MIRAR(NOS): Movimientos de ajedrez

MIRAR(NOS): Movimientos de ajedrez
Fecha de publicación: 
11 Septiembre 2015
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 En el ajedrez, como en la vida, la mejor jugada es siempre la que se realiza.

Dr. S. Tarrasch    

                
Entre todas las bellas artes, mi voto es para el cine. No únicamente por su cuantiosa herencia, legada por las restantes seis. No. Me pasa con el celuloide, que es la que más termina por parecérseme a la vida misma. Lo cual no debiera extrañar a nadie adulto, ya sabemos de memoria que los guiones los escriben seres de carne y hueso. Entonces, justificado el parecido.
 
Cuando en la década del 40 el mundo asistía incrédulo a la Segunda Guerra Mundial, en diferentes latitudes científicos e investigadores no involucrados con la conflagración seguían haciendo la tarea, so pena de al final de mes no tener suficiente plata para pagar sus frijoles.

 

En Estados Unidos surgió la Teoría Hipodérmica, un modelo de comunicación que preestablece que a un estímulo determinado, las audiencias responderán de una forma ya configurada de antemano. Esta teoría «de acción y reacción» funciona siempre, a pesar de la conciencia humana que nos hace ver, en el preciso instante que ocurre, que hemos sido completamente abducidos al antojo de directores, guionistas e incluso actores.

 

Me pasó hace poco con el filme Closer, una suerte de recordatorio para las relaciones que inician, y también manual flexible para quienes apuesten por el sosiego sentimental.

 

Nunca, lean de nuevo, Nunca (así con mayúsculas) encontraremos esa completa saciedad. En principio porque no has contado con el resto del mundo para que tu plan marche perfecto. Esta noche todo puede estar bien, pero mañana, bueno, mañana vuelve a salir el Sol.

 

Closer es una historia donde la infidelidad, la intimidad y en sentido general, las relaciones sentimentales, son protagonistas.

 

En lo que pudiera resultar paradójico, nadie puede renunciar totalmente a lo que tiene. Jamás lo hacen, o al menos queda al espectador el beneficio de la duda, que no lo llamaría yo tan beneficioso.

 

Como en la vida, constantemente a lo largo de la trama es recurrente el pasado cercano. Establezco la comparación con nuestras existencias porque quien eres hoy, sentimentalmente hablando, está directamente relacionado con todo lo que sucedió antes.

 

Lo quieras o no: errores, decisiones apresuradas, dualidad en tus intenciones… absolutamente todo repercutirá en el desenlace de lo que vives hoy. Y no representa en absoluto una vuelta al pasado. Antes bien, exhorto a pensar en lo que tenemos hoy que hace especial este instante de ahora llamado por el mundo se empeña, desde antes de mis abuelos, presente.

 

De mi familia heredé la pasión por el ajedrez. Una generación antes fueron campeones y connotados estrategas teniendo al trebejo de por medio. Mi madre consiguió coronas provinciales y consabidos periplos por las diferentes provincias en que se desarrollaban aquellos torneos escolares.

 

En particular, el juego ciencia me enseñó que cada instante cuenta; cada deliberado movimiento podría llegar a comprometerte tanto, que podría ser que perdieras la partida.

 

Y no estoy diciendo que vayas a perder tu vida porque no tomes la decisión correcta. Pero la palabra perdón pareciera que ha sido desterrada de todos los léxicos. El ser humano, orgulloso por naturaleza, no permite que le señalen cuando algo está mal. Si lo hace, a regañadientes, acepta su error. Algunos seguimos apostando. Pero alejados de la perfección no nos justificamos en ese detalle para seguir fallando.

 

Por suerte, el destino, Dios, o quien escribe nuestras líneas, inventó eso que se llama rectificar: una verdadera bendición para los que tropiezan más de dos veces y siguen siendo incapaces de tirar la piedra.

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