ESTRENOS DE CINE: Cincuenta sombras de Grey

ESTRENOS DE CINE: Cincuenta sombras de Grey
Fecha de publicación: 
12 Julio 2016
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Este arquetipo de historia es el argumento de Cincuenta sombras de Grey. ¿Has escuchado hablar de esta película? Es una pregunta retórica. Por supuesto que sí. La novela Cincuenta sombras de Grey ha vendido desde el año 2011 aproximadamente cien millones de copias por todo el mundo. Más que Harry Potter.

La película la actúan dos actores -hasta ahora- desconocidos, Dakota Johnson (hija de Melanie Griffin, que por cierto, se asemeja a su madre en eso de parecer almidonada frente a las cámaras) y Jamie Dornan (con la cara más encartonada que se haya visto jamás en el cine). Pero poco importan las actuaciones -nótese la ironía sutil-, porque en Cincuenta sombras de Grey la estrella es el sexo.

Ahora bien, no es Ninfomaníaca. Es decir, no es una obra de arte. Tristemente, si siquiera intenta siquiera serlo. Ni ser transgresora y romper cánones, ni establecer una hipótesis y demostrar una tesis. No intenta ser El último tango en París ni Nueve semanas y media.

Cincuenta sombras de Grey retrata a una mujer que aspira a una relación normal –cortejo, dormir abrazaditos, ir al cine, pasear de la mano bajo la luz de las estrellas- y a un hombre que está distante, inaccesible y remoto, que no quiere romance pero sí que la mujer sea absolutamente sumisa ante él.

Es el mismo modelo romántico tradicional y conservador de siempre: con azotes o sin ellos, se trata de que la mujer se deba al hombre. Me pregunto si serán esos los conceptos de Erika L.  James o si solo es una estrategia de ventas.

Me pregunto si a Erika L. James se le ocurrió definir que el personaje sadomasoquista era millonario, y además dadivoso en regalos caros como autos y viajes pomposos, para que la chica virginal estuviera ante los ojos de los fans de la saga más tentada a dejarse entrar a golpes.

Cambiando ligeramente el tema. Cincuenta sombras de Grey (Sam Taylor-Johnson, 2015) contiene más desnudez que la usual en Hollywood, pero tiene un fallo crucial: convierte el bondage en algo demasiado higiénico y escrupuloso, material de anuncio de perfume. Vemos unos ligeros azotes, y punto. Nadie siquiera se despeina, nadie suda ni pierde el control. Y tras cada coito el millonario toca unos solos de piano que no intentan ser un chiste… pero lo son.

Si las escenas fueran más intensas, Cincuenta sombras de Grey pudiera haber sido una transgresora fábula sexual, que cuestionara nuestras nociones de lo que es y lo que no es sexo desviado, y nuestras rígidas ideas de cómo las dinámicas de poder deben funcionar en una relación.

Pero, incluso después de venderse como una historia infractora, resulta que no cuestiona nada. Es el ejemplo mismo de sentir que compramos gato por liebre.

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