La tragedia de Orlando: algunas reflexiones

La tragedia de Orlando: algunas reflexiones
Fecha de publicación: 
20 Junio 2016
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La serpiente que se muerde la cola: después de la masacre, el candidato a la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump se apresura a exclamar que los hechos le dan la razón, que hay que luchar con más energía en contra del terrorismo islámico… pero olvida que el terrorista lo tuvo muy fácil para comprarse el armamento, a pesar de que había sido investigado más de una vez por el FBI. Ahora (y solo ahora) Trump cree que hay que regular de alguna manera la adquisición de armas; pero esa no es a todas luces la opinión de la poderosa Asociación del Rifle, que ha sido cercana aliada del magnate. De todas formas, Trump defiende la posibilidad de comprarse un revólver con la misma fuerza con la que cualquiera defendería la posibilidad de comprarse un televisor. Los americanos tienen el derecho de defenderse a los tiros de los delincuentes que los atacan gracias a que casi todo el mundo (los justos y los pecadores) tienen el derecho de comprarse un revólver… con pasmosa facilidad. La de nunca acabar.

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Ese es el país de la libertad —defienden algunos. Incluida la libertad de comprar un arma y ametrallar a medio centenar de personas. Es extremo, suena duro, pero es la realidad.

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El gobierno de los Estados Unidos ha destinado algunas partidas a la promoción de los derechos de la comunidad LGBTI en Cuba. De acuerdo: queda mucho por hacer en este país respecto a los derechos de homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales… Persisten manifestaciones de homofobia en algunos ámbitos. Hay un debate en ese sentido y se avanza, aunque algunos (como este cronista) consideren que se marcha menos rápido de lo que convendría. Pero algo es evidente: en Cuba nunca ha habido una masacre de homosexuales. Y los crímenes de odio no son el pan de cada día. Más le convendría al gobierno de los Estados Unidos mirar la viga en su propio ojo.

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Los textos sagrados podrán decir lo que digan, pero ningún practicante de ninguna religión tiene el derecho de atentar contra el mayor don de los hombres: la vida misma. Y ninguna moralidad debe sustentarse en la discriminación del diferente… por el mero hecho de ser, de nacer, de asumirse diferente.

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El padre del asesino “explicaba” de alguna manera la reacción de su hijo: vio a dos hombres besándose delante de él y se molestó mucho. Es la misma molestia que debieron sentir los que vieron a un negro besar a una blanca hace algunas décadas en los Estados Unidos y consideraron que lo justo era quemar al negro. Para los negros, las cosas han cambiado allí: incluso el actual presidente es negro. Pero paradójicamente la policía sigue abusando de los afrodescendientes. Para los homosexuales también ha cambiado el panorama, al menos es políticamente incorrecto discriminarlos… pero hay gente que sigue maltratándolos sin remordimientos. No es que eso pase solo en los Estados Unidos; pasa en medio mundo, lamentablemente… pero el gobierno de los Estados Unidos se sienten con la moral de juzgar los demás (aunque su “justicia” no es ciega, impone demasiados dobles raseros).

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Algunos dicen: no debe importarnos que las víctimas fueran en su mayoría homosexuales, debe importarnos que hayan sido seres humanos. Pues yo digo que sí debe importarnos el hecho de que fueran homosexuales, pues precisamente por ser homosexuales murieron. ¿Alguien cree que fue azarosa la elección del lugar de la masacre?

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Escuché esto y no pude quedarme callado: “Si los homosexuales fueran más discretos, si no se reunieran en esos clubes de madrugada, nadie sentiría la necesidad de atacarlos. Se puede tener un defecto, pero no hay que andar gritándoselo a todo el mundo en la cara”. Que en pleno siglo XXI alguien (blanco, heterosexual, “normal”) se exprese así, da la idea del gran desafío que tenemos por delante.

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Los extremismos no son endémicos. La historia demuestra el decisivo influjo del poder. Los grandes imperios han criado demasiados cuervos.

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Nos duelen el medio centenar de muertos en Orlando (y es natural que nos duelan), pero a veces olvidamos los centenares de homosexuales que mueren asesinados cada año en los conflictos del Medio Oriente. El Estado Islámico se ha declarado enemigo mortal de los homosexuales, “porque así lo ha mandado Dios”. Pero no solo el Estado Islámico.

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