MIRAR(NOS): Sin medias tintas. ¡Abajo la traición!

MIRAR(NOS): Sin medias tintas. ¡Abajo la traición!
Fecha de publicación: 
10 Julio 2015
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«Solo pensar en traicionar es ya una traición consumada».

Cesare Cantù

 

Nadie es igual después de una traición. Ambas partes, traicionada y traidora, experimentan lo que yo llamo «in extremis». No voy a crucificar a los que han decidido perdonar a su «media naranja» (y ahora mismo no sé si pudiera llamársele así después del pequeño percance); incluso por escasez de poder y ante todo, porque en la vida real no tengo el derecho de criticar ninguna postura.

 

Descontrol en el «celímetro», libertinaje espiritual y un complicado ensarte de acciones injustificadas engordarían el saco de lo «in extremis». Por mi salud mental, no vivo pensando en que pueda sucederme, pero tampoco tan ciega como para no percibir que puede perfectamente pasar, porque soy homo sapiens y, perdón que lo diga, caer y levantarse es de las acciones más antiguas que conozco.

 

Ahora bien, las reacciones varían dependiendo de escenarios, incluso acorde al contexto sociocultural que circunde a los hechos. Usted no necesita la ayuda de ningún Sherlock, lea bien, para encontrar culpable a un perdonador de traiciones. Son decisiones tan personales como la ropa interior que escoges hoy, y como ella, incluso depende de los entornos.

 

Cada cual es libre y responsable de sus acciones, pero no venga con el cuento de que todo en su relación fue igual después del peliagudo asuntico. Apuesto mi salario del mes a que desde entonces, usted limpia con parsimonia y hasta delicadeza sus fusiles. Listo siempre para la batalla, ahora está seguro: no pueden pasarle gato por liebre.

 

¿Es eso vida? Piénselo bajito… recurro a una trillada bachata del «bienamado Romeo»: cuando se pierde la confianza de quien amas, ya no hay nada.

 

¿Qué pasa con las personas que han traicionado? En primera instancia, ¿por qué lo han hecho? El reciclado discurso de «lo que había en casa no era suficiente», mmm, no cuela. De ser así, hubiera terminado con aquello antes de tirarse a lo hondo, así, sin salvavidas. Malo que después del sexo, las implicaciones emocionales vienen acto seguido, a no ser que usted sea funcionario(a) del deseo.

 

No voy a contarles la película Pretty Woman. Era muy fácil enamorarse de Richard Gere y guion aparte, dejar aquella vida, después de todo. Ando buscando las palabras apropiadas para decirle que de esta parte de la pantalla, declaro no estar preparada para dar segundas oportunidades. No cuando se trata de quebrar compromisos, aunque sean morales.

 

Mi férrea voluntad no tiene nada que ver con el qué dirán, antes bien, alude a lo que diré de mí misma cuando me mire al espejo, cuando camine al lado de quien puso por delante los apetitos de la carne por encima de los del espíritu. Porque, a pesar de lo dicho, el espíritu no se llena cuando estás entre dos aguas.

 

Un estudio reciente asegura (algo que ya suponía): las mujeres engañan más que hace algunas décadas. Si bien en los años 80 los hombres mayoreaban, con amplísimo margen, el siglo 21 (tan «moderno» como es) ha propiciado que la brecha en el porcentaje prácticamente sea nula.

 

Durante la investigación, se entrevistaron 506 hombres y 416 mujeres que se declararon monógamos en la actualidad. La mitad de los participantes estaban casados. Las conclusiones muestran que ambos géneros traicionaron a su pareja actual: el 23% de hombres y el 19% de mujeres tuvieron relaciones sexuales con un «tercero en discordia», y admitieron que podría haber dañado la relación si las parejas los hubieran descubierto.

 

¿Qué sucedió para que las mujeres engañen tanto como los hombres? ¿Será que, amparadas en la bandera de la igualdad genérica, ahora mis congéneres son más conscientes en torno a conceptos relacionados con sexualidad, con placer íntimo?

 

Ahora bien, ¿qué decir de las comparaciones inevitables, de las mentiras implícitas y caballeros, de la traición, así con todas sus letras? En mi opinión, traición es más que una palabra aguda, muchísimo más que un sustantivo, y no necesita tantas vueltas ni explicaciones.

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