Michel Contreras: El mejor premio, el respeto de los lectores

Michel Contreras: El mejor premio, el respeto de los lectores
Fecha de publicación: 
16 Noviembre 2015
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Su nivel léxico y referencias de hechos culturales o históricos dan cuenta de un hombre que se sumerge en los libros, la buena música, e incluso cita a un cineasta de culto como Lars Von Trier (uno de mis autores preferidos, aunque me acusen de elitista).

El aún joven profesional tiene otra característica especial: es amigo y respeta a quienes le abrieron las puertas de un  oficio en el que brilla.

En medio del campeonato Premier 12, he buscado las notas de Michel o su sección en Cubadebate, pero en los tres últimos días no ha publicado. ¿Por qué indago por sus opiniones? Ante todo, por su honestidad y también su sapiencia, aunque no siempre coincida con él. Siempre que hay un encuentro deportivo internacional en otros países, me pregunto cuántas notas con sabor se dejan de escribir por la ausencia de Michel.

Es un crimen que un periodista de raza no pueda reseñar, con la sabrosura de los buenos cronistas, hechos y deportistas del equipo Cuba o de otras latitudes. ¡Y con la falta que hace esa buena escritura en el terreno del deporte!, cuando hay tanto lugar común, especialmente en la narración. Pero ese es otro tema, aquí está mi charla con Michel.

De niño, ¿qué deseabas ser? ¿Acaso deportista?

Que yo recuerde, por mi cabeza nunca pasaron ideas «clásicas» como ser médico o maestro. Alguna vez quise ser piloto de aviones de combate —crecí en medio de la guerra de Angola y mi padre estuvo allá—, y también me apasionó la idea de llegar a las Series Nacionales y el team Cuba. Jugué mucha pelota informal, e inclusive fui la primera base titular del equipo de San Antonio de los Baños que ganó el campeonato provincial de la categoría 13-14 años, a mediados de los ochenta. Sin embargo, ya por ese entonces lo que más disfrutaba era el ajedrez, seducido como estaba por los libros de Capablanca, las leyendas de Fischer y las hazañas de Kasparov. Definitivamente, lo que más quise ser en la vida fue ajedrecista. Esa es mi mayor (y acaso única) frustración.

¿De qué deportes disfrutas más? ¿Practicas alguno?

Pertenezco a esa especie que podría llamarse «fanático practicante». He jugado muchísima pelota, voleibol, baloncesto; he disfrutado dar jaques, meter goles y correr cien metros lisos. Pero el tiempo, ese implacable que nos decía Pablo, llega al punto que te traslada del terreno al graderío. Y ahí estoy, limitado al ajedrez online (mi principal motivo de estrés) y el softbol de la prensa, que es el modo de acordarme de aquella infancia hermosa en el estadio Julio Pérez del Ariguanabo. ¿Qué deportes disfruto más como espectador? Pues el fútbol —«visca el Barça» hasta la muerte—, el béisbol —sobre todo si es de Ligas Mayores—, el atletismo y el basket.

¿Por qué estudiaste Periodismo?

Ante todo, porque quería complacer el sueño de mis padres de que estudiara una carrera universitaria, lo cual echaba a volar toda posibilidad de dedicarme a alguna disciplina deportiva específica, que seguramente habría sido el ajedrez. Entonces me dije que el periodismo deportivo podría mantenerme ligado al mundo que tanto amaba, y en virtud de que leía vorazmente desde niño, ya tenía una parte del camino adelantado.

¿Cuándo, de qué tema y dónde publicaste tu primer texto?

En el verano de 1994. Entonces era estudiante, y el inmenso Elio Menéndez —mi primer mentor en el periodismo— me pidió que cubriera con él la Copa Mundial de Fútbol de Estados Unidos para las páginas de Juventud Rebelde.

¿Por qué Cubadebate?

En verdad, por obra y gracia del azar. El medio donde trabajaba (periódico El habanero) estaba por desaparecer, y le pedí a mi gran amigo José Alejandro Rodríguez que me sugiriera algún lugar a donde trasladarme. Pepe habló con la editora principal del sitio, Rosa Miriam Elizalde, y esta lo hizo a su vez con Randy Alonso, el director. Me aceptaron, y en noviembre de 2011 ya estaba adentrándome en el (por esa época desconocido para mí) universo de la prensa digital.

¿Cómo son tus relaciones con mentores y jugadores de equipos que criticas?

