Confesiones con Pimienta: “El currículum literario, el más inútil de todos los currículums”

Confesiones con Pimienta: “El currículum literario, el más inútil de todos los currículums”
Fecha de publicación: 
23 Marzo 2019
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El último día de enero de este año un hombre llamado Alexis despertó en su hogar de Sevilla, España, a eso de las seis de la mañana, como de costumbre. Por instinto recordó el tornado que 72 horas antes, en pocos minutos, había arruinado (más) a varios municipios de La Habana, incluidos las barrios de Lawton y Luyanó; muy cerca, incluso, de las calles en las que todavía viven algunos familiares suyos. Frente al espejo del baño se miró a los ojos, embotados de sueño o resaca de creación efervescente, e imaginó nuevos versos octosílabos. Todo seguía idéntico a su alrededor: la distancia, la nostalgia, los hijos, los ausentes más allá del Atlántico y los ausentes más allá de la vida. Cuando por fin se sentó delante de la laptop, mientras se daba tragos de café, la cascada de notificaciones de las redes sociales, como siempre, tampoco daba muestra, aún, de la transición que sufriría su vida. Ni augurios cinematográficos ni referentes supersticiosos. Hasta que recibió el mensaje de que su obra Piel de noche había recibido el Premio Literario Casa de las Américas 2019. Horas después, cuando la noticia se hizo pública, se armó una revolución de ovaciones al otro lado del mapa, no solo dentro de la sede que auspicia el certamen. Parte de la familia estuvo, representándolo, la noche del acto de premiación.

Hace varias décadas no alegraba tanto, por unanimidad (sobre todo entre lectores de heterogénea procedencia), que un autor cubano ganara el legendario premio Casa de las Américas.

Alexis Díaz-Pimienta no necesita presentación. Todos saben que es el hombre orquesta, un showman inquieto y explosivo: narrador, poeta, repentista, investigador, docente, conferencista, viajero… Su palmarés artístico-literario, lleno de proezas, es tan vasto, y con tan buena suerte… que a los pocos días (además) se enteró de que también El gran libro de Chamaquili (Ediciones Abril, 2015) había sido el Premio del Lector 2018.

Sí, damas y caballeros, son buenos tiempos para la lírica infanto-juvenil. No le quedó más remedio al padre de Chamaquili que tomar el primer avión que lo devolviera a La Habana y andar, en estos días feriados, como uno más, entre nosotros. Antes ya le había enviado este manojo de preguntas, que respondió a ritmo de seguidilla.

¿Qué significa para Alexis Díaz-Pimienta que un jurado compuesto por Elena Dreser, Mario Picayo y Olga Marta Pérez haya elegido Piel de noche como ganadora del Casa de las Américas en la modalidad de literatura para niños y jóvenes?

Significa mucho. El premio Casa de las Américas sigue siendo el galardón más codiciado por los escritores cubanos y uno de los de más prestigio para todos, cubanos y latinoamericanos. Un premio al margen de intereses comerciales, de la mercadotecnia de la industria del libro, a salvo de vedetismos literarios que, al menos en España, ensucian cada vez más el mundo de los concursos. Creo que esto, su limpieza, hace que este sea un premio que todo escritor quiere ganar alguna vez. Un premio que valida y pondera el trabajo creativo, la calidad literaria por encima de otros baremos. Y para mí es muy importante que haya sido en el género literatura infantil y juvenil. Este es un género que cada vez disfruto más, y en el que tengo mucha obra aún inédita. En Cuba son muy conocidos mis libros de Chamaquili (se han publicado diez: una saga poética), y mis cuentos clásicos en verso (se han publicado seis), pero el resto de mi producción para niños no. Por eso me decidí a mandar Piel de Noche. Podía haber mandado otros libros de Chamaquili (tengo escritos otros diez títulos de la saga, inéditos); podía haber mandado alguna de mis novelas para niños y jóvenes (tengo varias inéditas), o un libro de cuentos, que también tengo; pero preferí mandar este libro porque es un libro “necesario”, es un libro que, ganara o no ganara, ya lo iba a publicar, porque me parece necesario y útil. En Piel de Noche gloso y desarrollo el delicado tema del racismo, un tema que al menos en Cuba se ha tocado mucho últimamente en la ensayística, y que se ha tocado crudamente en la narrativa (novelas y cuentos), pero muy poco en la poesía y menos en la literatura para niños. Yo mismo tengo dos novelas para adultos (Maldita danza y Salvador Golomón, ambas publicadas en España) con el racismo como telón de fondo (aunque en la primera es casi tema central); y un poemario para adultos también publicado en España, Un día cualquiera del vendedor de gafas, que es un canto-denuncia sobre la dura realidad de los negros en España (y por extensión en el resto de Europa). Pero me parece importantísimo tratar este tema con los niños, escribir para los pequeños lectores sobre estos temas sociales, familiares, que tan solapadamente pasan y se quedan entre nosotros, y se enquistan y malforman. Yo confío mucho en el papel de la literatura en las primeras edades. En su función útil.

