Erdogan ya no es grato al Imperio

Erdogan ya no es grato al Imperio
Fecha de publicación: 
4 Julio 2019
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Para este periodista, si un gobernante merece especial atención, es el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien ha dado un giro de 360 grados a la tradicional política nacional de estar presta a las órdenes del imperialismo norteamericano, que le ha valido la inserción a la agresiva Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), constituyendo el cuarto ejército por su fortaleza.

Independientemente de ciertas posiciones del gobernante, no cabe duda de que en estos momentos no goza de las simpatías de los países miembros de la Unión Europea y, mucho menos, de los halcones y el Congreso de Estados Unidos, por haber salido del dictado del Pentágono.

Lo cierto es que Erdogan goza de la popularidad de más de la mitad de la población, que le ha hecho ganar 16 elecciones consecutivas en diferentes estamentos, además de mantenerle fidelidad, pese a diversas crisis económicas.

Erdogan no solo ha rectificado la política turca hacia Rusia y Siria, sino que se ha adherido a la posición iraní frente a Estados Unidos, abogando por la solución diplomática de los problemas del Medio Oriente, intensificar la colaboración con China y, sobre todo, expresar con hechos su rechazo a la política agresiva de Estados Unidos contra Venezuela, además de impugnar el bloqueo contra Cuba, donde nos visitó recientemente.

Con Venezuela, Turquía y Cuba acaban de expresar su disposición a atender a todos los pacientes que necesiten trasplantes, ante la crueldad emanada por el imperialismo en el sector de la salud, que se hace evidente también en otros importantes para la calidad de vida del pueblo.

Pero lo más ostensible, en los últimos tiempos, es su rechazo a la política de Trump en diversos aspectos violatorios de la soberanía turca, que le ha granjeado el ataque de medios norteamericanos y europeos, principalmente los españoles, que reconocen que las relaciones entre Estados Unidos y Turquía ya nunca serán las mismas.

Solo hay dos formas en las que puede terminar la disputa diplomática entre Estados Unidos y Turquía: en un compromiso que rescate la relación lo mejor posible o en una ruptura total con consecuencias devastadoras tanto para la economía turca como para los intereses estratégicos regionales de EE.UU. Cualquiera sea el desenlace, no habrá vuelta atrás a como estaban las cosas antes de la crisis vigente.

El arresto por las fuerzas de seguridad turcas del pastor evangélico estadounidense Andrew Brunce pudo haber sido, por poner un punto de referencia, el disparador de una disputa diplomática subyacente, que sigue vigente.

Brunce, junto con varios ciudadanos extranjeros, fue detenido a raíz del fallido intento de golpe de Estado del 2016, y acusado de apoyar el terrorismo, cuestión en la que Erdogan recibió el apoyo de la oposición.

Al mismo tiempo, el portal especializado en asuntos militares y globales Stars and Stripes informó que un grupo de abogados progubernamentales turcos presentaron cargos contra varios oficiales estadounidenses de una base aérea, acusándolos de tener vínculos con grupos terroristas y exigiendo que todos los vuelos que salen de la base se suspendan temporalmente y se ejecute una orden de registro de esa para interrogar a los oficiales estadounidenses investigados.

El peligroso punto muerto actual es, en parte, por la acumulación de años de resentimiento del gobierno turco, a pesar de que ambos países han mostrado y publicitado una sociedad fiel y exitosa. El apoyo a Turquía, una vez inexpugnable entre los líderes de la política exterior de EE.UU. en el Congreso, se ha visto debilitado por la cooperación de Turquía con Rusia e Irán en algunos asuntos de la guerra siria, luego que EE.UU. entrenara a kurdos para combatir al Ejército Árabe Sirio e hiciera promesas de ayudarlos a hacer realidad el sueño de un Kurdistán integrado con territorios de Siria, Iraq, Tayikistán y Turquía.

También la compra turca por 2 000 millones de dólares de los sistemas de misiles S-400 de fabricación rusa, que, según la OTAN, son incompatibles con los sistemas aliados.

El acercamiento de Turquía a Rusia y la política coincidente con países sancionados arbitrariamente por Estados Unidos es lo que más molesta a Trump, pero es la lógica tempestad proveniente de los vientos que sembró contra Erdogan, que los ha contestado debidamente, y con éxito, lo cual pone en entredicho, o por lo menos en duda, las actuaciones de autoritarismo y la supuesta sospecha de intentar revivir un Imperio Otomano, algo que, supongo, es absurdo en las presentes y venideras circunstancias.

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