DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Angelito y su triunfo sobre el as olímpico

DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Angelito y su triunfo sobre el as olímpico
Fecha de publicación: 
18 Julio 2019
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Nacido en Viñales, Pinar del Río, Ángel García se establece en la capital para evitar las mordidas de la situación. No le es fácil escapar de ellas en estos años 40. Lo mejor que obtiene es un empleo en Obras Públicas: el sol le fustiga el cuerpo durante varias horas mientras labora en los parques de La Habana Vieja. En cuanto termina, hacia su gran amor...

Corre, corre, corre... Piernas y corazón en las pistas hacia la esperanza, sean del Parque Martí o del estadio de La Tropical. Entrena y compite, y como suele no tener las monedas para el pasaje, a pie recorre los kilómetros que lo separan de las instalaciones. Y a sudar allá de nuevo. Después del duchazo, unas cuantas galleticas y un refresco o un sube y baja (café con leche y pan) cuando más, disfrazados de cena. Casi siempre, a caminar de nuevo. Al menos tiene su almuercito de bajo costo y de baja proteína, en la casa de huéspedes del barrio de Cayo Hueso donde reside.

Ningún escollo le desdibuja su pasión atlética, concretada debido a sus esfuerzos sobre todo. En los Panamericanos inaugurales realizados en Ciudad de México en 1951, logró plata en el relevo corto junto a Rafael Fortún, Jesús Farrés y Raúl Mazorra con 41.2. Subtitular centroameriano como integrante del conjunto cubano de relevo 4 x 400 en las citas de 1946 (Barranquilla) y 1948 (Ciudad de Guatemala).

Actuó en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 y Helsinki 1952. ¿Con qué diablos iba a subir al podio si los latigazos del hambre y una preparación alejada de lo más moderno le acompañan? En la justa de la capital inglesa compitió en 100, 200 y 400 y no superó la primera fase. Pasó a segunda vuelta en los 200 de la pista finesa y en esa etapa fue eliminado, en los 400 no sobrepasó la contienda inicial, en el relevo corto con Fortún, Eutimio Planas y Samuel Anderson, fue semifinalista.

Miren, prefiero convertirlos en testigo de una de esas triples jornadas del vueltabajero. Están próximos los Centroamericanos de México 1954. La Tropical acogerá las pruebas eliminatorias cubanas del campo y la pista. No se apure, el estadio no se moverá de ahí. Y para allá irá el contendiente.

Angelito ya terminó su tarea, pero todavía no ha abandonado su sitio de labor en La Habana Vieja: espera cobrar. Le urge a nuestro deportista: los bolsillos y el estómago, vacíos; hay algo: un cafecito y varias galleticas dulces han sido el desayuno-almuerzo gracias a la generosidad de un compañero. Sueña con resarcirse: han prometido a los obreros que hoy liquidan las tres semanas que les adeudan y ¡Plaff! Roto el ensueño: la plata no llega. Con ira tremenda parte hacia su meta a pie.

Entra a la pista cuando están llamando a los inscritos en la vuelta al óvalo. Rápido, se despoja de la ropa de trabajo, debajo trae la de competencia. Los viejos pinchos sustituyen a los gastados zapatos. Carrerita, estirar músculos luego de cortar el regaño de su entrenador: “Compadre, llegas tarde, apenas has podido calentar...” con un encabritado “¡Ya yo vengo súpercaliente...!”

¡Arrancan! Al gran caluroso ningún rival le hace mella y consigue el tiempo requerido para batirse en la tierra de los aztecas. En las gradas, lejos de la ira, la boca cual melón al que han cortado buena tajada, dicha completa cuando le brindan una maltina de las que dan gratis a los participantes. El líquido lo deleita... ¡Angelito se ha desmayado...! No besa al suelo porque lo aguantan varios aficionados. Sentado, sudando copiosamente, comienza a reponerse. La frialdad que cayó de pronto en aquel tubo digestivo hambreado noqueó al vencedor.

Hacia Ciudad México

En el aeropuerto habanero, la delegación. Como casi siempre, la mayoría con su pobre vestimenta metida en cajas de cartón amarrada con sogas: no les alcanza el dinero para comprar una maleta. El mencionado cuatrocentista entre ellos. Por cierto, se le ha ocurrido llevar un sombrero tipo campesino y orgulloso muestra su innovación. La jefa de la delegación, la batistiana María Luisa Bonafonte, lo apostrofa: “Usted no puede llevar esa guajirada en la cabeza; quítese eso, no voy a permitir que nos denigre”. El criticado defiende con vehemencia ese símbolo de nuestro campesinado y su derecho a sostenerlo sobre la testa. La representación casi en pleno lo apoya. Triunfa.

En la capital mexicana. Desfile. Palabras de apertura. Un coro de 5 000 estudiantes secundarios entona el Himno de la patria de Hidalgo y el de la VII cita; éste será oficializado con posterioridad como el de los Juegos. La llama reina en el pebetero; el fuego fue traído desde el Cerro de la Estrella ritual mediante. Comenzarán las lides. Habrá dolores y alegrías; la tristezas de algunos y algunas florecerán en la dicha de otros y otras... ¿Cómo le irá a Angelito?

El de Viñales clasifica para la final de los 400 planos. Duro combate tendrá. Vamos a ver si agarra alguna medalla. La etiqueta de favorito está bien prendida en el jamaiquino George Rhoden que entrena en USA: campeón olímpico de la distancia en 1952 con 45.9; recordista mundial con 45.8, desde 1950. Los contrarios restantes tienen potencia: Louis Gooden, de Jamaica también, los boricuas Ovidio de Jesús y Frank Rivera y el mexicano Javier Souza.

¡El disparo! Lo que se vaticinaba: Rhoden al frente. Recta final. Se acerca el constructor, se acerca el herido por la miseria cotidianamente, se acerca este guajiro bueno y... ¡derrota a la estrella por una nariz! El mismo tiempo: 47.9. Ángel se pone su sombrero: quiere salir con él en las abundosas fotografías que le toman mientras lo entrevistan. En el relevo largo, broncea sus aspiraciones.

Es la felicidad misma: no sabe que en Cuba lo espera la cesantía y, de contra, al nuevo desempleado, no le van a pagar por ahora lo que le deben. Un funcionario le dice: “Es que has estado demasiados días fuera del país..."

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