Ysmercy Salomón: «En mis personajes… fuerza y voluntad»

Ysmercy Salomón: «En mis personajes… fuerza y voluntad»
Fecha de publicación: 
8 Diciembre 2012
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Clara, Cesonia, Sidonie, todos estos grandes personajes han subido a las tablas en la piel de Ysmercy Salomón. Esta joven intérprete se considera una actriz, sin importar el medio en el que se desarrolle. Actualmente además de la amante del gran emperador Calígula, Ysmercy se convierte en Tati en el filme Penumbras, de Charli Medina, que se proyecta en todas las salas de cine del país.

En el escenario del teatro Trianón, sede de la Compañía Teatro El Público y lugar donde más tiempo ha estado, conversamos con ella.

Como Cesonia, en Calígula. Foto: Yuris Nórido

—El Público repone Calígula ¿qué retos hay en interpretar un reestreno de una obra teatral?

—Cesonia es un personaje que he heredado, que hizo en la primera puesta Mónica Guffanti. Yo creo que el reto es estar a la altura de lo que Mónica interpretó. Es tomar una pauta que ya está hecha, como yo siempre he dicho, un hijo que ya está parido y entonces hay que cuidarlo el tiempo que te lo han dado, y lograr de alguna manera que se mantenga ese espíritu y esa atmósfera con la que se creó el espectáculo, pero llevándolo a la manera de cada cual, respetando lo que se creó.

¿Cómo asumes la preparación de un personaje?

—Depende del personaje. Lo primero que trato de hacer siempre es ver en qué punto empatizo con el. Hay personajes que tuve la posibilidad de que primero se hicieron para una lectura expresiva y luego Carlos Díaz decidió montar la obra. En todo caso, primero mi acercamiento es a nivel de texto. Y hasta para hacer esta lectura tengo que ver en qué empatizo, por dónde empiezo a comprenderlo, para luego entonces buscar como es, pero desde mí. Yo creo que eso es lo primero: la empatía y el entendimiento del personaje, justificarlo siempre.

“Cualquiera de los personajes que he interpretado parten de un texto escrito, que está brindando mucha información, y que no debe ser obviada. De ahí entonces parto de entender a fondo ese texto, de desmenuzarlo al máximo”.

¿Qué es lo primero que te llama la atención de un trabajo?

—Yo he tenido la suerte de hacer obras que a nivel de guion o a nivel de argumento dramático son muy interesantes. Las obras de Rainer W. Fassbinder, Albert Camus, o Jean Paul Sartre, son textos que están extraordinariamente bien escritos, y yo creo que eso es lo que más agradezco. Saber que hay una partitura con la que uno puede identificarse a fondo, que es como una piscina de clavado: uno puede lanzarse y sabe que por muy fuerte y por muy hondo que te tires, siempre va a haber espacio para nadar más y más.

Cesonia, Clara, Marta… ¿Qué te han dejado los personajes que has interpretado y qué les has dado tú a ellos?

—Todos los personajes me han dejado algo, no solo a nivel material, porque conservo muchos objetos de los vestuarios; de hecho siempre ando al hombro con una mochila roja que la tengo de Las relaciones de Clara, y todavía cada vez que la llevo hay algo de Clara en mí. También los personajes me han dejado cosas a nivel físico y a nivel textual. Yo me voy apropiando de todos los parlamentos de ellos y pasan a mi background de ideas, de frases y de maneras de decir.

“¿Y qué les doy? Les doy mucha fuerza y mucha voluntad. Cada vez que hago algún personaje siento que cada día tiene la posibilidad de nacer, crecer y morir. En cada función se resucita hasta que uno recibe el premio, que es el aplauso del público. Y esa misma posibilidad también ellos me la dan a mí”.

En Gotas de agua sobre piedras calientes. Foto: Yuris Nórido

Eres graduada del Instituto Superior de Arte (ISA), pero empezaste desde el teatro de aficionados, ¿qué importancia le concedes a un sistema artístico vocacional?

—Una importancia extraordinaria. Yo empecé desde muy temprano, y siempre lo he dicho, les debo mucho a los instructores de arte. En un principio, estaba el Palacio Central de Pioneros Ernesto Che Guevara donde estaba en el área de creación de teatro; luego en la sala Gilda Hernández por Santo Suarez, ahí había una instructora llamada Lilian y con ella seguí trabajando. También fue muy bueno que cuando llegué al IPVCE Vladimir I. Lenin, que es un pre de ciencias exactas, allí hubiera un lugar para el teatro y montáramos importantes textos cubanos. Esa experiencia me abrió un camino de comodidad gracias al cual, cuando me enfrenté a los exámenes del ISA, el reto no era algo nuevo para mí. Yo creo que el instructor de arte es un facilitador, y a la vez es la persona indicada para este tipo de orientación, por tanto debe ser muy cuidadoso en hacer florecer del niño todo el material que tiene dentro.

¿Cuándo das clases cómo haces para que tus estudiantes se comprometan con el teatro?

—Hay un texto excelente del dramaturgo Eugenio Barba, que se llama Carta al actor de, en el que él dice al final que aunque la actuación es una carrera que no hace falta, porque a nivel material no aporta mucho, aún así el público viene a verte porque te necesita. Lo que trato de dejar en mis alumnos es el convencimiento de que esta es una carrera muy sacrificada y que no se sigue para ser famoso; es una carrera del día a día, de vivir momento a momento, y solo se vive con honradez y con humildad, trabajando para el público que te necesita.

“La actuación no debe verse como un medio para obtener capital o fama. Hace falta una pasión o muchas cosas que decir y que contar. No basta con la conversación diaria, hace falta decirlo con otras palabras, que son las de los dramaturgos, pero haciéndolas tuya y que la gente las entienda”.

Aunque ya habías hecho cine y también habías trabajado con Charli Medina, ¿qué diferencias tuvo el filme Penumbras con respecto a los proyectos anteriores?

—Yo creo que la diferencia fue el tiempo, porque Charli trabaja con mucho rigor, ya sea para un teleplay o para una película. Por lo tanto no hubo diferencias en cuanto al trabajo con el actor. No hubo contrastes en cuanto a su entrega al escuchar toda la propuesta que viniera de parte del equipo. Tampoco las hubo al trabajar con profesionales y con amigos, como Tomas Cao, con quien ya yo había trabajado en Los heraldos negros, y de pronto tener la posibilidad de trabajar con él de nuevo, era como estar en casa.

¿Cómo calificarías la película?

—Es una película de muchas sensaciones, cada personaje está al borde de un cambio. Esto trae mucha premura y sentimientos contradictorios. Es un filme en el que los protagonistas quedan suspendidos entre lo último de un momento y la esperanza de lo primero que les llegará en una nueva situación.

La compañía El Público estrenó una obra de Rainer W. Fassbinder, Gotas de agua sobre piedras calientes…

Interpretar a Fassbinder es apasionante. Es una obra de muy pocos personajes son solo cuatro: Leopold , Ana, Franz y Vera. Es un texto muy intenso. Animo al público a que la vaya a ver, porque más allá de preferencias sexuales, más allá de que puedan identificarse por completo con un personaje o no, en cuestión de amores a todos nos toca y creo que eso se hará sentir.

Junto a Héctor Medina en Gotas de agua sobre piedras calientes. Foto: Yuris Nórido

 

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