EN GALERÍAS: Mirar la muerte y seguir camino

EN GALERÍAS: Mirar la muerte y seguir camino
Fecha de publicación: 
24 Julio 2019
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Iba yo por un camino,/ cuando con la Muerte di./ —¡Amigo! —gritó la Muerte—/ pero no le respondí,/ pero no le respondí;/ miré no más a la Muerte, / pero no le respondí.

Son versos de Nicolás Guillén, del poema Iba yo por un camino. Con tal desenvoltura asumía en ese momento el Poeta Nacional su relación con la muerte. El poema es como un juego de niños.

Llevaba yo un lirio blanco,/ cuando con la Muerte di./ Me pidió el lirio la Muerte,/ pero no le respondí,/ pero no le respondí;/ miré no más a la Muerte,/ pero no le respondí.

Pero, al final, hay una especie de reconciliación con el destino:

Ay, Muerte,/ si otra vez volviera a verte/ iba a platicar contigo/ como un amigo:/ mi lirio, sobre tu pecho,/ como un amigo:/ mi beso, sobre tu mano,/ como un amigo;/ yo, detenido y sonriente,/ como un amigo.

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Foto: Ernesto Fernández.

Treinta años después del fallecimiento de quien fuera el primer presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), la galería Villa Manuela ha organizado un homenaje en su honor, que parte de su poema para reflexionar sobre un tema que resulta escabroso para no pocos.

«Pero aquí está abordado con mucha naturalidad. Nadie sale de la sala deprimido, más bien todo lo contrario: uno puede salir feliz por el privilegio de estar vivo. Justo lo que proponen los versos de Guillén», afirma la directora de la institución, Virginia Alberdi.

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Reinerio Tamayo: Harakiri de Van Gogh (fragmento). 2016. Acrílico sobre lienzo. 81 x 100 cm.

Catorce artistas confluyen en la exposición «Iba yo por un camino…». Son disímiles las concreciones, disímiles incluso las motivaciones de las piezas, pero tienen algo en común: «naturalizan» el hecho de morir, que es lo más natural del mundo.

«La Fundación Nicolás Guillén nos pidió sumarnos al coloquio que se organizó por los treinta años de la desaparición física de ese gran poeta —cuenta la artista visual Lesbia Vent Dumois, curadora de la muestra—. No querían recordarlo desde el dolor de la pérdida, sino desde la celebración de la vida. Habían escogido una foto de Ernesto Fernández en la que aparece Guillén en la calle Consulado. Una persona le pasa por el lado y él, alegremente, hace como que la ignora… con el mismo desenfado con que ignora a la muerte en su poema.

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Santiago Rodríguez Olazábal: El viaje. 2019. Técnica mixta sobre lienzo y yute. 208 x 217 cm. 

 

«Ese tenía que ser el espíritu de la exposición. Fuimos armándola con obras que evitaban el tremendismo, el dramatismo excesivo. Y comprobamos que muchos artistas compartían esa visión», concluye la también presidenta de la Asociación de Artistas de la Plástica de la Uneac.

Son, en definitiva, creadores de primera línea: Belkis Ayón (1967-1999); Rodney Batista (1988); Evaristo Denis Baró (1963), quien no es artista visual, sino músico; Manuel Mendive (1944); René Peña González (1957); Julio César Peña (1969); Eduardo Roca —Choco— (1955); Manuel López Oliva (1947); Santiago Rodríguez Olazábal (1955); Lissette Solózano (1969); Ángel Ramírez Roque (1954); Reinerio Tamayo (1968); Rubén Rodríguez Martínez (1959); y la propia Lesbia Vent Dumois (1932).

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Rubén Rodríguez: Canto a los ancestros. 2018. Acrílico sobre lienzo. 154 x 117 cm.

Hay pinturas, fotografías, esculturas, dibujos, grabados… «Un conjunto muy equilibrado, pero que apuesta por la variedad» —dice Alberdi.

La exposición estará abierta durante todo el verano en H, entre 17 y 19, Vedado.

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Belkis Ayón: Nuestro deber. 1993. Colografía. 945 x 680 mm; y Sin título. 1996. Colografía. 945 x 680 mm.

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Julio César Peña. De la serie Africana con turbante. 2019. Xilografía al hilo. 600 x 450 mm cada pieza.

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