Manuel Hernández: La indeleble huella de la caricatura

Manuel Hernández: La indeleble huella de la caricatura
Fecha de publicación: 
17 Marzo 2015
0
Imagen principal: 

 

En cada una de las ediciones de la Bienal Arte del Fuego, con sede en la provincia de Matanzas y cuya convocatoria correspondiente al año 2015 ya está próxima, se ha hecho recurrente la presencia del maestro de la caricatura política y la cerámica artística —también pintor—, Manuel Hernández Valdés (Limonar, Matanzas, 1943), sencillamente Manuel, cuya carrera artística está avalada, entre otros muchos lauros, por el Premio Esopo de Oro, en Gabrovo, Bulgaria —la más alta distinción internacional del humor gráfico entonces—; la Réplica del Machete de Máximo Gómez; el Premio Nacional de Periodismo José Martí, 2001; la Medalla Pablo Picasso, otorgada por el Consejo Mundial de la Unesco; y su inclusión, durante los años 80 del pasado siglo, como uno de los 100 caricaturistas más importantes del mundo.

La última vez que dialogué con este artífice fue precisamente en el mencionado encuentro internacional de ceramistas, en la Finca de “Los Correa”, como le llaman a ese predio ubicado en las inmediaciones del municipio matancero de Jovellanos, en alusión al jefe de la prestigiosa familia de artesanos artistas que allí vive, Héctor Correa. En aquel entorno de pródiga vegetación y donde proliferan esculturas de barro de acreditados artífices cubanos y de otras latitudes, Manuel también ha dejado su impronta, inspirada, como casi toda su obra pictórica en general, en temas costumbristas sobre el campesinado y en torno a disimiles asuntos recreados en la variopinta cotidianeidad insular, a través de cubanísimos discursos iconográficos rurales que, como vivaces crónicas de su tiempo, son concebidos mediante cuidadosos tratamientos de nuestras cultura e idiosincrasia.

Hijo Ilustre de la Ciudad de Matanzas, miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y acreedor de la medalla Félix Elmuza, este amigable guajiro de Limonar que también ha sido premiado en varias ediciones de la Bienal del Humor de San Antonio de los Baños, comentó que la caricatura política ha perdido espacio en los periódicos cubanos, motivo por el cual decidió alejarse un poco de su práctica habitual en más de 10 medios diferentes —entre ellos, Bohemia, Juventud Rebelde, Granma, Trabajadores, Palante, Dedeté, Girón…—  para dedicarse casi por entero a la cerámica, en tanto retornaba a su inicial oficio como pintor.

Asegura que comenzó a dibujar en medio del campo, con apenas 12 años de edad, y que se inició en el humor gráfico cuando pasó el Servicio Militar. Sin embargo, dice, hoy “me conocen más como pintor que como caricaturista”.

 

manuel-01

Tal afirmación es, de alguna manera, cierta; aunque no creo que muchos hayan olvidado que Manuel trascendió dentro del universo de la creación plástica mediante este género  que constituye su obra mayor, su legado más importante a las artes visuales de la isla,  amén de sus importantes incursiones en el mundo de la pintura y en el de la cerámica artística, especializado en la técnica de la  mayólica, consistente en la aplicación sobre las piezas —platos, ánforas, murales— de esmalte de plomo opacificado con estaño y posteriormente decorados con óxidos.

Pero, aunque sus éxitos en ese desempeño son indiscutibles, buena parte de sus lauros reconocen justamente su amplísima producción de dibujos satíricos, irónicos y críticos, desde sus primeros pasos en el periódico Al Combate!, donde publicó su primer trabajo consistente en una ilustración, pasando por sus años como reservista de este diario en Matanzas, donde trataba asuntos relacionados con la vida militar, hasta sus posteriores incursiones en el rotativo Granma, desde el año 1991 hasta 1993, donde básicamente incursionó en temas relacionados con la política.

Los juicios gráficos, expresados mediante la brevedad de las líneas y los textos, igualmente relacionados con disimiles asuntos de la sociedad, la cultura y la economía, fueron también reclamados por muchas publicaciones cubanas, entre ellas la Revista Bohemia y los periódicos Juventud Rebelde y Trabajadores; así como en tabloides de corte humorístico como el  Dedeté y Palante, y en otros diarios provinciales como El Habanero y Girón.

El estilo auténticamente criollo de las caricaturas de Manuel, de algún modo ha signado su producción en cerámica artística y pintura.  En sus retratos y paisajes el observador dialoga con  soberbias figuras (guajiros), inmersas en cálidos ambientes de vibrantes rojos, naranjas, verdes y amarillos, cual esencia del Caribe insular. Él mismo ha dicho que los personajes de sus obras “forman parte de mi vida. Me satisface mucho reflejar los guajiros y el paisaje cubanos… casi siempre nos interesamos más en las producciones intelectuales que en esos seres sagrados que trabajan la tierra, que siembran, cultivan o sencillamente enyuntan un buey”.

En sus dibujos, generalmente concebidos para las cerámicas, el oficio del caricaturista asoma, una y otra vez, para dejar constancia, como huella imborrable, de un ejercicio que  constituye la modalidad de imagen periodística más antigua que se conoce y en el que él se introdujo de “lleno” cuando, concluido su compromiso con el Servicio Militar y tras haber pasado un tiempo en la realización de escenografías para títeres en Matanzas, le ofrecieron trabajo en la prensa cubana radicada en La Habana.

