Arte cubano bajo los pasos

Arte cubano bajo los pasos
Fecha de publicación: 
26 Octubre 2015
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Aunque precisamente este octubre cumple 52 años, sigue siendo noticia. Porque si se les pregunta a los menores de 25 años, y tal vez a los de más edad, es probable que muchos se desayunen con que en La Rampa, el arte también queda bajo sus pies.

No es una metáfora. Literalmente, en esa popular arteria capitalina acompaña el andar de los transeúntes una exposición permanente con obras de 15 antológicos artistas de la plástica cubana.

Entre ellos se incluyen  Amelia Peláez, Wifredo Lam, René Portocarrero,  Luis Martínez Pedro, Raúl Martínez, Salvador Corratge, Antonio Vidal, Sandu Darié,  Mariano Rodríguez y Cundo Bermúdez.

 

altAmelia Peláez en La Rampa

 

altWifredo Lam en La Rampa

El soporte de sus creaciones son mosaicos, insertos en las aceras y multiplicados hasta sumar un total de 180 que pueden encontrarse por todo 23 desde la calle J hasta Infanta.

Dichos mosaicos fueron logrados en granito integral por los talleres Ornacen S.A. ubicados en el Km, 7 de Rancho Boyeros. Esos talleres  se contaban entre los negocios dedicados a hacer moldes que se habían fomentado en la capital durante los primeros años del siglo XX. En torno a la década del 40, la mayoría de estos dejó de existir junto con el ocaso del Art Decó.

Sin embargo, Ornacen S.A se mantuvo en activo hasta avanzados los años 60. Producían piezas para la reparaciones de edificios así como revestimientos decorativos para obras nuevas. Entre ellos, el concebido por Sandú Darié para la fachada del Hotel Riviera.

Fue en esos talleres donde, con el concurso de los reconocidos arquitectos Fernando Salinas y Eduardo Rodríguez, se fraguaron las hermosas losas de La Rampa.

Motivos de un arte a junto a los talones

Había transcurrido un año desde la Crisis de Octubre y Cuba entera era un hervidero de optimismo y forja que acompañaban a la revolución naciente. En aquel contexto se iniciaron los preparativos para el VII Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA), que por primera vez se realizaba en América, justamente en La Habana.

La Arquitectura en los Países en Desarrollo fue el tema de aquel evento que, precedido  por el primer Encuentro Internacional de profesores y estudiantes, reunión en la capital cubana a más de dos mil 200 arquitectos, observadores y estudiantes de ochenta países. Las palabras de clausura estuvieron a cargo de Fidel. Por primera vez se habían reunido en Cuba arquitectos de Asia, África y América Latina para debatir acerca de las problemáticas que entonces marcaban las ciudades del llamado tercer mundo.

Al evocar aquel encuentro, con motivo de su aniversario 40, el arquitecto Miguel Coyula, ya fallecido, apuntaba que “más importante que los temas discutidos en el Congreso fue su efecto como detonador de una impresionante revitalización visual y funcional en varias áreas de la capital. Miles de delegados confundidos con el público arrollaron Rampa abajo tras las comparsas. Para muchos, el recuerdo de ese Congreso en La Habana sería imborrable.”

Otro grande de la arquitectura cubana, Roberto Segre, abundaba en las huellas de aquel encuentro:

“Las vivencias culturales de La Rampa tuvieron una imagen imperecedera y otra volátil: la primera, la remodelación de las anchas aceras decoradas con paneles pictóricos de los artistas plásticos más prestigiosos del país — René Portocarrero, Wifredo Lam, Amelia Peláez, Mariano Rodríguez, Luis Martínez Pedro y otros —; la segunda, en la fiesta de cierre del evento, el desfile de las exuberantes mulatas de la comparsa del Ministerio de la Construcción, estremeció las escasas fibras aún dormidas de los arquitectos presentes.”

Esa “imagen imperecedera” de los mosaicos se logró gracias a la mezcla de  cemento coloreado con gravilla fina de mármol triturado y polvo de mármol, sometida luego al pulimento. Se emplearon finas láminas de bronce para delimitar las figuras concebidas por los artistas, garantizando también con este resistente material la perdurabilidad de las obras, que aún siguen alentando en este siglo XXI.

“La eternidad ignora las costumbres, le da lo mismo rojo que azul tierno, se inclina al gris, al humo, a la ceniza”, apuntaba Eliseo Diego –el de todos los tiempos-. Sería bueno creer que esa eternidad se inclinará también a ras del suelo para perpetuar lo que aquellos cubanos gigantes concibieron y hoy sigue silenciosamente relumbrando bajo nuestros pasos.

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