Del pantano iraquí a la arena movediza afgana

Del pantano iraquí a la arena movediza afgana
Fecha de publicación: 
31 Julio 2012
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Ahora se habla en términos mediáticos de una “victoria” de los invasores occidentales encabezados por Estados Unidos sobre la resistencia talibana y sus aliados, para justificar el porqué se dejó oficialmente a Iraq para concentrar fuerzas contra Afganistán y abrir un nuevo frente en territorio fronterizo paquistaní.

Pero la “retirada” del pantano iraquí no comprometió a miles de soldados en el “bunker” de Bagdad, verdaderos ejércitos mercenarios al servicio de empresas que explotan las riquezas nacionales y todo un cuerpo de inteligencia encargado de mantener vivas y bañadas en sangre las diferencias étnicas, bajo el prisma del complot contra Irán.                                                                                         

En cuanto a Afganistán, se cumple la tarea de “tierra arrasada”, con la ampliación de áreas donde no vive un ser humano y los que subsisten tienen la vida pendiente de un hilo, esperando en cualquier momento los ataques aéreos con aviones sin piloto, masivos bombardeos y cañoneos antes de la intervención de los invasores, y los asesinatos selectivos desde las alturas, con el consiguiente aumento de los “daños colaterales”.

Pero pese a la falta de escrúpulos en la utilización del poder de fuego imperial, la lista oficial de soldados agresores muertos sigue ascendiendo y supera la del pasado año; prosigue el sabotaje a los camiones procedentes de Uzbequistán que abastecen de combustible a los agresores en la frontera afgano-paquistaní, y no hay semana que pase que no ocurra una acción de envergadura contra las bases militares norteamericanas y las agrupaciones de sus aliados.

Por eso no es extraño que varios gobiernos europeos hayan anunciado el retiro de parte de sus tropas en el curso de este y el próximo año, enmascarándolo en un falso control de la situación, en los momentos en que el presidente norteamericano, Barack Obama, intensifica la apertura de un nuevo frente en Paquistán, borrando las fronteras y acentuando la ilegitimidad de sucesivas guerras para controlar las riquezas energéticas e impedir la construcción de un oleoducto que iría desde Irán hasta la India, pasando por Paquistán y Afganistán, con asistencia de China.
          
Cuando hace casi once años Estados Unidos emprendía por Afganistán su “guerra contra el terrorismo”, sus “tanques pensantes” militares concebían una ofensiva para obtener un éxito inmediato. Pero tal como recuerdo una frase que repetía en mi niñez, ello fue parte de las “ilusiones vanas, como las avellanas,  y al “triunfo” de bombardeos indiscriminados contra poblaciones de uno de los países más pobres del mundo y el derribo del régimen del Talibán, siguieron los crímenes sin respiro en todo el país, la multiplicación de batallas privatizadas y el acantonamiento de las fuerzas ocupantes, con el fin de evitar que siguiera subiendo el número de sus bajas ante una insurgencia cada vez más compacta.

Si Iraq alberga, al parecer, dos terceras partes de las reservas conocidas de petróleo, Afganistán estuvo siempre en el camino de los conquistadores y es un punto de encuentro entre China, la India, Rusia e Irán, además de albergar grandes reservas de petróleo, gas, cobre y hierro.
                                                                                                                                                                                         Pero al revés de lo que ha sucedido en Iraq, frente a cada fracaso militar de los agresores aumenta la apuesta bélica y se agrava la tragedia humanitaria. Los refugiados, las masacres y la destrucción de localidades repiten lo ocurrido hacia tres décadas en Indochina, cuando la ocupación de Vietnam fue seguida de una invasión a Laos y otra a Cambodia.

Con esta expansión guerrera se intenta reforzar un eje pro-norteamericano en torno a Egipto –pese a la salida de Hosni Mubarak- y Arabia Saudita, en oposición a la hoy incendiada Siria y el amenazado Irán. También se pretende retomar la política de ocupación occidental, que guió la primera guerra del Golfo.
 
Pero lo más llamativo es la resurrección de Afganistán como centro de producción y comercialización de drogas. El cultivo de heroína ha vuelto a florecer, financia la guerra y alimenta la red de funcionarios que giran sus beneficios al exterior. Es relevante la complicidad de la Agencia Central de Inteligencia en las guerras locales por el control del tráfico y la participación de los bancos norteamericanos en el lavado de dinero.

Si Estados Unidos maniobró para salir del pantano iraquí, hoy sigue jugando con fuego en una zona donde puede quedar inerme en las movedizas arenas afganas, sin poder contar plenamente con su ya no tan aliado de peso paquistaní, que se encuentra inmerso en grandes enfrentamientos fronterizos y soporta el éxodo de 2,5 millones de refugiados.

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