MIRAR(NOS): La inmensidad del océano

MIRAR(NOS): La inmensidad del océano
Fecha de publicación: 
11 Noviembre 2016
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Debía cumplir parámetros que garantizaran para nosotros, aquel grupo seis lleno de contrastes, un buen lugar en la emulación. No éramos los más disciplinados, así que debíamos pertrecharnos en otros aspectos, garantes también de las mejores posiciones.

 

Ahora, debido a los cambios en la enseñanza, muchos estudiantes se pierden la oportunidad de vivir becados. Los más, aborrecen de plano cualquier opción que implique salir de casa, aunque para otras cuestiones abogan por mayor libertad de parte de los padres.

 

En mis tiempos, once días fuera de casa daban la oportunidad, a las más osadas, de llegar a casa con un hueco de más en la oreja o un novio escondido en la libreta.

 

Volviendo al mural, una vez estuvo listo, el profesor guía colocó una frase que decía: «Lo que sabemos es un mar, lo que ignoramos es un océano». Nos parecía muy graciosa, aunque en las clases de Geografía, aquel mismo profe nos daba medidas exactas para pensar en la profundidad de los océanos.

 

Porque al mar todos los habían visto, pero el Atlántico, el Pacífico, el Índico y el Ártico, si bien no eran nombres del todo nuevos, sí se vislumbraban más lejanos y alejados de visitas más concretas.

 

Es fácil percibir que en la difícil etapa de los 15 y hasta los 18 a uno se le suben los humos a la cabeza. Se ve ahora con mayor claridad, porque en ese momento todos nos creemos los reyes absolutos, los más sabios del universo. Por lo mismo, es también complicada la hora de elección de las carreras (nunca mejor dicho) a estudiar.

 

A muchos les da lo mismo, pero esta redactora, que no era de las más maduras, siempre defendió la felicidad como una premisa insoslayable. Al trabajo uno le dedica más o menos ocho horas diarias: mejor hacer algo feliz o cuanto menos, productivo, que de algún modo haga sentir complacencia, aunque se relacione con el público, para algunos es lo más enrevesado.

 

Me considero joven, por eso he preguntado a mis mayores sobre si siguen aprendiendo. «Todos los días», responden los menos arrogantes. Hace unos meses me alisto para una nueva misión en la vida, por eso la preocupación. La primera escuela es la familia, así que me niego de plano a transmitir mi océano de ignorancia a mi hijo o a mis más jóvenes amigos.

 

Lógico, algunas de mis dudas se repetirán por los siglos de los siglos, pero quiero estar preparada anímicamente para ayudarlos a buscar respuestas. ¡Tantas veces la desorientación hace blanco fácil! Hay que ser más humildes y escuchar consejos.

 

Pero de nada valen simplemente los oídos atentos y ojos abiertos. Hay que poner por obra las buenas enseñanzas antes de que se pierdan todas y la ignorancia gane, y nos quedemos sin fuerzas, dando brazadas en la inmensidad del océano.

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