Brad Pitt, un sicario de la Mafia que reniega del sueño americano

Brad Pitt, un sicario de la Mafia que reniega del sueño americano
Fecha de publicación: 
20 Septiembre 2012
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Un hombre joven pasea por un desolado paisaje lleno de basura mientras se oye a un Barack Obama que aboga por el cambio en Estados Unidos. La imagen que abre Mátalos suavemente resume perfectamente el pesimista retrato de Norteamérica que nos ofrece el largometraje dirigido por Andrew Dominik.

El personaje principal de este thriller violento y triste es un asesino a sueldo descreído, al que da vida un divertido Brad Pitt, que tiene que matar a unos ladrones que han asaltado una partida de póker controlada por la Mafia.

Los mafiosos, a través de un empleado, contratan a este mercenario para que se encargue de ajustar cuentas con los responsables de un atraco torpe y mal planteado.

Obama y Bush

Como un elemento más de la banda sonora, escuchamos las palabras de George W. Bush o Barack Obama que emiten la televisión y la radio. El expresidente republicano aparece hablando sobre la crisis económica y el rescate del sistema financiero.

Las discursos de Obama, por el contrario, son un llamamiento a la esperanza y el cambio. Sin embargo, nada parece variar para los protagonistas mientras sus voces suenan de fondo.

Los criminales, en su mayoría bastante torpes, se pasean por unos Estados Unidos grises, oscuros y llenos de mugre. Incluso algunos expertos matones, como el encarnado por el estupendo James Gandolfini, parecen sumidos en una particular crisis que les lleva a emborrachase y a requerir los servicios de prostitutas.

`Thriller´ y política

El australiano Andrew Dominik, que ya había trabajado junto a Brad Pitt en el western El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, ofrece un filme repleto de violencia, largos diálogos y humor bastante negro.

Dentro de esta nada idílica visión de Estados Unidos, el asesino encarnado por Brad Pitt, parece de los pocos personajes que no se engaña a sí mismo. Incluso alberga un vaga idea de bondad en su manera de trabajar.

Al sicario le gusta disparar a sus víctimas desde lejos y sin conocerlos prácticamente. Es lo que él denomina matar suavemente. Evita de esta manera que sus objetivos se denigren con súplicas y lágrimas inútiles.

También tiene claro cómo es el lugar donde vive.

“América no es un país; es un negocio” llega a decir cuando un empleado de la Mafia, espléndidamente encarnado por un cínico Richard Jenkins, decide pagarle menos dinero que el acordado por sus sangrientos trabajos.

Un esperanzador discurso de Obama sirve como particular contrapunto sonoro a sus terribles palabras.

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