Raúl Castro: El mensaje de la Revolución Cubana

Raúl Castro: El mensaje de la Revolución Cubana
Fecha de publicación: 
27 Septiembre 2019
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Los problemas capitales de los países latinoamericanos son similares, por muchas diferencias que haya de uno a otro país. Todos los países sienten en mayor o menor grado el peso de la explotación y la intervención de los intereses extranjeros. Todos se resisten a las mediatizaciones que se imponen a sus soberanías respectivas, de las injerencias en sus asuntos internos y en la política internacional que deben seguir, del control extranjero de sus riquezas, de las condiciones desventajosas de un comercio que, según el decir de un diplomático colombiano, puede considerarse como de un cambio de dólares por níqueles, en el que los que dan los dólares somos nosotros y a cambio de ellos recibimos níqueles.

Todos los países latinoamericanos padecen por el subdesarrollo económico, por la inflación y la carestía, por el desempleo endémico, por la baja renta nacional, por el hambre y la miseria que agobia a amplios sectores de estos pueblos. Todos se quejan, en mayor o menor medida, de la inflación y la acción de las oligarquías, de los grupos políticos conservadores y reaccionarios que para alcanzar el poder o conservarlo se subordinan a los poderosos intereses explotadores extranjeros, que se fortalecen y aumentan su dominio con las cesiones y concesiones frecuentes que les hacen a costa de las riquezas nacionales y de los intereses de los propios empresarios nacionales.

Cuando hablamos con un latinoamericano de cualquiera de nuestros países, sea de la clase social que sea, empresario u obrero, hombre de campo o de la ciudad, líder político o líder social, encontramos a cada paso, en sus descripciones, casos y cosas que nos recuerdan nuestros propios problemas, nuestras propias dificultades, nuestros propios males pasados y presentes.

Cuando Martí hablaba de Nuestra América, cuando no limitaba su patria a nuestras queridas islas, sino que se consideraba como hijo y servidor de toda Nuestra América, tenía presente, seguramente, esta similitud de los males que nos azotan, de los enemigos que nos atacan, de los peligros que nos amenazan.

IR A LA RAÍZ

La Revolución Cubana, por su dramatismo heroico y por su profundidad radical, ha venido a ser como un catalizador de las enormes energías de los pueblos latinoamericanos, como un catalizador de todas las tendencias que quieren para nuestros países libertad, desarrollo y progreso.

La Revolución Cubana está atacando resueltamente y en la misma raíz los males, algunos seculares, que agobian a nuestra Patria, males que son, en lo fundamental y decisivo, comunes a toda la América Latina.

La Revolución Cubana es una revolución de verdad, no de curitas de mercurocromo; una revolución que no contemporiza ni entra en compromisos con los intereses creados opuestos al pueblo.

Por eso se gana el corazón de América Latina, por eso tiene tan hondas proyecciones y repercusiones en los países hermanos.

Se trata de que cada victoria nuestra frente a los contrarrevolucionarios, cada medida importante fundamental, cada avance de la Revolución, si bien nos atrae más odio de los enemigos y hace aumentar sus esfuerzos por vencernos, por dividir a las fuerzas revolucionarias y oponer, con cualquier pretexto, unas a otras, por crear la desconfianza nacional en la orientación revolucionaria, por engañar y desorientar a los pueblos y a todos los elementos que nos apoyan y nos ayudan, aumenta la proyección latinoamericana de nuestra Revolución.

Nosotros no exportamos la revolución. No creemos que nuestra ayuda a los países hermanos ha de consistir en el envío de expediciones libertadoras.

La mejor ayuda que hoy podemos dar (…) a los demás pueblos de América Latina es mantener nuestra Revolución, defenderla de los ataques de todos sus enemigos, llevarla adelante en el cumplimiento de sus grandes objetivos. Si la Revolución Cubana fuera derrotada o desvirtuada, si se le hiciera perder su carácter radical y profundo, las tiranías y los gobiernos traidores se fortalecerían a costa de los pueblos.

