El «caballerito» de Trump: Bolsonaro, nostálgico de la dictadura

El «caballerito» de Trump: Bolsonaro, nostálgico de la dictadura
Fecha de publicación: 
3 Agosto 2019
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Solo queda eliminar todo vestigio de la mentira que lo exaltó y llevó al poder y desenmascarar a los medios masivos de desinformación que obnubilizaron la razón de las eternas víctimas de la propaganda del imperialismo.

Siete meses de mal gobierno han sido suficientes para demostrar quién es la figura que ocupa la Presidencia del gigante suramericano, donde se mantiene y aumenta la campaña en demanda de la libertad del injustamente encarcelado Lula, se suceden las manifestaciones contra las privatizaciones, los recortes a la educación y la protección del medioambiente, en tanto el Parlamento ha derrotado varias de sus propuestas y la desaprobación a su gestión llega al 65%, incluidos muchos de quienes votaron festinadamente por el primer presidente de extrema derecha que llega al poder en Brasil desde el fin de la dictadura, en 1985.

En Santa Catarina, uno de los estados –junto a Río Grande do Sul– más educados, alfabetizados y “modernos” de Brasil. Bolsonaro obtuvo en el ballotage nada más y nada menos que el 75,92% de los votos. Y en Río Grande do Sul, el 63,4%.

¿Y entonces? ¿Cómo llegó esta sociedad, luego de casi cuatro períodos de gobiernos del Partido del Trabajo, a erigir a un neofascista como su presidente? ¿Quién votó a Bolsonaro?

Superficialidad

Si vamos a los porcentajes de voto por sector social, encontramos que de cada cien mujeres, 42 votaron por un candidato que sostuvo: “Tuve cuatro hijos y en un momento de debilidad, tuve una hija”. O la frase dirigida a una colega diputada nacional: “ella no merece (ser violada), porque ella es muy mala, porque ella es muy fea, no es de mi gusto, jamás la violaría”.

Un previsible 60% del electorado “blanco” acompañó a Bolsonaro; pero un sorprendente 47% del electorado mulato y el 37% del negro votó por un candidato que ha dicho: “indios hediondos, no educados y no hablantes de nuestra lengua”. O refiriéndose a la política de cupos: “No es una cuestión de colocar cuotas de mujeres porque sí. Tenemos que colocar gente capacitada. Si colocan mujeres porque sí, voy a tener que contratar negros también”.

Es molesto recordar todo lo anterior, porque, independientemente de la campaña para engañar al pueblo y la conjura para encarcelar a quien hubiera sido seguramente el Presidente de Brasil, lo real es que se tuvo la posibilidad de elegir entre Fernando Haddad, un candidato Magister en Economía y Doctor en filosofía, con amplia experiencia en gestión (fue exitoso intendente de Río de Janeiro), o un ex militar paracaidista cuyo mayor logro militar fue reivindicar la feroz dictadura brasileña.

De este individuo se podría escribir un libro acerca de sus cuestiones deleznables, las más recientes su aprobación a la destrucción de la Amazonía y el medioambiente, y la exaltación de la dictadura, sin ocultar su nostalgia por la vuelta de métodos que le son tan queridos.

Culto a la dictadura

Por eso es bueno subrayar, hacer recordar a las masas, como Bolsonaro cuestiona la verdad oficial sobre la dictadura de Brasil.

La Comisión de la Verdad, creada por Rousseff, víctima de un golpe legislativo, documentó 443 asesinatos o desapariciones y apuntó a los culpables. Nadie fue juzgado por la amnistía de 1979.

Al mandatario le preguntaron sobre unos comentarios hirientes que hizo respecto a un desaparecido en los setenta a manos de los militares, cuando espetó a un periodista: “¿Usted se cree la Comisión de la Verdad? Fueron siete personas nominadas por Dilma”. La presidenta Rousseff —presa y torturada por pertenecer a una guerrilla— creó el órgano que estableció la verdad oficial de aquel período.

El antiguo militar es el representante más poderoso de un movimiento de revisionismo histórico cada vez más visible. Hace unos meses alentó a los militares en activo a conmemorar el golpe de Estado. También afirmó entonces que “podría contar la verdad” sobre el destino del padre del presidente del Colegio de Abogados de Brasil, que desapareció tras ser detenido por policías durante el período militar.

Agregó que los documentos oficiales sobre aquellos años son “bla, bla, bla” para añadir que “respeta la ley de Amnistía de 1979”, una norma que eximió a los represores de sentarse en el banquillo y excarceló a miles de presos políticos.

Gesto bochornoso

Uno de los gestos más abyectos de su carrera política fue posiblemente dedicar su voto en el impeachment al coronel Brilhante Ustra, el torturador de su predecesora en el cargo. El odio visceral al Partido de los Trabajadores fue un combustible esencial de la campaña que le llevó a ganar las elecciones.

La Comisión de la verdad de Brasil se cerró hace cinco años con un relato que ocupa 1 300 páginas, que, repetimos, documenta 443 muertos o desaparecidos, incluye a 377 responsables con nombres y apellidos además de los testimonio de las víctimas. Uno de los lugares más infames de la represión en Sao Paulo fue convertido en un museo llamado Memorial de la Resistencia.

El cuestionamiento de la Comisión de la Verdad es solo el último de los comentarios ofensivos, amenazantes, engañosos o directamente falsos que el capitán retirado ha hecho en los últimos días sobre asuntos diversos, incluido el periodo en que los militares asumieron el poder para impedir una dictadura comunista, según el relato que suele hacer Bolsonaro.

Mintió al acusar a la periodista Miriam Leitão, de Globo, de haberse inventado que fue torturada cuando sí lo fue, mientras estaba embarazada; amenazó al periodista Glenn Greenwald, cofundador de The Intercept Brasil, el medio al que fueron filtrados los mensajes del antiguo juez Sergio Moro, con que iba “a pasar un tiempecito en la cárcel” e insultó a los gobernadores del nordeste, la zona más pobre y afín al PT de todo el país, llamándoles paletos. También ha cuestionado recientemente los datos oficiales sobre deforestación, pero eso es ora historia del eternamente mentiroso y nostálgico de la dictadura.

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