Otra vez sobre los boteros: “Cortar las alas a la avaricia”

Otra vez sobre los boteros: “Cortar las alas a la avaricia”
Fecha de publicación: 
16 Febrero 2017
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La muchacha camina de un lado a otro sin consuelo. Son la una y media de la tarde y está en el Vedado —calles 23 y 8— tratando de tomar un “botero” que la adelante hasta el centro de La Habana. Lleva apuro, pues debe llegar antes de las tres a la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña para la presentación de un libro.

A las cuatro de la tarde, desfallecida, y con el ánimo por el piso, le timbró a la madre por el celular: “Ahora mismo he llegado. Después que te fuiste caminé hasta la parada de 12 y 23, ahí la historia era imposible. Luego decidí caminar hasta la avenida G y tomar el P-11, que lleva el destino de Alamar. ¿De carros? De ese tema ni me hables”, le respondió incómoda.

El testimonio me lo relató una amiga que sabía escribiría hoy del tema, y me pareció oportuno apoyarme en él, aunque mi experiencia diaria por disímiles zonas de la capital, me corroboran una realidad: el transporte urbano está “malísimo”, pero los llamados boteros “no pierden ni a las escupidas”, como me dice siempre un vecino.
Vayamos por partes…

El pasado 9 de febrero el Gobierno de la capital anunció precios para los taxistas privados, con el objetivo esencial de proteger a la población debido al fraccionamiento de las rutas que desde hace algún tiempo viene ocurriendo a la vista de todos.

Una medida similar se tomó en julio del pasado año, cuando los transportistas por cuenta propia multiplicaron el precio de los pasajes urbanos, luego de las medidas anunciadas durante la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular (8 de julio último) para afrontar las limitaciones de la economía en el segundo semestre del año.

En ese entonces, el “Estado tomó las riendas del asunto” —tal y como aseguré en un reportaje publicado sobre el tema en estas propias páginas— al plantear que se tomarían medidas con los choferes que no acataran la disciplina, relacionado en ese entonces con la estabilidad de los precios establecidos hasta ese momento.  

De ello han transcurrido varios meses, y todo parece indicar que ahora con el establecimiento de precios referenciales de las rutas según el origen y destino en los tramos intermedios cambió el “modo operandi” de los choferes. Es decir, ahora no hubo incremento en el precio de los pasajes, pero solo hacen los tramos largos. Para el caso, lo mismo.

La realidad hoy
"
¿Qué ha pasado entonces a partir del 9 de febrero?, pues "algunos choferes han parqueado sus taxis",  “las calles están imposibles” y “tomar un carro particular se ha vuelto cosa de locos luego de lo anunciado"

El asunto es recurrente entre la población y también está visible en las redes sociales, las cuales —incluso— permiten intercambiar criterios entre los foristas.

Revisando Cubadebate, por ejemplo, encontré opiniones que debemos tener en cuenta al hacer un análisis de la situación.  

Los taxistas nunca van a aceptar que nadie le ponga precio a su negocio y menos esos 5 pesos en tramos cortos. Si no se toman medidas rápidas, eso creara un gran problema.

En tanto kamilo preguntaba: ¿Cuándo van a topar el precio que cobran chapisteros, mecánicos, poncheros y toda una fauna que vive de los boteros, por ahí es por donde hay que empezar, caerle arriba a los boteros es igual que lavarte la cara y dejarte el resto del cuerpo sucio pero, desgraciadamente, es la cara la que se ve y en ella se gasta toda el agua y jabón.

Y Fabio Máximo —con un poco de más sensatez— señalaba:

No entiendo como algunos hablan de los boteros como si fuesen víctimas de una gran injusticia. Cobran por viajes cortos, igual que por uno más largo, le cobran igual, por cinco cuadras que por 20 tramos cortos por cinco pesos, es buen negocio, pues el taxi se vacía más rápido y es otro nuevo cliente que monta enseguida. El negocio de los boteros está muy lejos de encontrarse en baja. Solo recuerde que para coger un taxi en 23, antes de los nuevos precios, era demorado a cualquier hora y casi imposible a partir de las cuatro. Todos saben que ese no es un negocio de cuatro quilos y vivir al día. Ganan más que la mayoría del pueblo, y se han vuelto tan codiciosos, que no les importa esquilmar hasta el último cubano.