¿Qué hallará el niño lector en estas páginas?

El niño hallará poemas que hablan desde su propia voz y sus propias experiencias sobre las razas, las diferencias, la igualdad, la tolerancia, el respeto. Y hallará humor, inocencia y ternura en el abordaje de este tema, un tema que si no se visibiliza, si no se focaliza, puede pasar inadvertido. Yo mismo, que soy negro, te juro que no me di cuenta del racismo en Cuba hasta ser ya adulto, no joven, ya bien adulto. En Cuba, más que en otros países, el racismo se solapa, pasa inadvertido, y durante muchos años ha estado hasta mal visto hablar de él. Ahora hay muchas más voces levantándose y es más visible el problema, que ya es bastante significativo, pero no basta. El referente racial sigue sirviendo de estigma muchas veces y actitudes de este tipo las encuentras en muchas personas que ni siquiera son conscientes, parapetadas detrás del clásico “yo no soy racista”. Lo malo es que esta frase-cliché casi siempre lleva como coletilla un pero: “yo no soy racista, pero…” Entonces, todo esto es demasiado serio, demasiado prosaico, demasiado adulto… por eso es tan difícil tratarlo en la literatura infantil. Y mucho más en la poesía, en la lírica. De tal modo, que este es un libro muy trabajado. Aquí el niño encontrará poemas divertidos, tiernos, inocentes, que lo harán pensar y preguntarse cosas, pero sobre todo, preguntar a sus padres y a sus maestros. Esto es lo que más me interesa. Intento imaginar cuando los padres y los maestros tengan que responder a los niños “por qué el poeta dice esto”, “por qué Piel de noche dice esto”. Creo que será curioso y necesario el debate. Ojalá en mi infancia yo hubiera leído poemas como estos. Hubiera sido consciente del problema racial mucho antes.

¿Cómo se puede, desde la poesía para niños, abordar con originalidad un tema tan sensible, tan controversial, sin caer en estereotipos ni en lugares comunes?

Creo que he respondido en parte ya esta pregunta. Cómo: cuidando hasta el detalle todas las piezas: el lenguaje, el tono, el enfoque, el tema de cada texto. Poniéndose en la piel del niño y no mirando el problema desde la atalaya de la adultez. Filosofando poco, o nada; contando más. Muchos de estos poemas son anecdóticos, son como pequeños cuentos, con personajes y trama y desenlace. Esto hace más potable el texto y menos sospechoso de didactismos. No me interesan los didactismos ni las moralejas. Creo que el concepto “moraleja” en la literatura infantil es importante y no ha desaparecido, pero tiene que estar difuminado, camuflado, que no sé cuenta ni siquiera el autor. La bondad y la buena fe ayudan mucho, así como cierto histrionismo creativo y la capacidad de desdoblamiento para ver las cosas como un niño y contarlas así. Yo cuando escribo confío ciegamente en la intuición, algo que está muy poco valorado en la literatura.

Tu primera experiencia como autor de LIJ fue cuando escribiste Cuentos clásicos en verso. A esto le siguió la saga poética de Chamaquili, que ya es parte del imaginario popular cubano. ¿Antes habías escrito otra obra de este género?

