Lo que no pueden perdonarle a Evo Morales

Lo que no pueden perdonarle a Evo Morales
Fecha de publicación: 
14 Octubre 2019
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En apenas unos días, el pueblo boliviano decidirá sus destinos en unas elecciones vitales, no solo para el progreso y la estabilidad política, económica y social de esa nación, sino también para la región, y en las que el actual presidente, Evo Morales —según todas las encuestadoras oficiales—, tiene todas las papeletas para ganar, a pesar de la arremetida mediática y las acciones violentas que han intentado subvertir el orden al interior del país y volcar el proceso electoral en su contra.

Está claro que a estas alturas no podría esperarse nada diferente. La valentía, el optimismo, la fe de Morales en su gabinete y en su pueblo, pero sobre todo, su dinámica integral de trabajo, su transparencia, lo han situado ante los suyos y ante el mundo como un ejemplo de dignidad que la derecha regional entreguista a Estados Unidos y el propio gobierno estadounidense, con sus desafueros monroístas, no le pueden perdonar.

En días recientes, Evo Morales presidió una gran marcha en la ciudad de El Alto —en la misma que hace 16 años combatió por la nacionalización de los hidrocarburos contra el gobierno del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y su vicepresidente, Carlos Mesa— y otra en La Paz —como cierre de campaña. Se le vio sonriente, seguro, rodeado de miles de personas que lo seguían, y ratificó la importancia de estar junto a los que más lo necesitan, escucharlos, aprender de ellos.

Su campaña electoral ha sufrido todo tipo de ataques y contratiempos, pero él ha estado imparable, resolviendo problemas puntuales, ocupándose de nuevas obras y proyectos sociales y dejando a un lado la palabrería y las acciones vacías de sus contrincantes, algunos muy bien conocidos por el pueblo, y no precisamente por sus buenas acciones. Gracias a su labor directa y estrecha con gobiernos municipales y locales, a la ayuda internacional y a cientos de voluntarios, hace pocas horas se confirmó que, finalmente, se lograron apagar los focos de incendio que quedaban en la región de la Chiquitania, aunque de eso, los mal llamados grandes medios de comunicación no han dicho nada.

«Ya no existen focos de calor ni fuego activo en la Chiquitania», informó Cinthia Asin, secretaria de Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente de la Gobernación de Santa Cruz, la misma región en la que hace unas semanas se asaltaron de forma violenta oficinas y establecimientos relacionados con el Movimiento Al Socialismo (MAS), y resultaron heridas decenas de personas que, al decir del propio candidato opositor Carlos Mesa —¿casualidad?—, no debían escoger la violencia como forma de actuación, pero fueron «muy valientes» al expresar así su descontento con el gobierno de Morales.

Evo, sin embargo, ha estado a la altura de un líder al que solo le interesa seguir cambiando la vida de su pueblo, en especial, la de los más desfavorecidos, y el bienestar de su país. Por eso se aparta de charlas electorales para lanzar programas como el BDP-Lab, que apoya a los jóvenes emprendedores que desean tener sus propias empresas con capital semilla y los favorece con créditos de vivienda subvencionados en un 30%, lo cual no solo impulsa el empleo juvenil, sino también que puedan adquirir vivienda propia.

Hasta la región de Potosí, donde se encuentran las reservas de litio más grandes del mundo, llegó la pasada semana para impulsar un proyecto que les permitirá convertirse en el mayor productor de baterías de litio para vehículos eléctricos y, a la vez, ser un polo de desarrollo económico ambientalista, con la participación directa de los estudiantes e ingenieros bolivianos que allí se forman en un Centro Tecnológico único de su tipo en el país.

A inicios de septiembre, el mandatario indígena fue capaz también de promulgar una ley que garantiza a las personas con cáncer el acceso universal e integral a la atención en salud, y no solo mediante el desarrollo de programas, sino también asegurando su infraestructura. Ratificó entonces que Bolivia seguiría abogando, en primer lugar, por más políticas sociales, y ahí tendrá un lugar cimero el Sistema Único de Salud (SUS), creado durante su etapa de gobierno y que ha permitido, incluso, la construcción de tres centros de medicina nuclear, que estarán equipados con la mejor tecnología para combatir el cáncer en ciudades como El Alto, La Paz y Santa Cruz.

Eso es lo que no puede perdonarle la derecha a Evo Morales: que su gobierno continúe trabajando incesantemente; que se le ataque y él, sin embargo, siga brindando oportunidades a los más jóvenes, casi el 30% de toda la población boliviana, los mismos a los que en 13 años de gobierno les construyó más de 5 000 escuelas, les incrementó los recursos destinados a las universidades y les aumentó los empleos, por tan solo mencionar esos ejemplos.

Tampoco pueden perdonarle que, en medio de todo eso, hable en Naciones Unidas, firme acuerdos y promueva acciones concretas junto a líderes mundiales para favorecer la lucha contra los males inminentes del cambio climático, y que, sin recurrir a «paquetazos», siga invirtiendo en recursos sociales, mientras la CEPAL confirma que será la economía boliviana —nuevamente— la que más crecerá y logre más estabilidad en la región al cierre del 2019.

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