DE LA TELEVISIÓN: Más allá del límite
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Se habla mucho en las telenovelas cubanas, se habla demasiado. Puede haber, de hecho, más acción verbalizada y referida que acción concreta: capítulo tras capítulo en que las peripecias casi se resumen a conversaciones de los personajes, de escena en escena. No es que Más allá del límite sea el ejemplo más contundente de esta circunstancia, pero no alcanza a librarse de ella del todo, por más que el abanico temático sea particularmente rico y por lo tanto haya más posibilidades de recrear situaciones de conflicto.
A esta telenovela le siguen faltando músculo y “coreografía”.
Y no significa que no haya tela para cortar. Algunos creen que, incluso, hay demasiada tela; aunque a este cronista le parece que el escritor y el equipo de realización logran equilibrar el entramado: hay una trama principal, marcada por el impacto de la emigración en la familia cubana, y hay varias tramas adyacentes, que pueden “atravesar” la trama principal.
No son tonterías, son historias con enjundia… pero hasta el momento prometen más de lo que ofrecen. Y en ocasiones hay más regodeo de la cuenta en el planteamiento. Nadie debería imponerle límites al marco referencial y a la creatividad de un autor (aunque nos consta que los esquemas de producción y puesta en escena terminan por imponerlos); esa debería ser una decisión personalísima. Pero en Más allá del límite se nota cierta “discreción” a la hora de abordar temas más o menos jugosos… uno podría quedarse con deseos de que pasaran más cosas.
Novelería hay… a la manera más bien cautelosa en que se manifiesta la novelería en la producción nacional (cuando se manifiesta). No obstante, las telenovelas cubanas (esta entre ellas) podrían “desmelenarse” más. Eso no tiene por qué significar una frivolización militante; significa, eso sí, apostar más por los resortes tradicionales del género (que no tienen que ser la caricatura que presentan ciertas telenovelas mexicanas, miamenses y —¡horror!— venezolanas). Y nada de eso tendría que afectar el nivel de compromiso y la profundidad del “retrato”.
De cualquier forma, lo menos brillante de Más allá del límite no es el texto (o lo que nos ha llegado de ese texto) sino la puesta en pantalla. Medianía, una vez más. En algunos apartados, corrección sin énfasis. En otros, grisura desangelada. Ni la fotografía, ni los decorados, ni la ambientación, ni el diseño de sonido, ni la iluminación, ni la presentación, ni el diseño de infografía… trascienden esa “zona de confort” en la que se ha instalado buena parte de las teleseries cubanas. Una zona que está muy por debajo de los estándares técnicos y estéticos de muchas de las producciones extranjeras, incluso de las que no podrían competir desde el punto de vista del contenido y las implicaciones éticas.
También hay desniveles en las interpretaciones, aunque, como es habitual, se cuenta con un elenco de buen nivel. Pero da la impresión de que todos no están en el mismo registro.
Es hora de ir más allá de la convención (sobre todo si tenemos en cuenta que la convención, en Cuba, es bastante timorata a la hora de colocar las cámaras y armar la puesta), ponerla de alguna manera en crisis. Aunque primero convendría (se ha dicho tantas veces) acabar de establecer estándares. Más allá del límite se está quedando, como tantas otras, más acá de las potencialidades de un género.
No hemos cerrado el tema.
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