CRÍTICA DE CINE: Dulzura americana

CRÍTICA DE CINE: Dulzura americana
Fecha de publicación: 
5 Enero 2017
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American Honey, como es su título original, es una road movie cuya protagonista es Estrella, una chica que huye de una familia disfuncional y una vida vacía. Se une entonces a un grupo de jóvenes que se dedica a vender revistas de puerta en puerta. Con este objetivo recorren en un van casi toda Norteamérica.

De alguna manera la directora Andrea Arnold, en este su cuarto largometraje, transmite sus propias ganas de evadirse de todo y de todos. Unas ganas contagiosas, que exceden las tres horas de visionado del metraje.

La cinta propone un viaje exterior, que incluye ciertos cánones de la vida hippie, y uno interior, en el que una vez más, se aboga por el descubrimiento de la persona que somos.

Desde el punto de vista técnico la película está impecable. La música, casi siempre diegética, esta excepcionalmente bien escogida y deviene himno de una generación, más que mero acompañamiento de un largometraje. Obviamente Andrea Arnold (Fish Tank, 2009) se tomó su tiempo para escoger la banda sonora.

Por otro lado, la fotografía de esta cinta es más que hermosa y se nutre mucho –casi demasiado bien- de la luz natural. Logra transmitir una emoción particular y exclusiva, que termina por caracterizar cada lugar que se visita en esta road movie.

Pero lo mejor de todo resultan las interpretaciones de sus protagonistas. A pesar de ser la primera actuación de Sasha Lane esta absorbe la totalidad de la escena y brilla con tonos naturales y vividos. Por su parte Shia LaBeouf tiene movimientos muy orgánicos, pletóricos de libertad, que apoyan mucho el sentido de la película.

Dulzura americana es un filme hecho desde un estilo muy experimental, con un elenco lleno de principiantes. Se parece muchísimo al cine independiente de los años noventa. Digna ganadora del premio del jurado en Cannes, esta cinta descubre a una Sasha Lane con futuro muy prometedor.

Este largometraje, que tiene la supervivencia como estilo de vida, es un retrato que intenta ser lo más sincero posible sobre una de las tantas realidades de los jóvenes en Estados Unidos y es también un cuestionamiento del discurso de la igualdad de oportunidades.

Dulzura americana es una crítica a la sociedad norteamericana, pero también es un canto a la fuerza de la juventud, a la belleza, a la ilusión y a la esperanza.

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