Compañeras y compañeros…

Compañeras y compañeros…
Fecha de publicación: 
16 Agosto 2015
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¿Por qué a la gente le ha dado por decirme señora? En principio, me molestaba simplemente porque la palabrita me hacía sentir vieja, una sensación aplastante para una mujer de más de treinta. Pero luego, mirándolo con mayor profundidad, he notado que muchos esquivan con el respetuoso título una expresión entrañable y bella: compañera, compañero.

Si bien es cierto que los informes, cartas oficiales y discursos engolados han deslucido el concepto, hay muchas razones más poderosas para rescatarlo, desde la poesía de Mario Benedetti: Compañera/ usted sabe/ puede contar conmigo/ no hasta dos/ o hasta diez sino contar conmigo.

La canción de la trova: Qué difícil resulta, compañera, acabar de situarte en tu lugar qué manera de alzarte la primera qué justicia tan última en llegar (…)Yo te saludo en nombre de los nuevos los que no han de acusarte por amar los que amando contigo se hacen buenos porque buena es, tu savia original.

En la historia del pueblo: Mariana, la compañera de la manigua, Haydeé y Melba, las compañeras del Moncada, Celia, la compañera de la Sierra, Tamara Bunke, Tania, la compañera de la guerrilla. En la vida de los hombres: Tina, la compañera de Mella, Frida, la compañera de Diego, Vilma la compañera de Raúl…

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española:

“compañero, ra.

(De compaña).

1. m. y f. Persona que se acompaña con otra para algún fin.

2. m. y f. Cada uno de los individuos de que se compone un cuerpo o una comunidad, como un cabildo, un colegio, etc.

3. m. y f. En varios juegos, cada uno de los jugadores que se unen y ayudan contra los otros.

4. m. y f. Persona que tiene o corre una misma suerte o fortuna con otra.

5. m. y f. Cosa que hace juego o tiene correspondencia con otra u otras.

6. m. y f. coloq. Persona con la que se convive maritalmente.”

O sea que no es imprescindible preguntar en qué partido militas o qué fe profesas, el compañerismo puede llegar por muchos caminos. Compañera de estudios, compañera de trabajo, compañera de ideales, compañera en la vida, compañera de nación, de tiempo, de escaseces, de colas, de calor, si acompañar es compartir, por qué no reconocernos en un: compañera ¿es usted la última? A la hora de comprar los mismos huevos y abordar a empujones la misma guagua y reírnos de los mismos chistes, tendríamos que sentirnos, de algún modo, compañeros, digo yo…

No tengo mucho en contra del respetuoso saludo, “señor”, “señora”, “señorita” y yo misma lo uso en ocasiones, bien contagiada por el uso cada vez más frecuente de aquellos apelativos en nuestra sociedad, bien porque hay personas con las que no me sale otro de la garganta, tan distantes las veo de mí, pero también porque siento que muchos compañeros (as) ya no quieren ser llamados así, sino señores (as), con toda su carga de clase y moralidad.
Me asusta preguntarme si ese distanciamiento será una intención de marcar ciertos espacios diferentes dentro de una misma realidad, hasta ahora ennoblecida por ese lugar común de los doctores y los albañiles, los negros y los blancos, los gerentes y las camareras: compañero, compañera.

Igual tampoco es mi intención juzgar a tales compañeros – señores, ni hacer un llamado a borrar ningún término, ni rotularlo o discriminarlo, pero, señores, ninguno: tampoco se me molesten cuando les llamo compañero (a.), pues habrá incluso quien esgrimiendo mis propias razones afirme que es una palabra demasiado grande como para usarla con todo el mundo, pero yo voto por decirla y vivirla sinceramente los unos con los otros. ¿Qué prójimo más próximo de un cubano que otro, compañero?

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