EE.UU.: Sinsabores de una izquierda menguada

EE.UU.: Sinsabores de una izquierda menguada
Fecha de publicación: 
31 Agosto 2014
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Los más recientes sucesos de violencia racial y en las escuelas de Estados Unidos y los continuados asesinatos de emigrantes mexicanos por “elementos vengadores” en la frontera común, revelan lo endeble de un sistema bipartidista en el que ambos representan lo mismo, aunque la parte demócrata utiliza simplistamente eslóganes de izquierda, diferentes a los de los conservadores republicanos, ambos en la carrera demagógica que enmaridan al capitalismo con la democracia, la libertad, la civilización, la disciplina cristiana y la salvación.

No podría concebir a un individuo de la calaña corrupta de Robert Menéndez jugando un papel de izquierda, porque esté en el Partido Demócrata, cuando esta agrupación, como la del Republicano, y los entes en el poder que les antecedieron siempre han buscado un enemigo común: primero fueron los indios, luego los nazis y japoneses, tercero los comunistas y hoy en día los musulmanes, "que son todos violentos y quieren ir al paraíso", dice el refranero de la propaganda norteamericana.

Aunque los valores culturales y las luchas obreras y sociales norteamericanas fueron animadas por personalidades de izquierda-algunas de ellas eliminadas físicamente-, la persecución de todo tipo hizo que apenas la prensa mencionara al Partido Comunista de Estados Unidos, que de unos 100 000 miembros paso a tener 3 000, e ignorara a otras agrupaciones similares.

                                                                 
Para estar “salvado” se debe ser parte de Estados Unidos, lo cual implica automáticamente ser libre y civilizado. No es una cuestión de ahora, sino que comenzó con la guerra contra España, en la que invadió a Filipinas y Cuba, y se consolidó luego de la Segunda Guerra Mundial, gracias a la represión macartista.

Represión que no conoció fronteras, encarceló a individuos por ser o parecer comunistas, e incluso, como ejemplo recurrente, llegó a cuestionar a personas como al  actor y cantante Frank Sinatra, pero no por tener presuntamente relaciones con la mafia, que siempre las negó, sino por ser amigo de izquierdistas, adoptar posturas contra el racismo y poner en tela de juicio una política social que dejaba desempleado a muchos obreros norteamericanos, contrariamente a lo que sucedía –dijo- en la Unión Soviética, nación que visitó.

Lo cierto es que Estados Unidos ha ido redefiniendo los enemigos en función de las necesidades estratégicas del gran capital monopólico, y por ello sus posiciones internacionales. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la emergencia del complejo militar-industrial determinó la necesidad de hacer un keynesianismo puro para la economía doméstica, pero claramente sostenido en un imperialismo en el exterior, apoyado en un militarismo creciente.

Las guerras de agresión a Corea y Vietnam, las invasiones a pequeños países que no cumplían con las órdenes del amo, el apoyo logístico a grupos liberales que se levantaban contra países que o se apoyaban en el área de influencia de la Unión Soviética o intentaban seguir caminos autónomos, requirieron gastos cada vez más fuertes, apoyados en impuestos.

La fórmula de justificar esa aspiradora de recursos era el terror que se infundía desde los sectores dominantes a los ciudadanos comunes; un terror a la pérdida del antes mencionado "american way of life".

Ahora bien, con la caída del Muro de Berlín tuvieron que encontrar un nuevo enemigo que siguiera justificando el infernal gasto militar, y lo hicieron en función de necesidades estratégicas (geopolíticas, recursos naturales, etc.). En el mundo que propusieron de "inestabilidad organizada", tras los atentados a las Torres Gemelas neoyorquinas en el 2001, surgió la guerra al terrorismo, cuyos objetivos eran en su mayoría grupos financiados y entrenados por la Agencia Central de Inteligencia. Es preciso mencionar que el ya fallecido abanderado de la paz Nelson Mandela, estuvo hasta poco antes de su muerte en la lista de terroristas del Buró Federal de Investigaciones.

Y es que Estados Unidos, conforme avanza la dinámica de la relación de fuerzas internacionales, va redefiniendo los enemigos, y se apoya en los medios de comunicación, donde el cine juega un papel fundamental, con recientes ejemplos notorios como Silvestre Stallone y Arnold Swaznegger, quienes hace unos días encabezaron la lista de más de 200 figuras que justificaron la política de genocidio de Israel contra el pueblo palestino de la Franja de Gaza.

La llegada por primera vez de un negro, Barack Obama, a la presidencia de Estados Unidos se presentó como un triunfo de las fuerzas del ala de izquierda del “izquierdista” Partido Demócrata, pero pienso que no fue más que una maniobra de la aristocracia financiera, que lo prefirió por encima de Hillary Clinton, con un temperamento nada  progresista, pero más difícil de dirigir.

No importa la crisis desatada a partir del 2008, ni de qué partido sean los gobernantes: el financiamiento de la campaña, los negocios oscuros y el apoyo de los medios concentrados obligan a respetar sus dictámenes como verdades inobjetables. Con Obama o sin él tiene el suficiente poder como para colocar una importante cantidad de empleados en el Congreso como para limitar o bloquear cualquier cambio en el orden estructurado en términos financieros.

Obama no es Franklin D. Roosevelt, no ha tenido la capacidad política ni el coraje de enfrentar seriamente a esa aristocracia financiera. El creador del New Deal logró impulsar una transformación estructural para salvar al capitalismo norteamericano, pero el actual mandatario apenas ha intentado algunas modificaciones que, luego de pasar por el Congreso, llegan tan debilitadas a la práctica que no tienen una significación particular en la estructura económica heredada de Reagan y Bush, padre.

Pensemos que hasta hace poco la Reserva Federal ha estado inyectando alrededor de 80 000 millones de dólares por mes a la economía, y mientras tanto el presidente, luego de rogar en el mensaje sobre el Estado de la Unión por un aumento del salario mínimo, tuvo que hacerlo por decreto. Y el desempleo apenas bajó. O sea, ¿a manos de quiénes fueron a parar esos cientos de miles de millones de dólares?

No olvidemos que quien llevó adelante esa política monetaria no es precisamente un activo militante de la izquierda del Partido Demócrata, sino un severo conservador nombrado por Bush Jr., Ben Bernanke, sin la oposición de Obama, quien en cualquier momento hasta pudiera liarse con los más recalcitrantes derechistas republicanos del Tea Party.

El resultado neto es que Estados Unidos es el único país del mundo industrial occidental donde la izquierda, desde 1950, ha sido débil y profundamente marginal. Y es que la gran mayoría de la población “no percibe una diferencia entre leninistas, trotskistas, socialdemócratas, anarquistas o maoístas", recogen los argentinos Pablo A. Pozzi y Fabio G. Negri en su libro "La decadencia de EE.UU.".

Así, con una izquierda aun traumatizada desde hace más de 60 años por el macartismo y la Guerra Fría, y con una izquierda menguada, no se puede dirigir consecuentemente movimientos como el Ocupa Wall Street, para citar el caso más sonado de los últimos tiempos.

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