Un festival pequeño, un mejor festival

Un festival pequeño, un mejor festival
Fecha de publicación: 
28 Octubre 2019
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Una y otra vez, el Festival de Teatro de La Habana generó polémicas. Las de las últimas ediciones casi siempre tenían que ver con la selección oficial. Hubo años en que se incluyeron demasiados espectáculos, hasta el punto de que era matemáticamente imposible verlos todos. Y lo cierto es que esa cantidad no estaba respaldada del todo por la calidad.

Tenía que ver con una circunstancia: los organizadores invitaban al grupo extranjero, pero el Festival no podía asumir todos los gastos. Así que muchas veces venía el que podía y quería, independientemente de sus merecimientos puramente artísticos.

Por suerte, siempre hubo colectivos de primerísima línea que presentaron credenciales en la cita habanera. Esa oportunidad que se le ofrecía (que se le ofrece) al público de apreciar excelentes puestas en escena inclinó siempre la balanza en favor de la cita. Y el público de esta ciudad acostumbra a recibir con entusiasmo lo bueno y hasta lo regular que llega desde otras latitudes.

La muestra nacional (que siempre ha sido la que más fricciones ha generado) se debatía entre dos conceptos: representatividad y contundencia. Algunos creen que el Festival debe ofrecer un panorama del teatro que se hace en el país, y por lo tanto, tendría que incluir espectáculos de todas las provincias, géneros y estilos.

Pero todo el teatro que se hace en Cuba no es bueno.

Eso, obviamente, no debe asombrar a nadie. Pasa en el teatro y en todos los ámbitos de la creación. Pero es posible y necesario establecer jerarquías artísticas. Y hay maneras de hacerlo. El Festival tiene que ser una de ellas.

La cita debe estimular el talento y la laboriosidad, que son la fórmula para alcanzar buenos resultados. Lo que importa es la concreción escénica… pero está claro que sin idea y proceso no se llega a ningún lado.

Al Festival tienen que llegar los mejores ejercicios, los más contundentes, independientemente de sus presupuestos y procedencias. El Festival tiene que identificar tendencias, pero tendrían que ser las más valederas. Si llegara el caso de que en una edición se presentaran solo espectáculos de una ciudad y una manifestación, porque los demás no reúnen las condiciones, en lugar de protestar, los «afectados» tendrían que esforzarse más para futuras convocatorias.

Y por supuesto que el arte es de subjetividades, nadie tiene la verdad absoluta, pero las jerarquías se construyen por consensos.

Este año se apostó por una muestra pequeña y, al mismo tiempo, variada. No pocos creen que ha sido una decisión coyuntural, ligada a la complejidad de la situación del país. Pero, en realidad, obedece a una estrategia institucional: más oportunidades para los mejores… sin populismos, sin oportunismos, sin «pasar la mano».

Siempre habrá debate sobre calidades puntuales de las obras en cartelera. ¡Bienvenido! Pero que se parta, al menos, de la dignidad. En ese sentido, esta edición del Festival de Teatro de La Habana ha sido un paso adelante.      

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