Nuestra Belleza Latina en Cuba

Nuestra Belleza Latina en Cuba
Fecha de publicación: 
12 Marzo 2015
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Y paradójicamente, cincuenta años después un alto porcentaje de las búsquedas que hacen los usuarios cubanos en Internet tienen como palabras claves: Belleza Latina.

Desde 2007, Univisión, principal canal de habla hispana de los Estados Unidos, transmite un reality donde el hedonismo y la superficialidad centran el espectáculo. Tres jueces someten a las concursantes a absurdas pruebas: las afortunadas que lleguen a la mansión de la Belleza deben mostrar sus «talentos» para actuar, caminar en pasarela o besar un sapo así de ridículos pueden ser los retos. Y entonces... ¿qué talento se está premiando?

Por estos días la cadena transmite la novena temporada del show, y decenas de miles de cubanos buscan la manera de saber a quién eliminaron o si su favorita sigue en competencia. En un país donde es tan alto el nivel de instrucción de la población, donde se aboga por el respeto y la equidad, y es criticada la cosificación de la mujer, semanalmente se vive la epidemia «Nuestra Belleza Latina» (NBL).

Por supuesto, no somos los únicos que siguen el reality. La propuesta tiene un alto rating en el continente, y es entendible: todo está planeado, nada es ingenuo ni inocente. Hay un estudio de audiencias. Este capta el interés de jóvenes que ven en los 200 mil dólares de premio la oportunidad de mejorar sus vidas y ser contratadas por el canal, provenientes, en su mayoría, de contextos donde la instrucción, educación e igualdad de oportunidades son escasas.

NBL posee la factura necesaria para llamar la atención: una maquinara de emociones desechables y trucos sentimentaloides, disputas entre las competidoras a pesar de que siempre parecen falsas y arregladas—, escenarios glamorosos donde actúan los artistas latinos más populares, vestidos y maquillajes de ensueño… Belleza Latina es un espectáculo que se consume porque está hecho para entretener, como mismo entretiene un circo, con la peculiaridad de que a este lo dirige un bufón pintoresco conocido como Osmel Sousa. Y prefiero pensar que es esa desmedida parafernalia, carente en nuestras producciones nacionales, lo que lo hace atractivo para nuestro público. Un público inteligente que debe saber discriminar entre «el brillo» del espectáculo y la hojarazca que lo conforma.

El «Zar de la Belleza», como se le conoce a Osmel, está obsesionado con la talla ideal, y somete a las concursantes a estrictas dietas alimenticias, a constantes pruebas de peso, al punto de que la que suba apenas un kilo, dejará de verse bella para el principal juez del concurso. ¿Será que prefiere una mujer con trastornos alimenticios, pero que se mantenga en el peso que él considera «ideal»?

Es habitual que en cada transmisión se ría, ofenda o desprecie a alguna de las participantes, para no mencionar las audiciones que realizan por todo el país antes de regresar a Miami, sede del reality. En estas audiciones, cuando alguna muchacha que no encaja con los cánones predeterminados se presenta ante los jueces, las burlas e insultos de Sousa carecen de límites. Mejor que sea él mismo quien hable: «Yo digo que la belleza interior no existe. Esos son temas que inventaron las no bonitas para justificarse», declaró a The New York Times.

Esas «no bonitas» a las que se refiere Osmel se sienten en condición de inferioridad con respecto a los modelos de belleza que se les presentan. No todas las mujeres pueden costear silicona o botox, o recurrir al bisturí para moldear sus cuerpos hasta llegar a las medidas «90, 60, 90». El resultado: los índices de depresión y suicidios aumentan, al ser estas mujeres subyugadas por tales alegorías de perfección.

A estos arranques groseros y burlescos, súmenle que el supuesto hacedor de Mises es racista y xenófobo. En ningún certamen donde intervenga como juez se admite que la ganadora sea afrodescendiente. Él mismo afirmó que «las mujeres negras no son muy bonitas». De hecho, la única que logró coronarse Miss Venezuela fue Carolina Indriago en 1998, y eso por «tener rasgos de chica blanca».

Ver el show no nos hace menos inteligentes, pero lo que sí es alarmante es que no lo veamos con juicio crítico, que demos como cierta toda esa falsedad y que caigamos ante esa maquinaria de engaños y manipulación.

Alarmante es que parezcan simpáticos los improperios que expulsa Osmel, y que no nos preguntemos: ¿quién se cree este hombre para decidir si una persona es «bella» o no?

Algunos podemos no entender o compartir las bases de estos concursos, pero tampoco creo que la solución sea arremeter contra los cuerpos simétricos y voluptuosos. No se trata de catalogar todo lo estéticamente atractivo como banal. Puede ser sustancioso y placentero a la vez.

Lo que no debe suceder es que sea una belleza vacía lo que se premie en estos concursos. Preocupa que coronen como las mujeres latinas más bellas a aquellas que no distinguen en un mapa a América de Europa, o que aseguran que existen fronteras territoriales entre Rusia y Estados Unidos. Lamentable, más que ofensivo.

Nuestra Belleza Latina durante las próximas semanas quizá seguirá siendo una epidemia que se expande por Cuba de usb en usb, y no hay nada reprochable en eso; claro está: mientras sea vista con juicio crítico.

Alto nivel educativo hay de sobra en este país para no satanizar ni prohibir estos nuevos productos culturales, pero también para no dejarnos atrapar por paradigmas impuestos desde agendas hegemónicas, que nada tienen que ver con nuestros valores.

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