Imperfectos y frágiles, resistiendo y creando

Bien apartados del chovinismo ramplón, con la humildad de los vecinos de cualquier sitio en este Planeta Azul, de quienes se sienten arraigados al íntimo pedacito de tierra donde nacieron, aunque sea árido y sometido al más cruel azote de los elementos, Tony con su poesía parida entre rejas con la más absoluta libertad, nos devuelve el lado más luminoso de la condición humana.
 
Enigmas y otras conversaciones, su más reciente libro editado en la colección Memoria del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, es de seguro uno de esos textos que los hombres y mujeres de buena cepa conservarán en la cabecera de la cama, como alimento espiritual imprescindible.
 
Un hombre que no toma por  blasón  lo que hizo, que se considera un ser común -pero muy digno- y se mantiene alerta “a las cosas bellas que no hemos descubierto todavía”, para quien “la mayor felicidad  de una persona es ser útil”, aunque no quiera,  resulta un paradigma, sobre todo en estos tiempos tan convulsos cuando tornan sobre Cuba los mismos riesgos en formas distintas y más sutiles.
 
Aunque nunca se le haya dado la mano y lo más cerca que hayamos estado de él sea a 10 metros de distancia,  Tony es de esos guerreros de luz que se nos apegan al alma para seguir por siempre en el difícil camino de vivir cada día con dignidad, a plenitud y llenos de sueños.
 
Este ser demuestra que la poesía no solo está en los libros, sino también –y sobre todo-  en esa cotidiana brega por la bondad, la justicia y la belleza, en esa -que muchas veces no nos damos cuenta- ,  sucesión cotidiana de acontecimientos, aparentemente intrascendentes, que nos hacen comulgar con la misión de amar, de amar todo lo que hagamos, con valores y  razones.
 
Esas actitudes son idénticas a las que empuñaron el machete libertario, el fusil verdeolivo, o cualquier instrumento para ganar honradamente el sustento, las que nos deben llamar a capitulo –cada vez que haga falta- para recordar el privilegio de contar con ese asidero espiritual que resulta José Martí y la legión que a través de nuestra pequeña historia se erigen en sus cómplices de luz.