencos involucrados. Ese constituyó el mayor incentivo para que 1 086 720 personas concurrieran a los estadios.

En el caso de los estadounidenses, si bien sucumbieron en dos encuentros en la ronda preliminar y el round robin de segunda fase, y pese a notables ausencias de estrellas, armaron un equipo muy sólido en todas sus líeas, sin fisuras, y así lo demostraron en el terreno de juego en los momentos climáticos, ganando los encuentros cruciales. Se sacudieron de los sinsabores de las tres versiones precedentes, en las cuales siempre salieron como contendientes y acumulaban idéntico balance de 10 victorias y otros tantos fracasos.

Las palmas para Puerto Rico, por segunda vez en línea finalista, con un líder indiscutible en la figura del receptor Yadiel Molina, y con esa mecánica de grupo que los hizo avanzar, sin contar nominalmente con esa constelación de estrellas, a fuerza de buen béisbol, y entrega y coraje a borbotones. Su tránsito invicto hasta el juego de vida o muerte, los avala sobremanera. Cabellos rubios, actitud de vencedores siempre, corazón rojo y latiendo fuerte en todo momento, metidos como si les fuera la vida dentro de cada desafío.

Enseñanzas para nuestras huestes hay muchas. La primera de ellas visible: la pelota cubana ni por asomo ana cerca del primer nivel mundial, de ahí que los objetivos hayan variado tanto en menos de una década. Si antes la aspiración constante era discutir el título en cualquier competición y a cualquier nivel cualitativo, ahora avanzar a la siguiente ronda, puede antojarse un resultado decoroso.

Muchos claman por un equipo Cuba unificado, pero esa decisión en este minuto, no pasa por las buenas intenciones y acuerdos que puedan sostener la MLB y la Federación Cubana. La Oficina de Activos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, y me atrevería a decir que un poco más allá, son quiénes tienen el poder de determinar en ese sentido. Esas cuestiones y otras asociadas a la realidad de nuestra pelota, desde infraestructura, estructura competitiva desde categorías inferiores, hasta el nivel de una Serie Nacional que a lo sumo la catalogo de clase A, serán objeto de otro comentario.

Por ahora vuelvo sobre el Clásico, pues Estados Unidos, a la cuarta, demostró ser el mejor team sobre la cancha, haciendo honor finalmente al hecho de poseer el mejor certamen liguero de las bolas y los strikes en el planeta.

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