Horario laboral, ¿simple formalidad?

Horario laboral, ¿simple formalidad?
Fecha de publicación: 
12 Enero 2016
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Ajenos a lo que debiera ser un requisito de obligatorio cumplimiento, muchos centros de trabajo se toman la libertad, cada vez con más frecuencia, de violar ante la vista del público el horario establecido para la apertura o cierre de instalaciones estatales.

Numerosos ejemplos, apreciados de manera casual en días diferentes, hablan de la poca exigencia de las administraciones para hacer cumplir la primera carta de presentación de un establecimiento de servicios, que es tener a todos sus empleados listos a la hora prevista.

Justificaciones que van desde la llave del centro que no aparece ni quien debía garantizarla, la guagua que no pasó a tiempo o el matutino demorado más allá de lo habitual, conspiran para que tanto centros que operan en moneda nacional como en divisas, demoren su apertura hasta media hora después de lo dispuesto.

Dan paso así a la aglomeración de público en sus portales, al malestar y la crítica de la población, e inciden, a su vez, en que otros trabajadores se ausenten de sus puestos para realizar trámites o compras indispensables.

Si ello no fuera suficiente, la población tiene que asistir, además, a todo un ritual de apertura que incluye el conteo del efectivo en caja, la búsqueda de los espejuelos o el lapicero que quedó olvidado la jornada anterior, los saludos e intercambios de comentarios entre los trabajadores, sin que parezcan inmutarse por los clientes que esperan.

¿Cómo explicarse que una Casa de Cambio (CADECA) solo tenga funcionando una caja de las cinco existentes, 35 minutos después de su horario de apertura, porque los empleados no han llegado, y cuando lo hagan, se pongan a conversar animadamente entre ellos, sin incorporarse de inmediato al lugar que les corresponde?

Nunca, en ninguno de estos casos, se ha visto al jefe inmediato tomar partida o dar una explicación, sobre todo porque casi siempre es uno de los ausentes.

Habría que ver cuántos de esos centros consideran esas llegadas tardes a la hora de confeccionar las nóminas de pago, y pensar cuántos millones de pesos pierde anualmente el Estado por el pago indebido de salarios, al no tomar en cuenta la violación del horario laboral.

Otro tanto ocurre a la hora del cierre, cuando una hora casi antes de lo previsto las tiendas en divisa comienzan a pasar inventario en sus respectivos departamentos a la vista del público, a realizar el cuadre de las cajas y la limpieza de las áreas, olvidando por completo el comportamiento ético y las normas de atención al consumidor.

Sin embargo, hay que reconocer que existen ejemplos de buenas prácticas, como el de la laboratorista de un policlínico que comienza siempre mucho antes de lo que debiera para favorecer a niños, embarazadas y personas, en general, que acuden en ayunas para realizarse análisis.

No media en este último caso ningún estímulo monetario o material, simplemente la conciencia de la importancia de su labor y la satisfacción por el cumplimiento del deber.

Si bien este debiera ser el comportamiento ideal siempre, cuando así no sea, la administración tiene que desempeñar su papel para exigir y poner el orden que corresponde, pues la población lo merece y la economía del país lo necesita.

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