XII Bienal de La Habana: Happy Birthday to us

XII Bienal de La Habana: Happy Birthday to us
Fecha de publicación: 
18 Junio 2015
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Imagen principal: 

“Mira pa’ las locas esas retratándose ahí. Por nada del mundo me tiro yo fotos al lado de eso tan feo”.

El “eso tan feo” que María Moreno señala desde la ventanilla del auto que transita despacio por Malecón, es la escultura Occidente con esteroides, del grupo Stainless, formado por Alejandro Piñeiro Bello (La Habana, Cuba, 1990), José Gabriel Capaz (La Habana, Cuba, 1988) y Roberto Fabelo Hung (La Habana, Cuba, 1991).

En verdad que para nada justifica el adjetivo de bello, al menos en el sentido más tradicional del término. Ese al que se apega mi parienta,  quien pinta sus uñas de silicona con corazoncitos verdes y luego permanece extasiada contemplándoselas mientras murmura como ante un cuadro de Botticelli: “¡Qué bellas!”.

¿Son en verdad bellas sus uñas? Sí, en la misma medida en que pudiera ser calificada de hermosa esta escultura. Y no ando con ironías al decirlo. En realidad, existe un sutil vaso comunicante, un pasadizo, entre ambas.

Por él pudiera transitar ese concepto magistralmente esbozado por el checo Milán Kundera: “El kitsch provoca dos lágrimas de emoción, una inmediatamente después de la otra. La primera lágrima dice: ¡Qué hermoso, los niños corren por el césped! La segunda lágrima dice: ¡Qué hermoso es estar emocionado junto con toda la humanidad al ver a los niños corriendo por el césped! Es la segunda lágrima la que convierte el kitsch en kitsch”.

Pero la muchacha de las uñas con corazoncitos verdes ni se emociona, ni siente aversión ni nada ante el cake de Stainless en el malecón habanero. No ha ido ni irá a verlo.

Mas la no respuesta es también una respuesta, el foul field por no presentación. De ahí que su ausencia aporta un merengue más, seguramente de los verdes.

Dulce flash

Parte de los espectadores de esta obra evidencian, como María Moreno,  cierta aversión por ella. Y resulta una interesante paradoja porque, frente al espejo, no se ven en él. Pobre Narciso, que de tanto ponerle espejuelos mal graduados no logra ver su reflejo en el estanque.

Sucede que Occidente con esteroides, en buena medida constituye una reproducción de nuestros contextos y de nosotros mismos. Barroco, ecléctico, kitsch… anda sintetizando desde la estética de los decorados hogareños, de rituales como los Miniquince, Prequince y los Quince, hasta rostros de nuestra arquitectura citadina.

Basta contemplar esta pieza recortada contra los edificios que le rodean en el Malecón habanero, para identificar el aire de capiteles, balcones y columnatas retozando entre las policromadas y “enmerengadas” panetelas.  

arte con esteroides
Occidente con Asteroides nos invita a cantar en Do menor “Cumpleaños feliz”.

Esta obra festinada no es light. La receta de estos “reposteros” contiene muchos ingredientes para pensársela despacio. Porque junto a los colores estridentes se mezcla el humor dándole una vez más la razón a Umberto Eco, quien en su magistral ensayo Historia de la belleza, decía algo así como: cuando lo feo se rebela y es sometido por lo bello, entonces, al reconocer su impotencia, se vuelve cómico.

Junto a la risa también asoma el guiño burlón: ¡Mírate, mirémonos!, parece estar diciendo la pieza a quienes en verdad quieran y puedan ver.

Pero es que, al menos el común de los mortales que andan por las calles jaba en mano, no han sido entrenados en esa manera de ver, que es más que mirar; porque lo primero involucra al pensamiento, lo segundo es solo un ejercicio ocular. En la divulgación y promoción de esta XII Bienal de La Habana, reitero, ya lo había escrito, sigue faltando la crítica especializada, y también la orientación más que la apología. No basta con que los espacios que dedican los medios se concreten, como tendencia, a describir.

Las malas lenguas

Entre el más de medio centenar de obras que alientan hasta el 22 de junio en el proyecto Detrás del Muro, esta de los muchachos de Stainless habla con malas lenguas.

Lo digo en el sentido más literal y en todos los otros que también acompañan a esta pieza, cuyo origen parece ser una similar pero de menor formato exhibida como parte de la expo Una mente caótica, en la Florida , durante febrero último. Ahora, inscrita en un contexto diferente, se integra a este de maravilla,  resemantizando su discurso.

altLa coherencia que logra Stainless en esta, como en todas sus otras piezas, entre la factura y el discurso que defienden, es tan acertada que muchas veces el resultado los rebasa en sus propósitos.

Porque si bien en The Studios of Key West, Cayo Hueso, los cakes ya hablaban de erotismo por cada una de sus  muchas lenguas; ahora, estrechándoles las costuras a los intentos más universales de aquella muestra, pudieran también escucharse otros susurros amargamente dulces, referidos a la realidad insular en que se inscribe.

Uno de sus creadores, Alejandro Piñeiro, declaraba al periódico Granma que “Posiblemente sea la consumación de una serie de diferentes piezas que hemos estado desarrollando, por-que empezamos a hacer unos ca¬kes en el año 2010, después hicimos unas lenguas, con toda esa con¬no¬tación sexual y tal vez de la palabrería, el chisme; y esta obra conecta todo el trabajo de los últimos cuatro años en esas series de Sweet Cons¬tructions (Construcciones dulces o La pasión se vuelve loca)”.

Es evidente que desde su primera expo en 2010, cuando el Centro Hispanoamericano de Cultura de La Habana les acogió, el erotismo anda marcando, como caramelo para flan,  el quehacer de este equipo de graduados de San Alejandro. Pero, ojo, no se quedan ahí, lo trascienden, salvo casos como Sex in the City, donde lo erótico sí deviene paradigma y hace dos años convirtió a la galería La Acacia en una especie de olla reina, de tantos criterios contrapuestos.

Entre el erotismo y lo grotesco van estos pasteles, modelados en resina, que se devoran a sí mismos. De las decenas de cakes nacen estas lenguas sensuales, golosas, irreverentes, a punto de engullir los dulces, de los que ellas volverán a emerger en gestación y parto de azúcares, para volver a comerlos. ¿Remedo del castigo de Prometeo encadenado, a quien un águila devora el hígado, que le vuelve a crecer cada noche para nuevamente ser devorado al día siguiente en eterna y macabra espiral?, ¿círculo cerrado, vueltas a la noria cubana, que no se detiene, pero sin salirse de su lugar?

Podrían ser igual “consumidos” como Los Cakes de la eterna celebración. No termina un festejo y ya estamos inventando otro, fiesta para festejar el éxito de la fiesta anterior. Y se van apilonando pasteles, merengues, choteos… Dicen que el avestruz también ríe mientras mete su cabeza en un hueco para no ver.

También de inercia, pasividad y cortedad de vista a causa de tanto merengue pudieran estar hablando estos pasteles, cual torre de Babel donde los diferentes idiomas hacen imposible el diálogo “intrapanetelas”. Porque de los pasteles –léase también la connotación sexual del término- para afuera sí que lo hay, entre los espectadores y la obra, con aires igual de contentos que los que llevan sus tres autores; pero leves, mucho más leves, que las intenciones artísticas de Stainless, cuyo nombre los declara inoxidables en medio de tanto salitre caribeño, de tanto merengue.

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