DIARIO DE LA BIENAL: Rachel Valdés nos sumerge en el azul

Rachel Valdés regresa a esta XIII Bienal de La Habana con otro juego de espejos, otra recreación de ambientes oníricos que reinterpretan eso que llamamos “la realidad”.

Su pieza Inmersión, emplazada en el Malecón habanero como parte del proyecto Detrás del muro, le propone al espectador otro juego revelador: mirar el contexto (nuestro contexto) a través de un cristal que deviene en sí mismo la metáfora.

El ángulo, la luz, el color… matizan nuestra visión del mundo; pueden llegar, de hecho, a instaurar otras realidades paralelas: imperio de lo virtual.

Aquí se trata de distorsionar el paisaje, pero no para abrumar al espectador, sino para ampliar sus perspectivas: el llamado de Inmersión es en definitiva el del arte todo; hay algo más, inefable, que enriquece la existencia, una dimensión otra que existe porque la soñamos y concretamos… La vida es la sumatoria de las cosas y la manera de pensarlas.

La gente necesita de cuando en cuando escapar de sus circunstancias… o al menos “adornarlas”: por eso es tan popular la obra de Rachel Valdés. El emblemático paisaje que encuadra, al que habría que agregar el paisaje vivo que la rodea parecen —desde dentro de esta estructura minimalista y también si le mira desde afuera— inmersos en una ensoñación azul.

A Rachel le importa la belleza, pero una belleza esencial, ajena a barroquismos estériles.

Cuando termine la Bienal, la pieza integrará la colección de arte de La Habana, en homenaje a los 500 años de la urbe: será emplazada en el Castillo de la Real Fuerza, para que sirva de pasadizo maravilloso entre ámbitos y concepciones.

La artista, el día de la inauguración de su obra.