ARCHIVOS PARLANCHINES: La Corte Suprema del Arte

ARCHIVOS PARLANCHINES: La Corte Suprema del Arte
Fecha de publicación: 
10 Enero 2020
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Todos los estudiosos coinciden en que el popular y controvertido espacio «La Corte Suprema del Arte», dueño del gusto del público durante las décadas del 30, el 40 y el 50, le inyecta nuevos bríos a la música y las artes escénicas en Cuba. El circuito CMQ se arriesga en la búsqueda de talentos en el que será el concurso más famoso en la radio de habla hispana de la época, y de un plumazo, desplaza a los artistas ya establecidos, muy careros, y deja una indudable huella en la farándula que dura hasta los setenta del siglo pasado.
 

El proyecto, con influencias en la televisión norteamericana, no es enteramente novedoso. En la radioemisora CMW de René Cañizares existió años atrás un «Programa de Aficionados», de tipo experimental, que le permitía a un jurado profesional seleccionar las mejores actuaciones, aunque la idea colapsa al poco tiempo por falta de financiamiento y de iniciativas audaces.
 

«La Corte Suprema del Arte» sale al aire el 1 de diciembre de 1937 por las frecuencias de la CMQ, propiedad de Ángel Cambó y Miguel Gabriel, desde los estudios que la emisora tiene en Monte, casi esquina a Cárdenas, a un pie del Prado, y desde el principio se gana el aplauso del ciudadano común, ávido de novedades y entretenimientos. La masividad es otro elemento a su favor: pueden participar cantantes de diferentes géneros, actores, declamadores… de los dos sexos y todas las edades, que residan en cualquier parte del país.

Al comienzo, los solicitantes son sometidos a una selección previa, y luego, al hacerse masivo, los organizadores presentan a los aficionados sin previo aval. Las eliminatorias diarias, de dos horas, se efectúan de lunes a jueves; el viernes es para los niños y el sábado toman el micrófono los triunfadores en cada día de la semana. Más adelante, habrá duelos mensuales y trimestrales. El público premia con sus aplausos a los mejores.
 

Conducido como maestro de ceremonias por José Antonio Alonso, declamador y comentarista de mucho estilo y mejor cultura, la emisión posee una «campana» oculta (era en realidad un timbre) que toca Miguel Gabriel, administrador gerente de la CMQ, cuando es necesario interrumpir la actuación porque el concursante es definitivamente malo y solo toma parte para llevarse los regalos de las firmas patrocinadoras.
 

Esta temida encomienda le granjea a Gabriel el alias de El Sacristán. Y a propósito, el referido artefacto da lugar a un dicho muy simpático: «Oye, a fulano le tocaron la campana», que todavía se usa para indicar que a alguien lo ponchan poco antes de llegar a la meta, o sea, antes de consumar alguna idea o plan.
 

Alonso, quien le da nombre a la audición, hace famosa una frase que marca el comienzo de la prueba. «¿A quién le va a dedicar su tema?», pregunta al aspirante. Responde este y enseguida se dirige al director de la orquesta con una singular elegancia: «¡Música, maestro!», una fórmula que aún se utiliza en no pocos espectáculos en el mundo.

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El programa en plena acción.

 

Los ganadores de los torneos trimestrales reciben la categoría de Estrellas Nacientes, las cuales no demoraron en capitalizar las simpatías del público; primero, en el pequeño estudio radial de la CMQ, y a partir de marzo de 1938, en el lujoso lobby del vecino Teatro Nacional, donde empiezan a desarrollarse audiciones los primeros domingos de cada mes. Igualmente, los nuevos valores, ya firmados como artistas profesionales, toman parte en espectáculos promocionales que tienen lugar en varios municipios cercanos a la capital y en ciudades al centro y oriente de la Isla, con la dirección de Germán Pinelli.
 

Las Estrellas Nacientes, bien asesoradas en lo musical por figuras como Zenaida Romeu, Nena Uriarte y Zoila Gálvez, tienen hambre de triunfo, y por ello no dejan de trabajar un solo minuto: se les ve en numerosas fiestas y actos públicos, y en mayo de 1938 se anotan en el Círculo Cubano de Tampa, en el estado norteamericano de La Florida, en compañía de la Orquesta Riverside.
 

«La Corte Suprema del Arte» logra su consagración definitiva gracias a las transmisiones por onda corta que le permiten a la CMQ extender sus redes comerciales por casi todo el continente americano, Europa y Asia, y hacen posible la expansión y el flujo descomunal de artistas, géneros y espacios que a continuación acompañarán al debutante certamen musical, como la radionovela «El derecho de nacer» y las aventuras «Los tres Villalobos».
 

Sin embargo, el valor de los billetes por encima del nacimiento de las nuevas voces del mundillo artístico y la ambición desmedida de los mandamases de la CMQ provocan pronto un brusco cambio de timón.
 

En 1942, cuando la «La Corte Suprema del Arte» ya alcanza el número uno en los niveles de audiencia, Miguel Gabriel, hombre astuto y truculento, eleva de forma inusitada la cifra que debe pagar su principal anunciante, la Competidora Gaditana, «el cigarro inigualable», tal como reza su eslogan, y obliga a esta empresa a dejarle el campo libre a sus acérrimos rivales de la Regalías El Cuño, quienes, de manera previa, se habían comprometido a abonar 12 mil pesos mensuales, una cifra descomunal para ese tiempo. El proyecto continúa en el horario de 9:40 a 12 de la noche hasta que es borrado de un plumazo un año después por los hermanos Mestre, nuevos caciques de la CMQ, pero ya nada es igual.
 

Años más tarde, el espacio reaparece con más penas que glorias en RHC Cadena Azul —es transmitido también por Radio Mambí—, bajo la batuta de su antiguo presentador. Desaparece en 1953 y regresa en 1956 en CMQ-TV, Canal 6, con el nombre de «El Programa de José Antonio Alonso», que se escucha asimismo en la radio hasta 1960, cuando da paso a un vigoroso movimiento de artistas aficionados en todo el país.
 

En «La Corte Suprema del Arte» surgen estrellas como Rosa Fornés, Olga Guillot, Celia Cruz, Elena Burke, Tito Gómez y Ramón Veloz, junto a representantes de la escena cubana en el estilo de Raquel Revuelta, Armando Bianchi y Xiomara Fernández, excelente declamadora, actriz y cantante, además de locutora, quien rompe prejuicios mediáticos al transformarse en la primera cubana que se atreve a alternar con hombres la animación radial.

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Primera foto profesional que se le hace a Rosita.

 

Tampoco podemos olvidar que la emisión, coincidente con la etapa dorada de la radio en la Isla, le inyecta un gran impulso a las desnutridas compañías de zarzuela en Cuba gracias a la aparición de valiosos intérpretes líricos.
 

No obstante, no todo es limpio y claro, incluso, se dice que allí le tocan la campana a Benny Moré. Oscar Luis López reconoce en su libro La radio en Cuba que «La Corte Suprema del Arte», antecedente directo de «Todo el mundo canta» y «Sonando en Cuba», impulsa al principio una potente renovación, pero, con el tiempo, cae en excesos, malos manejos e intrigas que incluyen la puesta en el asador de ciertas intimidades de los participantes. El caso de Rosita Fornés es muy ilustrativo: cuando la muchacha se disponía a salir a escena para escuchar el veredicto del jurado en una de las competencias finales, el padre le cortó el paso. «No salgas —le dijo—, hay claque. Los premios están repartidos de antemano».

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