La cuestión tiene muchísimas aristas

Algunas personas argumentan lo mismo que dijo Kamilo: los elevados precios de los combustibles y de los accesorios de los carros, el costo de la mano de obra de mecánicos, chapistas y poncheros.

Otros, que constituyen mayoría consideran que las medidas siempre se toman de manera “tardía”, luego de que estos transportistas privados “anden haciendo de las suyas”, situación que afecta al pueblo en primerísimo lugar.

Están quienes incluso cuestionan la procedencia del petróleo —o gasolina en menor caso— que utilizan esos carros, y la poca presencia que tienen en los establecimientos estatales donde se adquieren estos combustibles, es decir los llamados popularmente Cupet.

María Josefa, una trabajadora que a diario recorre varios municipios de la capital cree que: “La falta o baja disponibilidad del transporte público (ómnibus) es esgrimida por muchos como la principal causa del problema. No podemos dejar de reconocer que ahora este obedece a disímiles razones, algunas interrelacionadas, las cuales han desatado un efecto dominó entre los sectores vinculados al servicio”.

En los inicios todo comenzó bien, se cobraba diez pesos, por lo que la población los bautizó como “los carros de diez pesos” —comentó Inés—. De esta manera, la falta de control sobre la actividad generó espacios para que cada cual comenzara a hacer lo que le venía en gana, sobre todo alimentar las ilegalidades.

El orden genera orden

Un artículo publicado esta semana en el periódico Trabajadores — La indisciplina es inaceptable— señalaba que, en La Habana, no obstante los esfuerzos hechos por el Estado, faltan ómnibus para el transporte público.

“Según declaraciones de uno de los funcionarios de la dirección provincial del transporte están casi al 50 % y se transporta diariamente más de un millón de pasajeros, en una ciudad donde viven más de 2 millones de personas”, explicó el entrevistado.

Al analizar este panorama podemos percibir cuán compleja resulta el escenario. Lo que sí es inaceptable es que los llamados “boteros” sigan incrementando sus arcas y las de los llamados dueños de los carros, pues se conoce que una gran mayoría de ellos abonan diariamente hasta más de 700 pesos (por lo bajito). Entonces, ¿cuánto en realidad se buscan en la calle día tras día? Seguramente, lo que no gana ningún trabajador de este país de manera honrada.

Las medidas tomadas en relación con el asunto— y no podía ser de otra manera en un país como el nuestro— son bienvenidas por la gran mayoría de la población, por quienes cada día “sufren” los avatares de un transporte público deficiente, un fenómeno multicausal.  

Ahora prefiero cerrar el comentario con la opinión de un asiduo lector de CubaSí, por demás dueño de un auto particular y conocedor del asunto. Le dicen Yoyi, y reside en Centrohabana:

“Evidentemente la medida les cortó las alas a los choferes de estos carros particulares. Si no les da el negocio, pues que entreguen la licencia. Estoy seguro que no lo van a hacer, no son bobos.

“Considero que debe hacerse un reordenamiento de la actividad, deben quedar bien establecidas las reglas del juego, basadas en un estudio financiero profundo. Se deben ofrecer facilidades razonables a los trabajadores por cuenta propia, pero es imprescindible recuperar el orden en este servicio y, a su vez, ejercer control para que no proliferen las ilegalidades.

“Las tarifas determinadas por el Estado deben existir, son necesarias, dado que se trata de un servicio público. Nunca es tarde para poner las cosas en su lugar y, sobre todo, frenar la avaricia de unos cuantos”.

 

Fotos: Annaly Sánchez / CubaSí

 

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