Un Elefante Blanco en el Festival de Cine

Un Elefante Blanco en el Festival de Cine
Fecha de publicación: 
13 Diciembre 2012
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El edificio que se concibió para ser el hospital más grande de América nunca fue terminado y es habitado hoy por cientos de familias, bajo condiciones precarias. Alrededor de esa construcción inmensa, llamada por todos como el Elefante Blanco, sobreviven unos 30 mil habitantes de una villa en Buenos Aires.

 

Allí trabaja Julián, un cura que cada día entrega sus fuerzas a ayudar a los habitantes de la zona. Por ellos lucha y no cesa en su empeño por garantizarles una vida mejor. Constantemente surgen nuevas dificultades y la violencia se resiste a marcharse de la comunidad.

 

Él está enfermo, pero nadie lo sabe. Su personaje es una suerte de representación de Sísifo, que debe arrastrar cada día la piedra sobre una montaña porque siempre la pierde cuando está llegando a la cima. Julián teme no poder soportar más el peso de tantos problemas y trae a trabajar consigo a su amigo Nicolás, con la idea de que este se haga cargo de la parroquia llegado el momento.

 

Nicolás es un cura más joven que se siente culpable por haber sobrevivido, recientemente, a una matanza en una comunidad del Amazonas donde él trabajaba; por eso no se puede permitir nuevamente la pasividad y se implica de a lleno con la gente de la villa.

 

Su compromiso con los vecinos lo expone al máximo. Su juventud y pasión le hacen creer que algo tan arraigado como la violencia, el narcotráfico y el odio entre las pandillas, puede ser erradicado con su participación en el asunto.

 

Pero esa parece ser una lucha en vano. El instinto de supervivencia, la adicción a las drogas de los adolescentes del lugar y quizás la resignación a la miseria que es la única forma de vida que conocen conspiran contra la fe y la voluntad de quienes anhelan un final mejor.

 

Elefante Blanco es entonces un símbolo de la resistencia de los pobres, un lugar en el que se atrincheran la esperanza y la voluntad de batallar por algo lejano, que parece imposible, pero que para ellos es necesario, como si en eso les fuera la vida.

 

La película de Pablo Trapero es muy dramática, con fuertes escenas de violencia y con todas las señas que este género conlleva. La madurez del director argentino le garantiza poder dar el giro a la historia y agregarle matices a esta, cuando se precisa.

 

Esto, unido a la estelar interpretación de Ricardo Darín y Martina Gusman, es un gancho ineludible de la película.

 

Elefante Blanco es la historia de amor que puede surgir entre un hombre y una mujer, entre un cura y su comunidad, entre los vecinos de una villa marginal hacia el pedazo de tierra que ocupan sus casuchas…

 

El filme es, por supuesto, una crítica abierta a la Iglesia, que aquí se muestra como una institución estática, incapaz de resolver los problemas de sus fieles, negada a intervenir por ellos.

 

Es también un clamor al gobierno y a las organizaciones implicadas a buscar una solución, lo más definitiva posible, a un problema que parece eterno: la marginalidad que ha echado raíces en las sociedades latinoamericanas.

 

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