DE LA VIDA COTIDIANA: «Aquí no se puede hablar mal de los hombres»

DE LA VIDA COTIDIANA: «Aquí no se puede hablar mal de los hombres»
Fecha de publicación: 
30 Mayo 2019
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—Estoy sola hace una pila de años, no encuentro un hombre que sirva: el que no tiene casa, tiene un arrastre de no sé cuántos hijos o, sencillamente, no se busca ni paʼl chicle. ¿Y tú? La última vez que nos vimos estabas viviendo con tu esposo.

—Sí, la verdad que me salió muy bueno, pero murió. Desde entonces, me empaté con un vecino, el caso es no estar sola. ¡Niña, los años pasan, búscate a alguien que te alivie las penas!

—No es fácil vivir así, que si se rompe un bombillo, que si el yale de la puerta no sirve, que si el colchón hay que arreglarlo. La vida se hace muy difícil y solitaria. En verdad una pasa mucho trabajo. Pero tampoco hay muchos hombres disponibles, que digamos.

—¿Por qué?

—Mija, ¿no te das cuenta? El que no está casado, tiene una relación, dos, tres; eso, sin contar que casi todos prefieren a las jovencitas o son gays.

—Bueno, en cierta parte, tienes razón. El mío tiene mil defectos, pero tengo compañía. Es verdad que un día llega tarde, me dice que del trabajo (yo no le creo), y otro viene dando tumbos a causa de los traguitos que se toma por ahí. No sabe hacer nada, tiene tres hijos y no le alcanza el dinero para mantenerlos, la exmujer se la pasa llamando para una u otra cosa... ¡Ah, y como come!, tengo que estar comprando arroz a sobreprecio, porque ese cuerpo hay que llenarlo con algo.

—Oye, ¡con esos truenos...! ¿Ves lo que te digo? ¿Para qué quiero un hombre así?

De pronto, una voz estruendosa dijo bien alto: «Chofe, chofe, para ahí, aquí no puedo seguir, estas mujeres tienen hombrefobia. No puedo con esto», decía riéndose a carcajadas, mientras avanzaba desde el fondo de la guagua hasta la puerta de salida.

Ellas se miraron alarmadas, perplejas, y como si el mundo a su alrededor no existiera, siguieron «halando las tiras del pellejo» a sus actuales y antiguas parejas. El chofer las miró por el espejo retrovisor y siguió la marcha, mientras le decía al cobrador del pasaje: «En este rutero vamos a poner un cartel que diga: “Aquí no se puede hablar mal de los hombres”».

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