¿Piropos?: Mamita, te amo...

¿Piropos?: Mamita, te amo...
Fecha de publicación: 
27 Diciembre 2016
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Por estos días de fin de año peluqueras, barberos y costureras tienen más trabajo: la gente quiere verse bien.

Porque la imagen que el espejo te devuelve es también un resumen de estos 12 meses de vida. Y cómo las otras personas te ven funciona también a modo de espejo. De ahí que los piropos puedan ser un buen termómetro.

Pero hay piropos y piropos.

Fui testigo de cómo un grupo de muchachones, plancha’o en mano, se metían con una muchacha que pasaba cargada de jabas.

—¡Mamita, te amo…!

Le soltó uno de ellos, y vi cómo a la joven se le encendía la mirada. Yo también, que iba caminando a pocos pasos, me asombré de tan singular declaración.

Pero el mismo muchacho siguió repitiéndole lo mismo, a la par que se le iba encimando ofensivamente, y cuando casi le rozaba el oído, le soltó:

—¡Mamita, te 'amo a revolcar to'a; te 'amo a mascar; te 'amo a…!

La mirada de la mujer se ensombreció y apuró el paso, casi con temor.

No se sabe a ciencia cierta cuándo apareció el piropo en la historia de la humanidad, pero lo cierto es que constituye también reflejo del devenir de cada nación, sobre todo en el orden cultural. En torno al siglo XVI es cuando datan las primeras pruebas documentales de su existencia.

altFoto: Kaloian Santos Cabrera / Para muchas, los piropos son un termómetro de cuán bien o mal se ven.

Pero ya en el Cantar de los Cantares, o Cantar de Salomón, uno de los libros de la Biblia, pueden leerse expresiones como «tu ombligo, como una taza redonda», «tu vientre, como montón de trigo sembrado de lirios».

Hoy, el vientre «montón de trigo sembrado de lirios» se traduce en «Nena, esa barriguita es de víveres y licores finos».

El piropo es una impresión que conlleva expresión, aseguran algunos entendidos, y agregan que, para ser realmente un piropo, debe tener lugar en público, ser corto, bonito e improvisado, y si lleva una carga de humor, esa que tan bien se nos da a los cubanos, pues mejor.

La mayoría de quienes han estudiado este tema identifica al piropo como un halago o cumplido dirigido usualmente a la belleza física de una mujer, cuando ella no va acompañada por otro hombre.

Esto último es bien interesante, porque no pocas veces Él se dirige a Ella, generalmente una desconocida, no solo para hacerle saber que llamó su atención, sino para ser escuchado y visto por otros hombres, testigos o cómplices.

Del halago al acoso

Más de una vez el halago se convierte en ofensa. En vez de seducir, atemorizan; agreden de modo verbal porque suponen que no tendrán posibilidad para un diálogo. Ese tipo de piropeador se propone asimismo incitar la risa y la imaginación de los otros hombres, de ahí que su piropo, por lo regular lamentable, tenga un doble destinatario.

En casos como ese, piropear se homologa con una especie de deporte. El «macho, varón, masculino» —según acuñara el doctor Julio César González Pagés— se siente casi en la obligación de decirle algo a la hembra que pasa. No importa sea fea o bonita, joven o vieja: la cuestión es hacerle saber que Él está ahí y puede decirle lo que quiera, «porque es el derecho que le da el ser macho».

altFoto: Kaloian Santos Cabrera / A veces, los piropos, en vez de halagar, ofenden, y los hombres los dicen más para ser escuchados por otros hombres, que por la mujer.

Estudiosos aseguran que la diferencia entre un cumplido callejero y el acoso es que el primero tiene como fin hacer sentir bien a quien va dirigido y quizás obtener por respuesta una sonrisa o, en el mejor de los casos, que lo que comenzó con un halago termine en una amistad o relación amorosa.

Pero si lo que se le dice a la mujer la ofende, amenaza, intimida o humilla, entonces es un antipiropo y puede convertirse en acoso sexual.

