Un día para las abuelas

Un día para las abuelas
Fecha de publicación: 
8 Mayo 2016
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Debería existir un día para las abuelas. Seguramente muchos opinan lo mismo. Otros alegarán que ya para eso existe un Día de las Madres, que supuestamente ya encierra el día de celebración de todas las mujeres que han pasado por la maternidad en una familia.

 

Pero pónganse a pensar, las abuelas son tan especiales, tan buenas, tan cariñosas… Son madres tantas veces como procreen ellas y sus hijos e hijas. Son las que siempre están pendientes de todo porque la edad les ha dado la oportunidad de saber un poquito más que nosotros que somos más jóvenes.

 

Como mismo ellas se apoyaron en sus madres y abuelas mientras fueron novatas en la maternidad, así mismo ellas nos atenderán, nos brindarán consuelo, se quitarán sus propias comodidades para mimarnos y resolvernos los problemas a las nietas que elegimos el bello camino de ser madres.

 

Las abuelas reviven en cada nieto los tiempos vividos décadas atrás con sus hijos, que hoy son nuestros padres, madres, tíos, tías… Al igual que ellas tuvieron la necesidad de hacer familia, así lo sentimos nosotras. Y en ese tiempo en que vivimos el embarazo y luego la crianza de los hijos, ellas están presentes, y no es solo porque nos amen y quieran ayudarnos, sino porque al ser mujeres que conocen ya la felicidad de tener hijos, precisan ser partícipes de ese proceso una vez más. Para ellas es como cerrar un ciclo, o más bien, de volver a abrirlo. Es saciar las ganas de haber querido tener más bebés, de seguir entregando amor porque los que salieron de su vientre ya son grandes y autónomos y quizás ya no disponen de todo el tiempo para estar con ellas cada día.

 

Ser abuela creo que es también la oportunidad de enmendar los errores cometidos en la juventud con los hijos propios, porque en definitiva, criar a alguien es como pasarse la vida tratando de resolver un acertijo. Por eso a veces parece que las abuelas se lo saben todo y que tienen todas las respuestas a los problemas que surgen en la familia. En realidad las abuelas no son adivinas, simplemente han vivido un poco más, y esa experiencia se convierte en sabiduría.

 

Yo tuve la dicha de conocer a mis dos abuelas. Ambas fueron increíbles conmigo y con todos sus nietos, siempre tenían tiempo y detalles para cada uno de nosotros. En ocasiones me pregunto cómo podían estar constantemente pendientes de lo que nos urgía, de lo que deseábamos. Bueno, a veces sí me parecía que mis abuelas eran adivinas.

 

Perdimos a mi abuela paterna cuando yo era una adolescente, pero tuve la suerte de que la mamá de mi mamá me durara mucho más. Todavía no encuentro una persona que la haya conocido y no me diga que le dolió como si fuera alguien de su familia. Ella era tan especial que seguimos sintiéndola presente aunque ya no está, precisamente porque era ella la guía de la familia. Mas nada quedó desmoronado luego de su partida. Mi abuela, a pesar de haber sido una campesina con mínimos estudios supo perfectamente cómo criar hijos y nietos dignos, capaces de alcanzar su felicidad y saber compartirla con otros. Lo que nos enseñó quedó bien aprendido por todos.

 

Incluso el día en que nos despedimos de ella mientras echábamos sus cenizas al mar, el sol permaneció en el cielo por más tiempo de lo acostumbrado. Había pasado ya la hora del atardecer y el sol no terminaba de ocultarse. Siempre creí que todo conspirara a favor de ella. Tenía tanta luz en sí misma que hasta los astros cambiaban sus itinerarios. Era la magia que llevaba dentro.

 

Las abuelas son las personas más lindas del mundo. Son madres por partida doble o triple. Mi abuela Dinorah era una madre multiplicada en todos sus hijos, nietos y sobrinos. En un concurso de belleza ella sería la gran triunfadora, no solo porque siempre fue una mujer linda por fuera sino por lo extraordinaria que era, tan transparente, tan solidaria, en fin, ella es nuestro ejemplo para siempre...

 

Ella cocinaba un congrí insuperable y su dulce de arroz con leche era el mejor. Ella me llamaba apenas lo vaciaba en los moldes que nos repartía porque sabía que yo solo comía el que ella hacía y que me gustaba caliente. Entonces me avisaba y me decía "apúrate que ya lo estoy echando"...

 

Siempre sabía lo que queríamos, lo que necesitábamos y no guardó nada para ella, nos lo daba todo porque sentía siempre una necesidad inmensa de entregarse para nosotros. Ojalá, cuando yo sea madre y abuela, mi familia esté tan orgullosa de mí como yo lo estoy de mi abuela... esa sería mi mayor recompensa. Y sí, sigo creyendo que habría que hacer un huequito en el calendario para celebrar un Día de las Abuelas, aunque ellas seguramente se conformarían con que cada día les dedicáramos un poquito de tiempo y amor.

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