Cuba: Amor de temba

Cuba: Amor de temba
Fecha de publicación: 
14 Febrero 2020
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Hace solo un puñado de días, el mundo digital multiplicó la noticia del matrimonio más anciano del mundo. Se trataba de la pareja conformada por John Henderson, de 106 años, y Charlotte, de 105, en Austin, Texas. El venidero 15 de diciembre celebrarán 80 años de matrimonio.

La pareja coincidió al revelar el secreto para sumar tantos años y unidos: «vivir la vida con moderación y ser cordial con tu cónyuge».

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Aunque mucho navegué, me fue imposible encontrar en la Red de redes una pareja cubana que se acercara a ese récord.

Es probable que exista, quién sabe en qué lugar de esta Antilla Mayor, pero su existencia no ha alcanzado publicidad en el mundo digital.

De todos modos, estas líneas tratarán de acercarse, en este Día del Amor y la Amistad, a algunas realidades de las parejas de adultos no tan jóvenes. Lo más usual es que abunden aproximaciones a las parejas de jóvenes, pero en nuestro país, donde el 20,4% de la población peina canas con 60 años y más, bien que se justifica este acercamiento al amor de temba.

Tembas son los nacidos en los años 60, los hijos del llamado baby boom, cuya infancia discurrió junto a muñequitos rusos en un televisor en blanco y negro, y los descubrimientos de la adolescencia se acompañaron por la música de Los Brincos, Los Gafa, Los Beatles, compitiendo por quién llevaba más ancha la pata del pantalón campana y más apretada la camisa Manhattan.

Aquellos que lloraron a moco tendido con La vida sigue igual, de Julio Iglesias, y se espantaron ante un Tiburón sangriento, de Spielberg, que hoy solo causa risa, son los cubanos que en el presente suman más de 50 años.

Y no son pocos: totalizan más de cuatro millones 200 mil. Su importancia demográfica hizo que la Oficina Nacional de Estadísticas e Información —junto al Centro de Estudios de Población y Desarrollo, el Ministerio de Salud Pública y el Centro de Investigaciones sobre Longevidad, Envejecimiento y Salud— los incluyera en la Encuesta Nacional sobre Envejecimiento de la Población (ENEP) porque ese grupo «se irá incorporando a la población de 60 años y más en los próximos diez años». Para ese entonces, casi la tercera parte de los habitantes de esta Isla tendrá esas edades.

Hoy, según resultados de la ENEP (con datos recogidos entre noviembre de 2017 y enero de 2018), entre los cubanos con 50 años o más, las mujeres conforman una discreta mayoría: el 52,5% de ese total.

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Y de esos cuatro millones y más de cubanos temba, más de la mitad (58,1%) están casados o unidos. Pudiera mirarse como el vaso medio vacío o medio lleno, pero lo cierto es que la otra parte suma un conglomerado de cubanas y cubanos que, con 50 años o más, andan divorciados o separados (18%), viudos (14,1%) o solteros (9,5%).

No es despreciable la cantidad de esas personas mayores que están sin pareja, y quienes entrarán dentro de poco, o ya lo están, dentro de la tercera edad.

De este total de tembas en soledad, la mayoría son mujeres (el 49,6% del total de las mayores de 50), cantidad que alcanza el 73,6% cuando se refiere a las mujeres a partir de los 75 años.

Los expertos a cargo del estudio explicaron que tal situación está condicionada por la elevada cantidad de mujeres viudas entre las de edad más avanzada. Ellas enviudan más que Ellos, «la sobremortalidad masculina es la razón de la mayor viudez histórica entre las mujeres», apuntaron los estudiosos.

Otra razón de que existan más mujeres mayores de 50 sin pareja se debe a que Ellas, una vez concluida una relación, ya sea por divorcio o viudez, optan como tendencia por no aventurarse en otro vínculo amoroso.

Habría que indagar desde la ciencia cuáles son los motivos que están condicionando tales conductas.

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Y es importante detenerse en ese particular, así como en la cantidad de cubanos en general, sin distinción de género, que con 50 o más años no tienen pareja estable. Resulta de mucho interés porque el amor de pareja será siempre un complemento valioso para enfrentar la vejez, y puede influir incluso en el estado de salud.

¿Aerosol de amor?

La importancia del amor de pareja para la salud física y espiritual, en todas las edades, ha sido corroborada por numerosos y reconocidos investigadores.

Algunos de los más recientes estudios se aventuran al asegurar que, más que un sentimiento, el amor es un instinto.

Para la bióloga y antropóloga estadounidense Helen Fisher, quien se ha dedicado a indagar sobre el tema por más de tres décadas, «el amor no es una emoción, sino un impulso, una necesidad fisiológica para todo ser humano».

Esta reconocida investigadora estudió el cerebro de más de un centenar de personas que estaban recién enamoradas y descubrió que, en la gran mayoría de ellas, existía actividad en una pequeña porción del cerebro denominada área tegmental ventral, con un destacado papel en el sistema de recompensa cerebral por la dopamina que genera y envía a otras partes del cerebro.

