DE LAS REDES: Un Niño muy grande

DE LAS REDES: Un Niño muy grande
Fecha de publicación: 
6 Noviembre 2019
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El Niño le llamaron a Omar Linares por la edad en que comenzó a «romper la liga» en el béisbol cubano. Fue un grande, entre los mejores de la historia, pero no solo por el promedio que no bajaba de 400, el guante en tercera y los jonrones.

Si eso le parece bastante, imagínese cuánto va a crecer El Niño Linares con esta historia que publicó recientemente en su perfil de Facebook un aficionado de Villa Clara, Osmani Medero Gómez.

«A principios de la década del 90, llevaba sistemáticamente a mi hijo al Sandino con solo cinco o seis años, buscando, como todo padre cubano, que el muchacho fuera conociendo la pelota», nos cuenta Medero, quien se acercaba al banco de los visitantes para que el niño pudiera saludar a algunos de sus ídolos.

Lo mejor llegó en una subserie en que los naranjas de Villa Clara enfrentaban a Pinar del Río. Al final del juego, allí estaba el padre con su hijo cargado, mientras salía el equipo desanimado por la derrota. Sin embargo, «el gran Omar Linares» mostró el tamaño de su corazón cuando «se detuvo, tomó al niño en sus brazos, lo cargó, le puso su casco y hasta una foto le sacó un amigo (cuando aquello no había celulares). A partir de ahí, este fue su ídolo, el verde pasó a ser su color preferido y Pinar del Río, su equipo».

Pero la historia no termina ahí. Se convirtió en una obligación tácita llevar al pequeño fanático cada vez que venían los del occidente al Sandino a ver a su amigo Linares, aunque nunca más pidió saludarlo, y lo que falta, que lo cuente Osmani Medero, porque a mí me dan deseos de llorar:

«Hasta ahí, algo muy bonito, pero lo grande viene ahora. Ya con ocho o nueve años, se enfermó con una hepatitis bien severa, cuyo tratamiento fundamental era el reposo absoluto. Y de nuevo jugaba Pinar. Con lágrimas en los ojos, me dijo: Papi, ahora sí que no podré ver a Linares. Sin consultar con nadie, cogí mi bicicleta china y arranqué para el Sandino. Allí esperé que los visitantes terminaran su sesión de entrenamiento de la mañana, lo busqué y le conté lo que me sucedía. Sin mirar hora, ni cansancio, ni sudor (solo consultó con el director), me preguntó: ¿En qué vamos? Solo tengo la bicicleta, pero yo te busco un carro, le contesté. Agarra ahí (me dio su bulto con su equipaje de entrenamiento y me quitó la bicicleta), móntate y me vas orientando la dirección. Él, vestido con su traje verde-amarillo, montando bicicleta, conmigo detrás hasta mi casa».

Por supuesto que el niño fue el más feliz del mundo ese día y Omar Linares se convirtió en su ídolo para siempre. Por supuesto que esa familia, aunque es fiel a los naranjas, apoya a Pinar del Río, en segundo lugar. Por supuesto que usted y yo entendimos perfectamente con esta historia de qué material está hecho un campeón.

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