Copa América: Perú, la vida es bella 44 años después

Copa América: Perú, la vida es bella 44 años después
Fecha de publicación: 
3 Julio 2019
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Había algo en el rostro casi inerte de Gareca, algo que muchos estrategas tildan de confianza y seguridad. Ciertamente, Perú, ante un Chile doble monarca de Copa América en las ediciones más recientes, tenía la tarea del indio. Y eso hizo, proferir aullidos de incas guerreros victoriosos, asestándole a la Roja de América una goleada de 3-0 y dándose cita con una final 44 años después de su última comparecencia.

El mismo Gareca impasible que los reencontró con el sendero mundialista 36 años más tarde, en Rusia 2018. Y este Perú, que ha ido carburando de menos a más, que para nada echó de menos la ausencia de Jefferson Farfán, parece no tener límites. Calco de otros tantos onces con cartel de Cenicienta en su historia y que han salido a la cancha desprejuiciados.

Un Perú que salió a amarrar a sus rivales desde el silbatazo inicial, como si los roles estuviesen cambiados, pues Chile tiene fama precisamente de eso: de demostrar su solidez asfixiante en todas las líneas a sus rivales… hasta la noche del miércoles.

De hecho, los chilenos, desde Isla hasta Vidal, pasando por Vargas y Sánchez, vivieron una pesadilla en Porto Alegre, una que costará borrarse de sus mentes.

Fue un plan de Gareca ejecutado a la perfección por sus pupilos, presión hasta hacer reventar las válvulas en el medio sector, en una cruenta batalla de las yuntas conformadas por Jossimar Yotún-Tapia vs. Vidal-Aranguiz, y en la que salieron airosos los primeros. Eso volcado luego hacia los laterales con Carrillo y el orejita Flores incombustibles, Carrillo gastándose el partido de su carrera, y un Paolo guerrero reencarnado en los botines de cada uno de sus compañeros, haciendo de todo y aliándose a la perfección en cada jugada: una pesadilla XL para Medel y Maripán.

El merecimiento, en ocasiones, es bendecido con goles. Y eso precisamente pusieron los incas, el primero salido del botín de Edison Flores en un balón suelto en el área. Corría el minuto 20 y Perú comenzaba a tejer su novela de ensueño.

Ya hacia el descanso, Perú llevaba ventaja de 2-0, las pupilas encandiladas y cierta tranquilidad que les proporcionó Yoshimar Yotún con un disparo cruzado luego de una recepción de pecho magistral en el borde exterior del área. La jugada partió de una esprintada vertiginosa de Carrillo, intento fallido de sofocarlo del meta chileno Reinaldo Rueda (error garrafal dejar el arco descubierto), y pagado con la definición de calidad de Yotún. Perú sumía a Chile en el dolor y apenas corría el 39.

Es cierto que los chilenos no bajaron la cabeza. Lo intentaron, adelantaron sus líneas con el consabido riesgo que esto encierra, Fuenzalida fue privado del grito de gol por Gallese, también Vargas con un cabezazo al segundo palo. Alexis casi se sacude y descuenta con un disparo de otra galaxia pero nada podía hacerse. Era la noche de Perú de manera inobjetable. Todos los dioses del Fútbol bajaron a susurrarles a los oídos, y… hasta Gallese se gastó un partidazo con sus atajadas, incluida una sobre un penal cobrado por el propio Vargas.

Tocaría en la segunda mitad a los peruanos aguantar. Colocaron piernas frescas por las bandas para reforzar los relevos en las marcas y frenar a los laterales chilenos, principalmente a Beausejour por la izquierda. Salieron flores y Carrillo, pero soportaron estoicamente, con Gallese en calidad de pared infranqueable, parando un centro-shut endemoniado del propio Beausejour y todo lo que fogonearon hacia su meta.

Al 91, una guinda al pastel en extremo merecida para Paolo Guerrero, el portaestandarte de un equipo y una nación. Un Perú que nadie daba para citarse en la final, pero que sin mucho ruido y un juego ascendente despachó primero a Uruguay y después a Chile.

Valentía y amor a la camiseta. Indiscutiblemente necesitará mucho más que eso para soportar un manicomio dominical de nombre Maracaná, plantarle cara al anfitrión Brasil y desterrar una imagen inicial en la cual les endosaron una manito en el debut. Por fortuna, si algo ha desterrado este Perú, es el miedo. Jugar de igual ha sido su divisa desde ese fatídico estreno.

Usted y yo, lo mismo que millones de peruanos y brasileños, sabremos la verdad el próximo domingo.

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