Por su parte, otra hormona, la oxitocina, también producida en el cerebro, conduce a través del torrente sanguíneo su mensaje bioquímico a todo el organismo alistándolo para el afecto, para el amor.

Neurobiólogos han detectado que la oxitocina es responsable de acelerar los corazones, al punto que comparan el enamoramiento con una explosión bioquímica. Por ese camino, hay quien ha llegado a sugerir, sin profundizar demasiado en cuestiones de bioética, la administración de un aerosol nasal de esa hormona a ciertas parejas para volverlas amables y afectuosas, cuando, con el paso del tiempo, el amor empieza a fracturárseles, y donde veían luces, ahora solo detectan sombras.

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Es algo que suele suceder a cualquier edad, porque también en cualquier etapa de la vida puede alguien enamorarse y, durante ese estado, perder el sentido crítico hacia la persona que ama.

Ocurre, explican los entendidos en neurobiología y otras materias afines, que es el área frontal del cerebro la encargada de evaluar y juzgar de manera constante a las otras personas, y durante la primera etapa de ese intenso enamoramiento acontece una especie de desactivación de ese mecanismo y puede llegarse incluso a incurrir en conductas impensadas, alejadas del sentido común, porque faltan «los frenos» del área frontal cerebral.

Tanto de química y de instinto tiene el amor, que, sin proponérnoslo, de modo inconsciente, es el olfato uno de los guías a la hora de encontrar la pareja correcta.

Nada tiene esto que ver con el perfume que usa, sino con detectar señales de su sistema inmune, buscando que complemente al propio para garantizar una descendencia saludable en cuanto a defensas del organismo. Y son las mujeres quienes mejor perciben tales diferencias genéticas.

Algunos experimentos han confirmado hasta que el amor hace que cicatricen más rápido las heridas —en el sentido más literal—; puede ayudar también, cuando es correspondido, a disminuir la frecuencia cardíaca, la presión arterial, el estrés y la ansiedad.

Pero cuando las cosas van mal, hasta puede matar. Es el llamado síndrome del corazón roto o mal de amores —como le llamaban las bisabuelas— y pudiera, en ocasiones, resultar tan riesgoso como un infarto cardíaco.

Fue acuñado asimismo como miocardiopatía de Tako Tsubo, cuyos orígenes están en el estrés físico o emocional agudo desencadenado, entre otras causas, por una pérdida importante, una fuerte discusión o la ruptura de una relación de pareja.

Se le identifica así desde 1990, cuando en Japón fue acuñada esa patología, que, sobre todo, afecta a las mujeres, y especialmente a aquellas que tienen entre 55 y 75 años.

Es solo una coincidencia, pero recuérdese que precisamente es en ese rango de edades —y aún más amplio, de 50 en adelante— que las cubanas optan por no iniciar otra relación luego de divorciarse o enviudar, según evidenció la Encuesta Nacional sobre Envejecimiento de la Población.

Ojo con los cuatro jinetes

No parece ser miedo al síndrome de corazón roto lo que hace que tantos cubanos mayores de 50 anden sin pareja.

Aunque, como más arriba quedó escrito, no existen estudios que hayan profundizado en el asunto, pudiera considerarse la forma de afrontar la cotidianidad como importante riesgo cuando los impulsos del enamoramiento inicial se despintan con la convivencia, cuando aquel sensor que permanecía apagado en el cerebro impidiendo detectar defectos se activa, al punto de volverse a veces un juez implacable.

Sobrevienen entonces críticas, inculpaciones y forcejeos por el empoderamiento donde antes existían mimos y sonrisas.

Algunos entendidos en estas cuestiones de amor que palidece y se escurre alertan sobre lo importante de espantar a escobazos cuatro peligrosas conductas: la defensa mal conducida, la crítica destructiva, la indiferencia y el desprecio.

Fue John Gottman, psicólogo de la Universidad de Washington especializado en el tema Familia, quien las comparó con cuatro jinetes que predicen la separación, y han trascendido como los cuatro jinetes de Gottman.

En cuanto a la defensa, indica que se vuelve peligrosa cuando su fin es negar la responsabilidad personal en el conflicto y, por tanto, impide aprender del mismo. De la indiferencia señala que es una manera de eludir el problema y, por tanto, de perpetuarlo; en tanto la crítica destructiva agrede, irrespeta y descalifica. Sobre el desprecio, apunta que puede desencadenar sentimientos de inferioridad en la otra persona, al punto de infligirle heridas a su ego difíciles de curar.

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No hay recetas para sembrar, cultivar ni rescatar amores, pero parece ser que los cubanos y cubanas mayores de 50, los tembanos y tembanas que mantienen su relación de pareja a salvo de jinetes y otras sombras, han sabido, a veces inconscientemente, mantener engrasados sus mecanismos de control del estrés y de emociones negativas, así como alimentar las llamadas ilusiones positivas, aquellas que se concentran en lo que gusta de la pareja más que en sus defectos.

Por lo pronto, en homenaje a tantos tembas cubanos, lo mismo emparejados que solos, mejor tararear este 14 de Febrero alguna canción de la llamada Década Prodigiosa; si es posible, intentando revivir aquel aleteo de mariposas en el estómago con que cada noche escuchaban Nocturno.

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