Víctor Mesa, entre el show y el maleficio

Víctor Mesa, entre el show y el maleficio
Fecha de publicación: 
11 Junio 2013
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Aunque muchos no quieran aceptarlo, el mentor más amado y odiado de la pelota cubana actual, Víctor Mesa, está nuevamente en una final, solo que ahora tendrá que ir contra su provincia natal, Villa Clara, y vestirá de rojo en lugar del naranja que lo hizo inmortal.

Además, tendrá un incentivo moral y deportivo: lograr su primera victoria como director en una etapa decisiva, pues en ocho salidas anteriores solo ha conocido derrotas. Su homólogo, Ramón Moré, es debutante en estas rondas, por lo que ambos romperán el hielo de los triunfos cuando concluya el pleito de este martes.

El polémico, atrevido e impulsivo Víctor comanda ahora un Matanzas que ha hecho de la rivalidad con los naranjas casi una cuestión de honor —por su mánager y por la forma tan parecida de jugar al béisbol—, de ahí el balance  tan cerrado en esta temporada: cinco sonrisas para los naranjas y cuatro para los yumurinos, de ellas tres en su cuartel general del Victoria de Girón, por donde empezará la final este 11 de junio.

El show Víctor llegará desde que asome en el estadio con su número 32 en las espaldas y los casi 20 mil aficionados lo veneren como el padre exigente que puso orden, disciplina y carácter a muchachos talentosos como José Miguel Fernández, Yadiel Hernández, Yurisbel Gracial, Guillermo Heredia, Ariel Sánchez, entre otros, quienes jamás han estado en la discusión de un título.

Como si fuera poco, Víctor apelará no solo al ABC de las bolas y los strikes que él enriquece con su olfato beisbolero, sino, sobre todo, al componente psicológico, a rato desestabilizador, para doblegar a unos centrales altamente motivados por haber entrado de últimos en los play off y ya tener asegurado un segundo puesto como mínimo.

El hecho de conocer a sus rivales con tanta profundidad lo motivará, seguramente, a un cambio total de táctica, pese al morbo deportivo que representa ser contrario de la selección con la que alcanzó cuatro cetros como jugador (1983, 1993, 1994 y 1995) y dos subtítulos como director (2003 y 2004), así como un bronce en 2006-2007.

Sabemos, o al menos presuponemos, que será una discusión que agotará seis juegos como mínimo, en la que también habrá expectativa por ver cuándo llegará el primer éxito del otrora jardinero en finales, pues en sus dos anteriores ocasiones (2003 y 2004) fue barrido por los Industriales que dirigía Rey Vicente Anglada.

Ni siquiera las estadísticas hablan con elocuencia cuando se trata de identificar un favorito, pues los visitantes a la “ciénaga de los cocodrilos” presumen de sus serpentineros y de conexiones oportunas, lideradas por el refuerzo Dayron Varona, quien le ha bateado a los yumurinos como ha querido (19-8 para 421 de average), en tanto Ariel Sánchez lo imita desde el bando contrario (38-15 para 394).

Pero Víctor sabe que no habrá buen espectáculo en esta final sin sus incansables gestos –que no deben terminar nunca en protestas contra árbitros-, sin esa doble sensación de sentirse naranja y matancero a la vez, sin su carisma total dentro de un terreno, el cual siempre le ha parecido pequeño para expulsar todo lo que lleva de béisbol en la sangre.

Lo importante e imprescindible será continuar contagiando a todo un país con el hecho sociocultural más dinámico y tierno. ¿Cocodrilos o Naranjas? Eso respóndalo cada quien frente al televisor o en los estadios.

 

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