Derechos de la derecha: Empresariales, por encima de todo

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Derechos de la derecha: Empresariales, por encima de todo
Fecha de publicación: 
23 Junio 2020
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En medio de la crisis provocada por la pandemia algunos están más preocupados por proteger sus ganancias que la vida de los ciudadanos de sus estados

Se dice que cuando se salga de esta pandemia del coronavirus, el mundo será distinto y el capitalismo tendrá que enfrentarse a un panorama en el que el neoliberalismo deberá desaparecer.

Pero la realidad indica que, a pesar de la actual situación, los derechos empresariales siguen valorándose por encima de los humanos en Guatemala, Perú y otras naciones subdesarrolladas. Se mantiene allí el aplauso a lo que denominan expansión económica, mientras en Europa predominan recortes a los programas sociales y la austeridad, en tanto la derecha en el poder legisla acerca de la protección a las inversiones de las empresas en esa región y en el resto del mundo.

Ello produjo resultados catastróficos en Grecia e Irlanda, aunque fue sobrellevado en Portugal, gracias a la política del actual gobierno socialdemócrata.

Hubo un tiempo en que, por lo menos en el papel, se hacían declaraciones de la clase política tradicional en defensa de los derechos humanos. También términos como cooperación, solidaridad y justicia social primaban en el discurso. Era en los tiempos en que se seguía presentando a la culta Europa –no a Estados Unidos, por supuesto- como la cuna de esos derechos. Se ligaban los conceptos de democracia, se recordaba a la Revolución Francesa y hasta se iba más allá, a la Grecia clásica, porque en la actual se obliga a las personas a pagar su eterna deuda y se les pisotea su dignidad.

Después llegó la crisis económica y la concatenación de ésta con la política, social, ambiental y de valores. Fue entonces que el capitalismo aprovechó el momento no para un repaso crítico de sí mismo, como sistema injusto, sino para agudizar su dominación.

Se quitó la careta mantenida después de la Segunda Guerra Mundial y, libre ya de control político alguno, se implantó el neoliberalismo, llegándose incluso a la destrucción del llamado estado de bienestar que tanto habían defendido como sinónimo de identidad, principalmente en Europa.

Así, ahora, lo más realmente importante para la clase política tradicional y, claro, las élites económicas (integradas por los consejos de administración bancario-financieros y empresariales), radica en priorizar el respeto a las inversiones y la búsqueda del máximo de beneficios.

Habría que añadir que estas prioridades también explican la preocupación por la seguridad de las empresas, lo que lleva a articular mecanismos que colocan los intereses de éstas por encima de la soberanía de los propios estados.

Todo esto se realiza subordinando los derechos humanos, lo cual se traduce automáticamente en la concentración brutal de la riqueza y el aumento de la desigualdad como principio de la injusticia social, con la consiguiente desaparición del discurso y la práctica de los derechos de las personas, los pueblos y la naturaleza, esto último imprescindible para la propia vida.

Y aunque se habla de un mundo cambiante cuando finalice esta pandemia, no hay nada que pueda evidenciar que se cambie el lema capitalista y específicamente en su forma neoliberal, de que para el empresariado y sus inversiones todo; para los demás, poco o nada.
 

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