Danza Contemporánea de Cuba: una historia francesa

Danza Contemporánea de Cuba: una historia francesa
Fecha de publicación: 
10 Enero 2020
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El 9 de enero Danza Contemporánea de Cuba inicia su primera gira internacional del año: cinco ciudades de Francia acogerán a la compañía madre de la danza moderna cubana, que presentará un programa integrado por coreografías significativas de la última década.

Consagración, de los franceses Christophe Béranger y Jonathan Pranlas-Descours; Coil, de Julio César Iglesias; y Matria Etnocentra, de George Céspedes: son piezas que transitan disímiles caminos estilísticos. Algo tienen en común: el entusiasmo, la fuerza y el dominio técnico que exigen de un elenco que, nadie lo pone en duda, es uno de los más sólidos y capaces del país… y de todo el continente.

Hace tres décadas que la agrupación no se presentaba en Francia, si se descuentan unas funciones a principios de la pasada década en Lyon. El público y la crítica en ese país tendrán la oportunidad de apreciar el trabajo de una compañía que ha merecido ovaciones en varios países de Europa, particularmente en Gran Bretaña y Alemania, sus principales plazas en esa región del mundo.

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Matria Etnocentra.

Pero lo significativo de este periplo es que fue precisamente Francia el primer país que visitó Danza Contemporánea de Cuba después de su fundación por Ramiro Guerra, hace seis décadas. En aquel entonces se denominaba Conjunto de Danza Moderna, y estaba sembrando la semilla de lo que sería, con los años, el gran movimiento de la danza moderna en el país.

La invitación fue para participar en el Festival de Teatro de las Naciones, que acogió la ciudad de París en 1961. Era una cita trascendental: en la Ciudad Luz se reunieron algunas de las más importantes compañías escénicas de los dos lados del Atlántico. Era la oportunidad para que Cuba mostrara su arte nuevo, el que había florecido gracias al impulso de la Revolución, a partir de la gran simiente de la tradición cultural cubana.

Pero en abril de ese año tuvo lugar la invasión mercenaria a Playa Girón, que estremeció a la nación toda. En pie de guerra se vivía. Y fue precisamente la fuerza indoblegable de un pueblo, y su compromiso con la sociedad nueva que se fraguaba, los que garantizaron la victoria en apenas 72 horas.

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Consagración.

El desarrollo de la contienda atrasó la partida de la compañía. Pero estar en Francia era un compromiso, y unos días después de lo programado la compañía llegó a su destino.

Esas presentaciones en el célebre teatro Olympia, en el número 28 del bulevar de las Capuchinas, fueron un hito para la danza cubana: la crítica francesa advirtió que nacía un estilo nuevo. De hecho, eran los cimientos de una auténtica escuela, que dialogaba con las estéticas y las técnicas americanas y europeas, pero que se fundía con el acervo nacional.

Ahí comenzó una andadura que ha llevado a la compañía a los principales teatros del mundo, a lo largo de estas décadas.

El elenco de ahora no se parece al de aquellos años: ahora hay una escuela que garantiza el nivel y la disponibilidad de los ejecutantes. Pero sin Ramiro, sin aquellos primeros bailarines, maestros y coreógrafos, difícilmente se pudiera contar con el extraordinario entramado de hoy. Ser pionero suele ser un reto titánico.

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Coil.

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