JOVEN Y ARTISTA: «Soy una bailarina clásica... en una compañía moderna»

JOVEN Y ARTISTA: «Soy una bailarina clásica... en una compañía moderna»
Fecha de publicación: 
8 Septiembre 2016
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Ely Regina Hernández se ganó una reputación de buena bailarina en el Ballet Nacional de Cuba. Y entonces sorprendió a sus seguidores creando interesantes coreografías para esa compañía. En un momento de su carrera, decidió integrarse al joven elenco de la compañía Acosta Danza, que defiende una visión más contemporánea. Ahí la entrevistamos.

—¿Cómo vives la dicotomía entre la bailarina y la coreógrafa?

—Siento la diferencia, pero al mismo tiempo, encuentro similitudes. Como soy una bailarina en activo, descubro cosas con mi cuerpo que después traslado a la coreografía. Pero es cierto que puedes dejar de bailar y seguir coreografiando, porque ahí lo que importa es la mente. De cualquier modo, ahora mismo estoy mezclando las dos experiencias.

—Cuando ves tu obra en el escenario, ¿hasta qué punto se parece a lo que soñaste?

—Hasta el momento, cada vez que he visto alguna de mis obras, me han parecido mucho mejores. Me he sorprendido hasta el punto de la emoción y siempre termino llorando.

—¿Cuándo supiste que ibas a ser bailarina?

—Comencé con cuatro años, como aficionada. Más bien era una manera de gastar energía, pues era una niña muy activa. Hasta que a los nueve años comencé en serio. Me fue gustando, no me importó el sacrificio, ni los dolores. Pero no fue algo que me planteé.

—¿Y cómo supiste que no te bastaba solo bailar?

—Mi historia con la coreografía viene de la escuela, en el nivel elemental. Hay una asignatura que se llama Composición Coreográfica. Tengo muy buenos recuerdos de esa asignatura. Al final de cada curso, tienes que hacer una coreografía. Mi primera coreografía se titulaba «Los sombreros rítmicos». La bailábamos cuatro niñas y gustó tanto, que la llevaron al programa «Arcoíris Musical». La segunda fue un reto. Una profesora nos instó a crear algo a partir del verbo «coser». La hicimos y quedó como parte del repertorio de la escuela. Así que el bichito de la coreografía viene desde muy temprano.

«En la Escuela Nacional de Arte sí tuve que recesar, porque el trabajo era más fuerte. Hasta que, ya formando parte del Ballet Nacional de Cuba, se convocan los talleres coreográficos y yo me dije: tengo que probarme».

—Algunos creen que los bailarines viven en una burbuja…

—Puede que algunos sí vivan en esa burbuja, otro no tanto. Depende de la personalidad de cada uno. Algunos son un poco obsesivos…

—¿Y tú?

—Yo tengo un poquito de obsesión con la danza, no te lo voy a negar. Cuando yo termino mi trabajo, cuando llego a mi casa, lo que me gusta hacer es ver videos de ballet, coreografías… Nadie me lo impone, es por puro placer. Disfruto eso de la misma manera en que otras personas disfrutan ver series policiacas, por ejemplo.

«Pero reconozco que, de cuando en cuando, hay que desconectar. Hay que abrir la mente, vivir muchas experiencias. Y eso es vital a la hora de coreografiar».

—¿Cuáles son tus referentes?

—Yo me enamoré de la coreografía cuando descubrí las obras de Jiří Kylián. Quedé fascinada, no solo por los cuerpos danzantes, sino por la habilidad del coreógrafo para manejarlos. Es mi favorito.

—A la hora de concebir tus coreografías, ¿tienes algún bailarín fetiche?

—Por el momento tengo una: Yelda Leyva. Se ha convertido en mi musa aquí en Acosta Danza. Desde que nos conocimos, establecimos una conexión muy fuerte. Trabajando con ella me siento muy cómoda. Y les tengo un cariño especial a los cuatro bailarines que interpretaron mi primera coreografía con el Ballet Nacional de Cuba: Grettel Morejón, Estheisys Menéndez, Víctor Verdecia y Serafín Castro. Fueron los primeros que confiaron en mí.

 

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—Tus primeras coreografías eran de pequeño formato, pero ahora estás utilizando un cuerpo de baile…

—Pero siempre me gustaron las coreografías grupales. Siempre quise hacerlas y nunca le tuve miedo. Mucho más miedo me dio el solo que tuve que hacer con Yelda. Creo que los solos son más difíciles: se trata de una persona con la responsabilidad de decirlo todo sobre el escenario. En una coreografía grupal puedes darte el lujo de recrear figuras, trabajar en las dinámicas del movimiento.

—Tú vienes de una compañía clásica y ahora trabajas en otra con una visión más moderna. ¿Qué perdiste al salir de allá? ¿Qué ganaste al entrar aquí?

No creo que haya perdido nada. Me estoy planteando seguir la línea que yo aprendí. Yo soy una bailarina clásica que ahora trabaja en una compañía de una línea más moderna. Aquí en Acosta Danza hay muchos bailarines que vienen del mundo de la danza contemporánea. Tienen su manera, habilidades que han creado desde hace mucho tiempo. Yo, que vengo del ballet, pretendo mantener una línea neoclásica, que me ha interesado siempre. En Cuba hay muchos coreógrafos que defienden la vertiente de la llamada danza contemporánea. Son menos los que se inclinan por el neoclásico. Yo quiero aprovechar todo el potencial de los contemporáneos y, de paso, tratar de aportarles la estilización del clásico: «alargar» las extremidades, no pensar que todo se puede resolver con el torso… Claro, sin perder sus esencias.

—La carrera de los bailarines, al menos en Cuba, suele ser corta… ¿Cómo te ves tú dentro de algunos años?

—Cuando deje de bailar, me gustaría ser una coreógrafa reconocida y establecida. Ojalá que tenga tanto trabajo, que no tenga tiempo para nada.

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