No es asunto exclusivo de Cuba. No pocas mujeres latinoamericanas califican los piropos que reciben de agresivos, obscenos, irrespetuosos, abusivos e intimidantes. Al menos, así asegura la CNN luego de dialogar con Libardo Vásquez, alcalde del pueblo colombiano de Timbío (Cauca).

Dicha autoridad refirió a esa cadena que el pasado noviembre, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, emitieron un decreto para «prohibir los piropos soeces, groseros, los que ofenden a las damas».

En países como Bélgica, los piropos están prohibidos por ley y pueden ser sancionados. El senado de esa nación aprobó en 2014 penas de hasta un año de cárcel y multas de entre 50 y 1 000 euros por comentarios sexistas en espacios públicos.

Lanzar un piropo o chiflarle a una mujer en las calles de Nottingham, al centro de Inglaterra, pudiera ser calificado por la policía de esa localidad como un «crimen de odio» y como tal, ser sancionado. Entre dichos «crímenes» se apuntan aproximaciones sexuales indeseadas, contactos físicos o verbales indeseados, así como enviar mensajes y tomar fotos sin el debido consentimiento.

«Nos crían para usar a las mujeres como objetos, porque vivimos en un mundo de televisión», respondió a un periodista Kareem Watkins, un ajustador de seguros de 26 años, en Atlanta, al preguntarle qué motiva a los hombres al acoso callejero.

Donde la tierra es más caliente

Una interesante investigación del Centro de Lingüística Aplicada de Santiago de Cuba, fechada el pasado año y publicada en línea, revela percepciones, opiniones y comportamientos de hombres y mujeres de ese territorio cubano ante este fenómeno, que es también comunicacional.

Los autores del estudio, Mercedes Causse y Arcilio Bonne, de la Universidad de Oriente, se auxiliaron de una encuesta a hombres y mujeres residentes en Santiago de Cuba, y también de la observación y su experiencia como habitantes de dicha ciudad.

Convencidos de que «la lengua como instrumento primario y fundamental de comunicación y transmisión de experiencias de un grupo a otro, de una generación a otra, refleja la organización sociocultural de una nación», se propusieron, dentro del ámbito de la llamada cortesía verbal, acercarse en particular al piropo como «manifestación de lo cortés, no cortés, descortés o violento» que puede ser.

Concluyeron que, de manera general, se observan cambios en la actitud de las mujeres ante el piropo porque no siempre opta por el silencio o el agradecimiento; en ocasiones responde y se establece un diálogo fugaz entre piropeador y piropeada.

Apreciaron que algunos hombres, cuando la mujer contesta, la siguen unos pasos, y entonces la actitud de ella cambia y deja de ser cooperativa para tornarse expectante, y en algunos casos se sienten agredidas o intimidadas.

La concepción antropocéntrica de esta manifestación lingüística hace pensar a algunos, indican los autores del estudio, que la mujer está obligada a reaccionar, y si no lo hace, hay quien puede llegar al insulto.

La indagación refiere que «la mayoría de los hombres reconoce decir piropos sin distinción de edad, nivel de instrucción u ocupación, y lo hacen cuando: le inspira una muchacha, para llamar la atención, como manera de comunicar sentimientos, por costumbre y porque les agrada la belleza femenina».

Los dirigen casi siempre a mujeres jóvenes, aunque los de mayor edad afirmaron no establecer diferencias, pues piropean a cualquier mujer que consideren atractiva. Algunos de quienes aseguraron no piropear explicaron que era «porque no les queda bien».

Los estudiosos santiagueros detectaron que al recibir un piropo, la actitud de las mujeres de ese territorio varía de acuerdo con las circunstancias. La mayoría dice seguir su camino sin responder; otras agradecen, y algunas responden si el piropo les resulta agradable o no, utilizando a veces recursos paratextuales como sonrisas o guiños que indican aceptación o complacencia.

Las santiagueras encuestadas gustan de ser piropeadas porque: «se sienten vivas», «es un estímulo», «se sienten bien», «les gusta, sobre todo si el hombre está bueno (aspecto físico agradable)», «levanta la autoestima; cuando no dicen nada, algo está mal».