Los critique o no, evito estrechar relaciones amistosas con ellos, y también con árbitros, federativos y cualquier otro funcionario del béisbol. Los respeto, los saludo, intercambiamos unas cuantas palabras cordiales, pero hasta ahí.

¿Eres ajedrecista? ¿Es verdad que dijiste que le ganarías a Yu Yangyi?

Ja, ja, ja, ¿de dónde sacaste eso? Jamás habría dicho semejante locura. El chino es un jugador profesional con ELO superior a 2700, y este cronista no ha podido pasar de 2176 en el sitio online chess.com. No obstante, te aseguro que de haber podido dedicarme al ajedrez a tiempo completo, como él, hace muchos años que habría tenido título FIDE y un coeficiente muy superior al que te dije.

Mira de donde lo saqué: «El periodista cubano Michel Contreras, un tipo que no solo es bueno –buenísimo– escribiendo de deportes, sino que también practica algunos y lo hace de modo excelente, asegura que “él puede derrotar a Yu Yangyi, si le dan las piezas blancas y la dama de ventaja”».

Ja, ja, ja, no lo había visto. Ese sitio lo administra un amigo que evidentemente la coge conmigo cada vez que se queda sin temas para sus posts.

¿Disfrutas de la polémica? ¿Me cuentas alguna anécdota relacionada con nuestra profesión?

La disfruto sobremanera. En ese sentido soy como Lars von Trier o Víctor Mesa; es decir, de esos tipos a los que les gusta estar en el vórtice del huracán. Para eso escribimos: para hacer que la gente comente nuestros textos, lo mismo para elogiarlos que para destruirlos. El periodista que pasa inadvertido es un escombro. ¿Anécdotas? Tengo unas cuantas, casi todas con gente que se molestó por algo que opiné. A veces el asunto se saldó apaciblemente; en otras, encontró el desenlace peor. Ocurre que en Cuba —donde la prensa deportiva tiene más compromisos que un soldado en el frente de batalla— no existe una cultura de la crítica, y cada cual se siente facultado para despotricar de un periodista que simplemente hizo su trabajo con honestidad.

Además del deporte, ¿de qué gustas: literatura, cine, música, series...?

Mis únicos idilios permanentes, inclusive por encima del deporte, han sido la literatura y la música. Ya te dije que leía mucho desde niño, porque mi padre tenía la casa llena de libros, especialmente policíacos y de aventuras. Luego, más cultivado, me enamoré de Borges, Vallejo, Faulkner, Miguel Hernández, Chejov, los increíbles japoneses (Mishima, Akutagawa, Dazai, Kawabata...). En cuanto a la música, seguramente es el suceso cotidiano que más frecuentemente me estremece: adoro a Sabina, Lennon y su tropa, Credence Clearwater Revival, Serrat, Silvio, Aute, Bee Gees, Aretha Franklin, Abba, que por cierto tenía a aquella rubia espléndida, Agnetha, el primero de todos mis amores platónicos. El cine también me interesa, pero en este caso tengo gustos menos —por decirlo de alguna manera— elitistas, porque lo mismo me enternece Persona de Bergman, que un thriller de Michael Douglas o un oeste de Clint Eastwood.   
   

¿Por qué (hasta donde conozco) nunca has cubierto una competencia en otro país?

Solo me han enviado a una cobertura en el exterior, y eso fue por allá por el lejano 1999 (Juegos Panamericanos de Winnipeg). Al regreso a La Habana, un oportunista me había preparado una «cama» —ya sabemos que hay gente capaz de traicionar a su madre por un viaje—, y a pesar de todos los argumentos irrebatibles que tenía en mi poder y expuse en su momento, la dirección de JR sucumbió a los ardides del oscuro personaje. Herido en mi orgullo, me largué de aquel lugar, y poco tiempo después el sinvergüenza —un «baboso», en palabras de Fidel Castro— decidió quitarse el antifaz y se quedó. Desde entonces, cuando he salido del país, lo he hecho por gestiones personales. Varias publicaciones nacionales y foráneas han solicitado y solicitan colaboraciones mías, pero tengo la sensación de que los encargados de designar para las coberturas en el extranjero piensan diferente sobre la calidad de mi trabajo. O quizás sea que ejerzo un periodismo crítico del que jamás voy a renegar. Lo que sí puedo asegurarte —y sin «muela», que la detesto— es que tengo el mejor de los premios que otorga la prensa, que no es otro que el respeto incondicional de los lectores.

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