Antes no. Me daba miedo, me inspiraba mucho respeto. Date cuenta de que yo fui un niño creativo siempre, por el repentismo. ¡Pero un niño criado entre viejos, entre adultos! Creo que yo en mi infancia jugué más con adultos que con niños. Y comencé a leer tarde, pero cuando comencé a leer ya llevaba el doble de tiempo improvisando y oyendo poesía; es decir, sumergido en un mundo de creatividad literaria. Y cuando desembarqué en Mark Twain y en Salgari y en muchos grandes autores para niños me parecían inigualables. Los cuentos clásicos de Andersen, Perrault y los hermanos Grimm no recuerdo haberlos leído cuando niño; todos me llegaron de manera oral; así que cuando los leí, ya adulto, lo hice para reescribirlos. Y me fui a los originales, por supuesto, no a ninguna de las miles de versiones que existen. Así que no, antes de los cuentos clásicos en verso yo no había escrito nada para niños. Y ahora soy incapaz de no hacerlo. Si pudiera, cada día escribiría un cuento infantil.

¿Qué fue lo primero que pensó Alexis cuando se enteró de la noticia?

Pensé que ya era hora. Por una parte, porque tenía dos “espinitas” clavadas con el premio Casa. En 2008 había obtenido Mención en el género poesía con mi libro Traficantes de oxígeno (publicado en España por Scripta Manent Ediciones, pero aún inédito en Cuba); y en el 2013 concursé en el género novela, y lo dejaron desierto, algo que me desconcertó mucho, sobre todo por la novela que mandé, El crimen perfecto de Pedrito Mendrugo, que antes había sido finalista del premio Hispania de Novela Histórica, en España, meses antes, y que meses después fue ganadora del premio UNAM-COLSIN-SIGLO XXI, en México (y publicada por la prestigiosa Siglo XXI). No me hubiera importado si hubiera ganado otra novela, mejor que la mía; pero que lo dejaran desierto me dolió mucho; un premio desierto significa que ninguna de las novelas presentadas tenía calidad suficiente. Y eso desconcierta. Por eso esta vez me alegró mucho, me había dicho a mí mismo que era la última vez que mandaba al premio Casa. Y por otra parte, desde el año 2003 no ganaba ningún premio literario en Cuba con un libro inédito. En el 2000 gané el Premio Anual de Investigación Cultural que da el Centro Juan Marinello por mi ensayo Teoría de la improvisación poética. Y en 2010 el Premio Puertas de Espejo que otorga la Biblioteca Nacional de Cuba porque mi novela Prisionero del agua fue el libro más solicitado en la red nacional de bibliotecas. También gané tres veces el premio La Rosa Blanca con distintos libros de Chamaquili, también ya editados. Y antes había ganado los premios Heminguay (1989), Luis Rogelio Nogueras (1991) en el género cuento, y el Premio Cucalambé de Décima Escrita dos veces, en 1993 y 2003. Pero después de este último, en el 2003, no había vuelto a ganar un premio importante en Cuba. Para que te hagas una idea, yo he tenido la suerte de ganar muchos premios literarios en España y México, de novela, de cuentos, de poesía. Pero había dejado de concursar en la isla. Así que esto me anima. La tierra de uno es la tierra de uno y mis mejores lectores son los cubanos, con los que comparto más códigos y complicidades.

¿Es la poesía rimada el molde idóneo, el vehículo perfecto para llegar al alma del infante? ¿Has escrito en otros géneros para ellos?

No lo creo. La poesía, con rima o sin rima, cuando es buena, llega a los niños y los niños la hacen suya. Y la narrativa mucho más incluso, las novelas, los cuentos. Yo he escrito para niños novelas, cuentos, teatro y poesía, de todo un poco. Y me divierto en ambas géneros, el poético y el narrativo. Es cierto que toda mi poesía para niño es rimada, pero no ha sido ex profeso. No me planteo la parte formal, sino el fondo. Es cierto que no he escrito en verso libre para los niños, como sí he visto que hace con tanto acierto mi amigo Nelson Simón, por ejemplo. Pero hago algo distinto: uso las rimas, pero no la isometría y rompo los moldes estróficos. Es decir, conservo la música de las palabras (rima, ritmo, tono), su colorido, pero “abro el juego textual”, relajo las formas. Mis poemas para niños aunque son escritos, tienen un fuerte componente oral. Son cantables, contables, narrables. La mayoría de las veces los imagino con música. Mucho de los poemas de Chamaquili, por ejemplo, ya son canciones.

¿Qué otros libros infanto-juveniles con tu firma disfrutaremos próximamente?

