No nos gusta la gente que mata
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En apenas unas horas, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dado mucho de qué hablar. Esta es, sin dudas, una de sus mayores capacidades: dominar la atención de la opinión pública para que no pase un día sin que su nombre aparezca en un periódico, en un portal web o en un reconocido perfil de cualquier red digital.
Una breve búsqueda revela su más reciente acto de derroche de poder y demostración de la "vitalidad" de un imperio que ya no quiere ni pagar por el petróleo; ahora prefiere robarlo de manera descarada. Ni en los más famosos libros sobre piratas y corsarios que antaño recorrieron el mar Caribe se encuentra una escena semejante. Decenas de soldados estadounidenses, en un despliegue descomunal de fuerza desplegada con el pretexto de frenar el narcotráfico, se lanzaron contra un carguero de petróleo para secuestrarlo.
Con esa incontinencia digital que caracteriza al nuevo rey, que no esconde sus patentes de corso, rápidamente presumió su botín en sus perfiles en redes sociales. Como si lo ocurrido no fuera un ejemplo de decadencia moral de un imperio que ya es catalogado como amenaza, incluso por sus más fieles colaboradores.
Esto no lo digo yo, lo afirma un informe de la inteligencia danesa que cataloga a Estados Unidos como una amenaza para su seguridad nacional. Esta bestia que agoniza intenta arrasar, rumbo al abismo, todo lo que encuentra a su paso, en un desesperado intento por sobrevivir.
Volviendo al informe de los servicios daneses, señalados por algunos como aliados clave en las operaciones de espionaje de Estados Unidos en Europa, se confirma que el afán del Imperio por controlarlo todo y su política exterior desastrosa lo colocan en el punto rojo para la soberanía de cualquier país. Bien lo saben las familias de los pescadores masacrados en el mar Caribe para justificar el robo descarado de recursos energéticos mediante la fuerza.
Y como si estos sucesos no fueran suficientes en tan corto tiempo, Trump volvió a amenazar al presidente Gustavo Petro: “No nos gusta la gente que mata”, dijo el magnate al referirse al jefe de Estado colombiano. Si no fuera tan serio, resultaría contradictorio: lo dice quien ha ordenado operaciones que han costado la vida a decenas de personas en el mar Caribe, el mismo que ha desplegado la Guardia Nacional en varios estados de la nación norteña y donde ha desatado redadas antiinmigrantes que mantienen en vilo a millones de personas que llegaron allí guiados por cantos de sirena y empujados por las políticas agresivas e intervencionistas que el Imperio ha aplicado durante décadas en América Latina y el Caribe.
Pero al parecer los gustos de Trump son muy selectivos y de los más altos estándares. Mientras ataca a Petro, celebra a Netanyahu, quien pasará a la historia como uno de los mayores genocidas que ha habitado este planeta. Pero él sí puede matar, porque lo hace con el conocimiento y el apoyo de Washington. Los niños que diariamente mueren en Palestina, para Trump no valen nada, como tampoco valieron los miles de menores de edad que enjauló hace unos años en centros fronterizos.
A ellos les dio el mismo valor que a las menores que Epstein utilizó en sus macabras fiestas, — porque aunque el emperador grite que no hay nada que esconder— los archivos aún no se revelan en su totalidad, y sí alguna que otra foto de Trump en las que aparecen niñas vinculadas a un lamentable historial de abusos.
Cada amenaza, cada muerte en el Caribe, cada publicación en redes sociales, cada entrevista más arrogante que la anterior, tiene también el objetivo de ocultar el caos interno que ha desatado el magnate en un segundo mandato, rodeado de un gobierno que nada bueno traerá para Estados Unidos y el mundo.












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