OPINIÓN: No todos estarán de fiesta
especiales

Imagen tomada de Internet
Diciembre es casi mes entero de fiesta, de resumir y proyectar. No falta un motivo, toda razón es buena para reunirse y pasarla bien. Sin embargo, no es así para muchísimas personas en el mundo que viven todos los días sin saber si amanecerán mañana.
Termina 2025 y quedan vigentes conflictos de envergadura como los que tienen lugar en la Franja de Gaza, territorio palestino. Allí, a vista de todos, se vive el peor de los exterminios de una población civil, prolongado en el tiempo, irrespetando treguas, evitando apoyo solidario de servicios fundamentales para garantizar, al menos, no morir de hambre o enfermedad.
Como ellos, millones de personas en el planeta desconocen todavía donde despertarán el primer día del año próximo porque han sido desplazados de sus hogares, despojados de sus bienes y vidas, y obligados a improvisar. Quizás nos es ajeno porque nos creemos muy avanzados en la humanidad, pero todavía existe la persecución por ideas, por pertenecer a una tribu o etnia determinada, por creer en un Dios equis, mucho más si se trata de recursos económicos.
Gran cantidad de individuos no tienen un techo, pasan días sin comer o tomar agua de calidad, o no tienen acceso a salud o educación. Y mientras unos esperan ver fuegos artificiales de mil colores, otros sueñan con que cese el estruendo de las bombas dirigidas a sus poblaciones porque están seguros de que no por ser un mes festivo tendrán una tregua ni atención mediática ni indulgencia política.
Numerosos y preocupantes son los ejemplos de crisis internacionales y los focos de tensión, cada uno más grave que el otro. Sudán, Haití, Congo, Líbano, incluso en el Mar Báltico, Oceanía y el Cuerno de África, son solo algunos de ellos.
Son cuantiosos quienes no se interesan por festejar sino tener paz, recuperar una vida, tener cerca a sus seres queridos, y por eso, quizás —me imagino— valoran más la existencia, entienden que lo verdaderamente importante es vivir y que cada día es una oportunidad, una bendición. Por eso no cuentan los minutos para el año nuevo sino los días que han sobrevivido al calvario que les han impuesto porque para ellos cada jornada es igual, sin diferencias una de otra.
Este mundo está mal repartido. Comenzaremos 2026 y seguiremos con una sensibilidad fraccionada, con énfasis en la falta de empatía, con marcada diferencia social, prestando más atención a las apariencias, incitando la superficialidad, el egoísmo, el consumismo, la violencia y aplaudiendo a toda suerte de valor torcido.
Así es. La conciencia colectiva va por otro lado y desconocemos que nuestra realidad —la que a veces creemos enmarañada porque no encontramos arroz— sería una bendición para esas regiones que son presas de la pobreza y el miedo real mientras otros, simplemente, organizan eventos de concurso. Lo lamentables es que los pronósticos no son favorecedores y no solo persistirán muchos de esos problemas sino que surgirán otros.
No por eso hay que dejar de festejar, claro está. Solo es una reflexión para valorar lo que tenemos, para que sepamos que tan volátil es la geopolítica y que son tantos los escenarios desiguales, los desafíos y conflictos emergentes.












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