Muchos. Muchísimos. Tenga ya terminados otros diez libros de Chamaquili. Varias novelas infantiles y juveniles. Varios cuentos. Una obra de teatro. Sería muy largo de mencionarlos todos. Solo te diré que además de la colección Chamaquili, tengo otra colección de poemarios para niños que he llamado “Colección de Libros Útiles”, de la que, por cierto, forma parte Piel de noche. Con otros diez libros.

¿Puedes develarnos, aunque sea brevemente, sobre cómo será tu itinerario futuro inmediato en los ámbitos literarios, repentísticos y docentes? De paso entéranos acerca de la naturaleza de la Academia Oralitura.

Literariamente, no hay itinerario: mi único objetivo es escribir, seguir escribiendo, terminar todos los libros que tengo a medias para poder empezar otros. Artísticamente, cada vez hago menos repentismo, aunque lo echo de menos; no tengo tiempo, solo colaboro con artistas que me invitan. Eso sí: voy a grabar varios discos llenos de sorpresas. Y en cuanto a la docencia, cada vez con más fuerza me adentro en la enseñanza. Retomaré las clases en la Cátedra de Poesía Improvisada en el ISA y a la vez inauguraré este año Academia Oralitura en España, una academia online para la enseñanza de la improvisación.

¿Qué opina un autor sobre los concursos literarios cuando se acaba de ganar el premio Casa y su nombre se suma al ilustre listado de unos pocos elegidos?

Si te digo la verdad, yo estaba y estoy bastante harto y desencantado de los premios literarios. Y eso que he ganado muchos. Los premios se han convertido en un negocio raro, donde lo literario es lo que menos importa. En España es terrible las denuncias de componendas y además, son bastante inútiles. Hace poco decía en Facebook que el currículum literario es el más inútil de todos los currículums. No importa cuántos libros hayas publicado ni cuántos premios hayas ganado: cada nuevo libro se defiende solo. Y por el currículum ninguna editorial te llama, te escribe, te busca, te pide títulos. Ni nadie compra un libro guiado por el currículum del autor.

Así que los premios no garantizan nada. Yo he publicado libros que han tenido grandes premios y otros que han ganado nada y en algunos casos han tenido más venta y mejor acogida entre los lectores los segundos. Además, yo lo que quiero es que me lean, publicar y que me lean, y por suerte cada vez más editoriales me piden libros. Así no tengo que jugar a la lotería de los premios. En realidad, yo le dije a mi familia al mandar al Casa: esta es la última vez que concurso. Lo que pasa es que he ganado y eso anima mucho. Los premios tienen un lado bueno: la legitimación social. Digamos que en el mundo literario actual hay dos parámetros de legitimación social (más allá de la crítica y de los especialistas): uno es la venta (que es la que impera en el mundo) y otro el prestigio de los premios (cuando no están amañados). Entonces, ese animalito llamado Ego que todos los artistas llevamos dentro se alimenta muy bien con los premios, repone fuerzas, se viene arriba.

¿Qué no puede faltar en tus rituales creativos, en tu mesa de trabajo? ¿Qué lees, por ejemplo, mientras escribes?

Cuando escribo no leo, veo cine. Y si leo algo, leo ensayos, que me gustan mucho y me alejan del espíritu fabulador. Como se dice ahora, “desconecto”. Que es lo mismo que me pasa con la literatura infantil. Cuando escribo para niños, “me desconecto” del mundo, me relajo, me divierto. No importa si es poesía o novela, teatro, cuentos. Es como una personal terapia. Y bueno, para terminar qué mejor que un poema Piel de Noche, dar a los lectores un aperitivo poético. “Molesto con el idioma” es el que abre el poemario. Espero que lo disfruten.

Molesto con el idioma

Estoy molesto con el lenguaje,
con el idioma que debo usar.
Cuando le toca hablar de lo negro
todo es tan malo que es pa' llorar.

“Día negro” es un mal día.
“Bolsa negra” es ilegal.
“Mercado negro” lo mismo.
“Suerte negra” es ser fatal.
“Negocio oscuro” es ilícito.
“Mano negra” es infernal.
“Gato negro” mala suerte.
“Ropa negra” funeral.
Y si alguien “se las vio negras”
es que todo salió mal.

Estoy molesto con el lenguaje,
con el idioma que debo usar.
Cuando le toca hablar de lo negro
todo es tan malo que es pa' llorar.

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