La noche interminable con Julieta Venegas

La noche interminable con Julieta Venegas
Fecha de publicación: 
4 Diciembre 2012
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Son casi las 9 y 30 de la noche. El público se muestra eufórico, hilarante, resuelto. Ya han desfilado por el escenario la cantautora Rochy Ameneiro, Santiago Feliú —un trovador que ha puesto el listón de la coherencia muy alto en la escena musical cubana— y los jóvenes instrumentistas Rodrigo García y Alejandro Calzadilla. Luego los técnicos y el equipo de la Rueda Producciones regresan a las tablas. Se afanan en poner a punto los instrumentos y el sistema de audio.  

Los espectadores se encienden cada vez más. Aplauden. Gritan. Reclaman. Entre ellos muchos mexicanos. Pero la mayoría son jóvenes cubanos que llegaron al teatro desde bien temprano. Todos, al unísono, esperan a la protagonista del concierto, enmarcado dentro de la campaña inernacional por la no violencia contra la mujer y las niñas. Entonces, sin anunciarse, sale Julieta Venegas al escenario. Muy pocos la descubren a la primera. Lógico. La mexicana aterrizó casi en penumbras. Sin protagonismos. Sin hacer alarde de su condición de estrella. Parece, más bien, otra integrante de su banda. Con un ceñido vestido azul, coloca sus manos al piano para comenzar a correr esa aventura maravillosa, lúdica y festiva, llena de color y encanto, que significó el regreso de la muchacha del acordeón a la isla, tras diez años de ausencia.

La cantante, pianista, compositora e intérprete, acumula varios premios Grammys en su archivo y está considerada como una figura de primera línea del pop rock latinoamericano. Sin embargo, aún conserva ciertos rasgos de la personalidad que la acompaña desde que comenzó a darle cuerpo a sus fantasmas y circunstancias personales a través de la música. Precisamente esa sutil apariencia de chica frágil es uno de esos rasgos que te dejan rendido a sus pies desde que entra en acción. Como una colegiala que llega a la escuela por primera vez y comienza a relacionarse tímidamente con sus compañeros de aula.

Con todo, la Tori amos mexicana conquistó al público a la primera: “Buenas noches mis queridos cubanos”, lanzó, y todos cayeron bajo su dulce encanto.

Su show respetó aquella idea que aún es posible enamorarse, embriagarse de ilusiones, recuperarse de los amores rotos y soñar despierto Con todo y los tiempos que corren. En su voz, ora dulce, ora intensa, planea el mejor estilo de las exponentes femeninas de la música latinoamericana, la filosofía del rock alternativo (donde militó en sus primeros años), y la convicción con que el pueblo mexicano ha construido la fortaleza de su milenaria cultura.

Sus canciones son de una supuesta  ingenuidad. Se mueven entre alegres y festivas. Como un espectáculo de varietes. O como una de esas obras de arte pop que encandilan de colores la vista. Pero su sencillez es solo aparente, sobre todo cuando se aleja de sus estribillos más pegajosos y enseña a la Julieta más temperamental. A juzgar por su personalidad, la aparente inocencia de sus canciones puede ser una especie de gancho para atraer el público hacia asuntos realmente importantes. Lo suyo es centrarse en su música, en su mundo interior, en su mirada a la sociedad, para analizar  las conductas del ser humano y especialmente para impulsar a las mujeres a romper todo tipo de ataduras y tratar de ser ellas mismas, algo que ha constituido una constante de su carrera desde que siendo muy joven escapó de su natal Tijuana para probar suerte en la capital. Y bien visto, esa fue una de las mejores elecciones en la vida de la primera Julieta.

Por eso se rodea de un clima muy especial, casi simbólico, cuando canta Un lugar, que dedica a los emigrantes que toman la difícil decisión de dejar todo atrás para plantar su casa en otro sitio.

La muchacha del acordeón no tuvo problemas para conectar con el público. Ni hizo falta que interpretará varios de sus clásicos para que el teatro vibrara sin reposo hasta el mismo final de la noche, en la que mostró un perfecto equilibrio entre la canción de autor y el pop, una etiqueta que le he endilgado la crítica desde que comenzó a ser Julieta Venegas.

No obstante la compositora y pianista no pierde oportunidad para desprenderse de dicho rótulo. “Yo no me considero una artista de pop, aunque a veces he tenido mis cruces con el pop y el rock porque me muevo por todos lados. Se ha manejado que el pop se liga con la mujer y es cierto que hay muchas chavas que quieren ponerse como supersexis, enseñar todo, creen que eso es parte de ser una artista; yo, por mi parte, considero que es todo lo contrario. Lo que hay que perseguir en la música es tu identidad, tu personalidad, tu camino”, dijo a este redactor pocos minutos después de finalizar el concierto, que calificó como “un sueño cumplido”, y exhortó a otras artistas de renombre internacional a presentarse en la Isla.

“Desde la primera vez que vine me di cuenta que el público cubano es muy generoso. Es importantísimo venir acá y cantar en la isla. Hay que hacerlo. Por mi lado yo siempre que pueda vendré”, agregó  antes de comenzar a filmar  autógrafos y a tomarse fotos con  varios de sus admiradores,  que como todo el público pudo disfrutar de una Julieta Venegas entregada,  que hizo apreciar la felicidad del amor, y de las pequeñas cosas de la vida. Algo que, sin dudas, siempre se agradece. Sobre todo en este mundo en que todo anda de patas arriba.

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