Los verdaderos revolucionarios cubanos, los que sienten la transcendencia latinoamericana y humana de nuestra tarea, los que quieren ayudar de veras a los demás pueblos hacen de la defensa de la revolución –radical y del pueblo– como es, y de la unidad de todas las fuerzas revolucionarias, la primera y la más fundamental de todas sus obligaciones.

ESCUDO PODEROSO CONTRA INTENTOS INTERVENCIONISTAS

La campaña de difamación, de calumnias y mentiras contra la Revolución Cubana, originada en los círculos de los grandes monopolios de los Estados Unidos y mantenida persistentemente, con tenacidad feroz y odio no disimulado (…), no ataca solo a la Revolución Cubana y a los que estamos en su frente o colaboramos desde cualquier posición a su desarrollo y avance, sino a las aspiraciones y esperanzas más sentidas de los países latinoamericanos.

La ayuda moral que nos dan los pueblos latinoamericanos es enorme. Ellos nos defienden: ellos forman como un escudo poderoso contra los intentos intervencionistas extranjeros de los que quieren aplastar la Revolución Cubana, de los que quieren poner nuevamente de rodillas al pueblo de Cuba.

Es conmovedor ver el cariño que nuestros pueblos hermanos expresan por Fidel, el cariño con que nos acogieron a nosotros, el cariño con que acogen a cualquiera que forma parte de la Revolución Cubana o la representa.

Se siente uno contento y preocupado, a la vez, al comprobar el sentimiento y la esperanza que ponen en nosotros los pueblos latinoamericanos.

Contentos porque su cariño por Cuba y por la Revolución es una ayuda formidable, la más grande ayuda exterior que podemos tener contra los extranjeros calumniadores, mentirosos, intervencionistas y contrarrevolucionarios que quieren hundir nuestra Revolución y sojuzgar de nuevo a nuestra Patria.

Preocupados porque nos abruma el peso de la responsabilidad que tenemos con nuestra América, porque comprendemos a cabalidad que no podemos defraudar las esperanzas que esos pueblos ponen en nosotros, porque queremos y tenemos que mantenernos dignos de su cariño, de su confianza y de su entusiasmo.

Al embarcar en el Granma para emprender nuestra cruenta lucha, nosotros juramos ser libres o morir en la lucha. Hoy al considerar nuestros deberes para con el pueblo de Cuba y para con los pueblos hermanos de la América Latina, nuestro juramento es el de caer con honor o morir con dignidad antes que defraudar las esperanzas de nuestro pueblo y de los pueblos hermanos. Antes que traicionar nuestro objetivo o permitir que nuestra Revolución se defraude o degenere, bajo la presión del enemigo o la acción de los pocos firmes, de los cobardes y de los oportunistas, nosotros triunfaremos.

Somos un país pequeño con una gran responsabilidad. Estamos explorando los caminos de la historia de la nueva independencia latinoamericana. Nuestra revolución, como un faro de esperanza, proyecta su luz sobre nuestros países hermanos. La Revolución Cubana –la Revolución de nuestro pequeño país–, ha sacudido a doscientos millones de latinoamericanos, les ha dado una nueva conciencia de sus fuerzas y de su destino, ha elevado el sentimiento de solidaridad y de cooperación latinoamericana en pro de los altos ideales de liberación, de progreso y de libertad. ha puesto en movimiento nuevas fuerzas.

América Latina encontrará los medios de juntarse y cooperar para acelerar su desarrollo y garantizar su libertad.

Cuba está en la vanguardia de ese empeño. No dejaremos que la luz de la Revolución Cubana se apague para los pueblos hermanos de nuestra América.

Fuente: Fragmentos de la conferencia «El mensaje de la Revolución Cubana», ofrecida en Casa de las Américas, el 11 de septiembre de 1959 y publicada íntegramente hace 60 años en el periódico Revolución, el 12 de septiembre de 1959.

Tomado de Granma

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