Perciben el piropo como algo importante para ellas, que las ayuda a sentirse mejor, y consideran que los reciben porque: «son atractivas», «llaman la atención», «por el físico» y «por la forma de caminar», entre otras razones.

En cuanto al antipiropo, esa expresión descortés dirigida por hombres a mujeres refiriéndose a partes de su cuerpo o a cuestiones de índole sexual, las encuestadas afirmaron que se escucha más entre los jóvenes, cuando están en grupos, aunque en ocasiones puede darse por hombres solos y cuyas edades rebasan la juventud.

Esta opinión también es compartida por los hombres, pero ellos reiteran que solo se escucha entre los más jóvenes y ocurre, principalmente, cuando están en grupos.

Ante estas palabras desagradables, las encuestadas refieren que siguen su camino sin responder, y consideran que los hombres que las profieren son: un mal social, no tienen habilidad para llegar a una mujer con sutileza, son groseros, tienen bajo nivel y son irrespetuosos y mal educados.

Al solicitarles a las mujeres que ofrecieran una clasificación de los hombres que piropean, los etiquetaron en tres grandes grupos: «el que se queda en su lugar, el que te agarra y el que te sale atrás».

Ellas también piropean

El estudio de Causse y Bonne señala que «Se ha observado la emisión de piropos por parte de las mujeres, lo que tal vez pudiera sugerir un cambio en ciernes en relación con el carácter androcéntrico de esta práctica».

Indican que, sobre todo, se trata de santiagueras jóvenes, y que ello es un elemento diferenciador de estudios sobre el mismo tema que allí se realizaran en los años 2002, 2003 y 2008.

No obstante, acotan que «generalmente los hombres reciben piropos de mujeres conocidas, colegas, amigas, y en situaciones controladas. Sin embargo, observamos que el fenómeno ya no se restringe solo a esta situación, sino que ocurre con mujeres desconocidas y en lugares públicos, es decir, de la misma manera en que se expresa el piropo masculino».

Al preguntarles a los hombres encuestados cuál era su opinión sobre las mujeres que proferían piropos, los estudiosos determinaron que existe «aceptación hacia el piropo femenino, por tanto, su percepción es positiva y, en general, consideran que las mujeres que piropean son: valientes, audaces, libres de viejos preceptos y decididas».

La mayoría de los interrogados indicó que aquellas que piropeaban eran, sobre todo, jóvenes entre 20 y 30 años.

Al pedirles que recordaran algunos de los piropos recibidos o escuchados por ellos de labios de una mujer, apuntaron algunos como:

—Eso sí es un mango, no lo que yo tengo en mi casa.

—¿Quieres ser el padre de mis hijos?

—Mi amorcito, te hicieron en un molde.

—Te queda bien ese pantalón.

Al dialogar esta reportera con colegas, amigas y vecinas de muy variadas edades y ocupaciones, determinó que, como tendencia, los piropos funcionan como un termómetro para Ellas.

Y hay hasta quien se siente ofendida y también deprimida si, al menos, no vuelven la cabeza para mirarla cuando ella pasa.

Pero no faltaron, entre las de más edad, aquellas que en son de crítica comentaran sobre el vestir de determinadas muchachas, que incita al piropo grosero y la falta de respeto.

Ningún vestuario es justificación para que un hombre ofenda o falte el respeto a una mujer. Lo mismo la manera de vestir que la forma de piropear son resultados, entre otras cosas, de una buena o mala educación, de la cultura que distingue a cada individuo y de su buen o mal gusto.

Este fin de año no faltarán piropos de todos los colores, como es costumbre. Aunque estos últimos meses han sido de los que ensombrecen cualquier alegría, el cubano se levanta siempre apoyado, entre otras cosas, en su ingenio.

Por eso, ya andan por ahí las y los piropeadores, como aquel que le dijo a la muchacha que andaba comprando su pedazo de cerdo para el 24:

—¡Niñaaa, quién fuera ajo, para adobar tu pernil!

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