 

manuel-02

Desde entonces, al elaborar sus hipérboles críticas o alusivas a determinadas figuras, fenómenos o situaciones de rápida “cobertura” a través de la prensa periódica, este guajiro matancero —como él mismo se califica— se consolidó como uno de los más prolíficos continuadores de un género que se remonta al Antiguo Egipto, pasando por las culturas mesopotámicas y precolombinas, hasta que en el Renacimiento alcanzó una notable evolución gracias a la aparición de la imprenta, y con ella la llegada de dos grandes beneficios que aún lo son: la caricatura se hace más asequible, y por lo tanto más popular; a la vez que llega al público con mayor difusión y rapidez.

En los dibujos de sus cerámicas, así como en los de sus pinturas trascienden algunos elementos que se transpolan desde las caricaturas, entre ellos, el uso de las líneas, los trazos de los contornos, la expresión minimal y cierto humor subyacente en los rostros y los paisajes de los fondos. En la producción artística posterior a su auge gráfico en los medios de prensa —décadas de los 80 y 90 del pasado siglo—, podemos observar que, como huella indeleble de esa práctica, la idea se sobrepone, adquiere preponderancia, ante la mímesis del dibujo; porque Manuel es, ante todo, un excelente comunicador que rápidamente capta y expresa conceptos que, de acuerdo con las circunstancias, pueden derivar tanto hacia la crítica como el elogio. Es así como sus creaciones gráficas extendieron vínculos hacia otras expresiones de las artes visuales, como la cerámica, la pintura, la ilustración…

Sus trabajos, como los de otros dibujantes que incursionan en este género, muchas veces se valen de la inclusión de textos. De manera tal que, aunque aluden a signos o referentes reconocibles por los espectadores, los mensajes (escritos) generalmente encerrados en globos buscan no solo explicar la imagen, sino que en muchas ocasiones  la convierte, además, en “humor ilustrado”, rápidamente reconocible por los espectadores quienes en ellas encuentran la síntesis, el espíritu del asunto o de las situaciones que representan, eludiendo la realidad física, y la recreación de elementos externos de los personajes. Se trata, ante todo, de retratos psicológicos realizados mediante una reducción expresiva en la que la estenografía está lograda mediante el uso de trazos estrictamente necesarios.

En tal sentido, y con la sapiencia de un gran maestro, Manuel ha sabido “ubicarse” dentro de las dimensiones y exigencias de cada uno de sus trabajos, pues si bien el término caricatura nos hace pensar de una forma casi automática en lo cómico, sus obras relacionadas con la política o con otros temas que demandan respeto o cierta solemnidad, no tienen que ver con la comicidad, problema que ha sabido resolver con agudeza. Igualmente ha incursionado en otras tipologías de dibujos gráficos: social, político-social, costumbrista, simbólica, festiva, fantástica y personal.

Hace unos 40 años, la caricatura no se consideraba arte, pues, como bien expresa el riguroso investigador español y amante de la cultura gráfica, José Enrique Peláez-Malagón (Ciudad Real, 1966) doctor en Historia por la Universitat de València, “sólo se admitían las llamadas artes mayores, arquitectura, escultura y pintura, así, por orden de tamaño y peso, y las relegadas a segundo plano como artes menores, industriales aplicadas o decorativas (nunca se pusieron de acuerdo en los adjetivos todos impropios), como cerámica, esmalte, orfebrería, etc. Por fortuna esto ya está superado y el arte es hoy mucho más y acoge aspectos que antaño se excluyeron como pobres y hasta vergonzantes…”.

Manuel ha inscripto su nombre entre los artífices cubanos de la contemporaneidad cultivadores de esta expresión gráfica, junto a otras encumbradas figuras, como Landaluze, Rafael Blanco, Conrado Massaguer, Abela, José Luis Posada, Juan David, Santiago Armada (Chago)… y a otros más como Arístides Hernández Guerrero (Ares), René de la Nuez, Gustavo Prado (Pitín), Adán Iglesias, Angel Boligán Corbo (Boligán), Antonio Mariño (Ñico), Enrique Lacoste, Tomás Rodríguez (Tomy), Luis Felipe Wilson, Lázaro Miranda (LAZ), Pedo Méndez, Alfredo Martirena y José Luis López…

Sin dudas, dentro del variopinto universo del arte cubano contemporáneo no han sido ni la cerámica, ni la pintura, sino la caricatura, el género que ha marcado definitivamente a Manuel como uno de sus más sólidos exponentes. Su premisa en este oficio está  —como apuntó el reconocido teórico español Patesca— bien definida: “pienso y luego dibujo una línea alrededor de mi pensamiento”, pues en cada una de sus obras existe una opinión, un criterio. Su obra evidencia interés, además, en la cantidad de información que proporciona, así como posee la capacidad de revivir y enjuiciar acontecimientos de interés público.

Graduado en la Academia de Artes Plásticas Tarascó, en 1961, y maestro de varias generaciones de humoristas gráficos, ceramistas y pintores, la obra de este artífice forma parte de importantes colecciones, entre ellas, las de los museos Nacional de Bellas Artes,  de la Cerámica, ambos en La Habana; así como en el del Humor y la Sátira, en Gágrobo, Bulgaria; el Karykatury, en Varsovia, Polonia; así como en la Fundation Danielle Mitterand, París y Francia. Ha participado en Salones de Humor y muestras colectivas en Bélgica, Alemania, EEUU, Francia, Suecia, Brasil, México, Colombia, Londres, Polonia, Rusia, Venezuela, Bulgaria y Japón.

Manuel afirma que “la cerámica es un juego; la pintura, armonía, felicidad; y el humor, un triángulo: el que lo hace, quien lo disfruta y la víctima; aunque siempre he hecho un humor educativo, sin burlarme de los demás”.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.